Se trata de un espacio urbano
definido por una de las islas nucleares del casco histórico y que tiene por
referencia sustancial el conjunto del antiguo cenobio e iglesia de San Agustín.
Tuvo su extensión hacia la actual calle/plaza dedicada al benefactor mirobrigense Domingo
García Velayos, arcediano penitenciario de La Habana, y lo que se llamó hasta el siglo XVII “calle y Rinconada de la
Pasión”, que hoy se denominan calle Colegios y Sinagoga. La calle de la Pasión,
como la cita en su nomenclátor callejero Antonio Sánchez Cabañas en su Historia civitatense, ya era conocida en
el siglo XVIII por la calle de Los Colegios, en relación con la institución
docente que ocupó esta vía urbana, frente al Hospital de la Pasión, y lo que hoy es
calle Velayos y parte de la plazuela del Lirio, inmueble que a finales del siglo
XIX se convirtió en el colegio Santa Teresa de Jesús.
A
la hora de analizar la evolución urbana de este enclave, definido por varias
calles, no tenemos más remedio que aunar espacios, que tratar en conjunto la
investigación histórica y la proyección urbanística que ha tenido esta zona a
espaldas de la Plaza Mayor, en la que coexistieron culturas durante siglos.
Así, si nos atenemos a los trabajos de investigación realizados por
historiadores locales y foráneos, tenemos claro que el núcleo en el que hoy se levanta
la iglesia de San Agustín y el colegio de Santa Teresa de Jesús estuvo hasta el
siglo XVI ocupado por diversos inmuebles; en concreto, hasta el siglo XV y
antes de la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, con la expropiación
consiguiente de sus bienes, el enclave estaba preferentemente ocupado por viviendas
en las que moraban judíos. De hecho, enfrente, en lo que hoy es la entrada al
Hospital de la Pasión, hay noticias documentadas de que en los primeros años del
siglo XV había una sinagoga.
Vista general del colegio Santa Teresa de Jesús Foto Pazos |
Curiosamente, en
oposición urbana y también religiosa, se encontraba la iglesia de San
Bartolomé, de la que tenemos constancia documental de actividad en 1397[1]
por medio de un acta notarial firmada por Esteban Fernández el 9 de octubre a
través de la cual el concejo de Ciudad Rodrigo consigue recuperar lo que tenía
ocupado Santos Gómez de Herrera en Fuentes de Oñoro y en la dehesa, devolviendo
antes lo que le habían embargado. En este documento se cita como testigo del
auto a Pero Alfonso, clérigo de Sanct
Bartolomé.
La parroquia fue
perdiendo protagonismo con el paso del tiempo. De ser una referencia urbana a
la hora de imponer las colaciones, fue adscrita poco después, en 1473, a la Catedral y más
tarde perdió su función religiosa, quedando abandonada.
Esta situación se
corrobora con las citas de distintos historiadores que han investigado el
origen fundacional del convento de San Agustín. Casi todas ellas parten de la
referencia de Mateo Hernández Vegas en su extenso trabajo sobre la historia de
la Catedral y, por extensión de Ciudad Rodrigo. Afirma el investigador
mirobrigense que en torno a 1566 se comenzó la construcción de la iglesia de
San Agustín, ya que el 17 de octubre de ese año “se queja el Ayuntamiento de
que la plaza de San Pedro está muy embarazada con la piedra de San Agustín, y
manda retirarla”. Además, en una nota a pie de página explica que “por esos
mismos días se discutía con calor [en el Consistorio] la cesión de la iglesia
de San Bartolomé a los agustinos. Por fin, se llegó a un acuerdo, cediendo los
religiosos todo el cuerpo de la iglesia para plaza y calle y ornato del Hospital
de la Pasión, a cambio de una calleja sin salida que había entre la iglesia y
el convento. Más tarde los agustinos cedieron la parte que quedó de esta iglesia
al maestro Palacios, para sus colegios”, aspecto que trataremos más adelante.
Reproducción de la provisión de Felipe II sobre un pleito para demoler la iglesia de San Bartolomé en 1567 |
Una
referencia parecida y que nos acerca también al cambio de la configuración
urbana de este espacio, la encontramos en el trabajo de Feliciano Sierro
Malmierca Judíos, moriscos e Inquisición
en Ciudad Rodrigo. Dice el investigador local que “hasta 1483 se puede
considerar como el núcleo principal de residencia de los judíos en Ciudad
Rodrigo la zona actualmente comprendida en toda la manzana donde está enclavado
el Hospital de la Pasión, y la parte que ocupa la iglesia de San Agustín y el
Colegio de las Teresianas, que se adentraba en la actual plazoleta, que no
existía. Por el centro de la calle de los Colegios había un estrecho callejón
sin salida, que el Concejo permutó por el trozo de edificio que llegaba hasta
enfrente del portón del hospital, y con este terreno que se ganó pudo hacerse
la plazoleta”.
La
orden de San Agustín estuvo, por tanto, muy vinculada a la definición urbana de
esta zona. Los agustinos se habían asentado en Ciudad Rodrigo en 1483 en el
Valle de Corte de Ángeles, gracias al benefactor local y “promotor de la
fundación Francisco de Chaves, regidor de la ciudad y miembro de una de las
familias locales más destacadas de su tiempo. Un historiador agustino afirma
que lo hizo en vista de la fama de santidad que había dejado en la ciudad de
Salamanca San Juan de Sahagún, agustino, el cual había muerto pocos meses
antes”, escribe Carlos Alonso en su trabajo Los
agustinos y las agustinas en Ciudad Rodrigo.
La
fundación del convento de San Agustín en Ciudad Rodrigo había tenido su origen
en el ámbito de la congregación de observancia de Castilla, iniciada antes de
mediados del siglo XV, por obra de fray Juan de Alarcón, en el convento de los
Santos de Villanuela (Valladolid). En concreto, en 1483 se dio impulso a la
ampliación de dicha congregación mediante la fundación del convento de Ciudad
Rodrigo y de otros cenobios que posteriormente le siguieron. Sin embargo, los
agustinos prefirieron buscar otro enclave, más céntrico y más saludable, en la
propia ciudad. Y así, dando pábulo a su empeño, se trasladaron del Valle de
Corte de Ángeles a la ciudad el 23 de abril de 1530, según refiere Hernández
Vegas, “ocupando el convento nuevamente edificado en lo que había sido palacio
de los Garci-López de Chaves, grandes protectores de esta orden religiosa en
Ciudad Rodrigo”, señala el investigador citado. Además, explica Hernández
Vegas, “la magnífica iglesia [de San Agustín] no se empezó hasta después de
estar instalados los religiosos en su nueva casa, costeándola también los
Chaves casi al mismo tiempo que la de Villavieja, villa que compraron a Felipe
II con la protesta de Ciudad Rodrigo, que en vano alegó sus privilegios de no
ser enajenados de la Corona ni la ciudad ni ninguno de sus pueblos”.
Vista del colegio de las Teresianas Foto Pazos |
Ya
hemos referido la protesta del Concejo de 17 de octubre de 1566 por el acopio
de material para la obra de la iglesia que estaba entorpeciendo el paso en la
plaza de San Pedro, por lo que ordena retirarla. Ese mismo año, según una
provisión de Felipe II, que es copia de otro documento anterior, los agustinos
mantuvieron un pleito con el Consistorio, que avala el escribano Sebastián
López, para proceder al derribo y demolición de la capilla de la iglesia de San
Bartolomé, cuyo contencioso continuó al
año siguiente, 1567. “A 21 de julio de 1581, [la obra de la iglesia] estaba
para terminarse”, explica Hernández Vegas antes de señalar que “Garci-López de
Chaves dice que de presente há de hacer
la bóveda de su capilla de San Agustín, e que para ello tiene necesidad de
mucha cantidad de pinos para cimbras e para otras cosas”.
El
solar contiguo a la iglesia, ocupado parcialmente por el convento agustino, fue
el lugar elegido para una fundación por el teólogo y maestro granadino Miguel
de Palacio Salazar, que había llegado a Ciudad Rodrigo en 1557. Después de
negociar con los agustinos, se acordó la construcción de un edificio propio en
el solar que había ocupado la iglesia de San Bartolomé, “conocido como Los Generales, para lo cual los agustinos
tuvieron que procurarse algunos recursos financieros ajenos, comenzando los préstamos
en 1587. Este año precisaba 500 ducados para la obra, y los religiosos
debatieron por extenso entre vender propiedades o tomar dinero a censo; en la
alternativa adoptaron la resolución de utilizar la segunda vía”, explica el investigador
mirobrigense Justo García Sánchez en el trabajo Miguel de Palacio Salazar, fundador en 1585 del Colegio de San Miguel
de los PP. Agustinos de Ciudad Rodrigo, publicado en el número 200 de la
revista Archivo Agustiniano,
correspondiente a 1998.
La construcción del
edificio se dilató durante varios años, teniendo acceso por la calle de los
Colegios –en relación al cometido del edificio- y la actual Velayos. Precisamente
aquí, en la puerta de entrada a los Generales del Capítulo levantado en el Estudio
Agustiniano de Ciudad Rodrigo, y en concreto en la parte superior de la puerta
figura esculpido el escudo heráldico del maestro Miguel de Palacio, dividido en
cuatro cuarteles: a la izquierda y en la parte superior, el castillo del
apellido Palacio, y en la inferior izquierda las trece estrellas del apellido
Salazar. Sobre el escudo, muy deteriorado, se encuentra la efigie del arcángel
San Miguel, bajo cuya advocación fundó el colegio y que lleva su nombre.
Además, podemos leer por debajo del escudo la siguiente inscripción: Este colegio dotó el Maestro Miguel de
Palacio, canónigo magistral en la Santa Iglesia Catedral de Ciudad Rodrigo a honro
de Nuestro Señor y de San Miguel cuya dotación es 350 ducados de renta en cada
un año para que se lean en él tres chatedras, una de Lógica y Philosophia, otra
de Theologia Escolástica, otra de Escritura para siempre, como lo manda nuestro
muy Santo Padre Sixto V por su bulas apostólicas, dadas a favor del dicho
Colegio. Año de 1585.
Invitación al alcalde para asistir a la inauguración del centro |
La
actividad de los Generales continuó a lo largo del siglo XVIII, si nos atenemos
a las referencias del catastro de Ensenada y más adelante en las que
encontramos en el Libro del Bastón.
La decadencia vino aparejada a la Guerra de la Independencia. Los frailes
fueron expulsados y su iglesia convertida en almacén de paja. Fue recuperada
para el culto por el obispo Martínez Izquierdo en 1881. Poco después, el
prelado José Tomás de Mazarrasa entregó el conjunto a la compañía Santa Teresa
de Jesús, que lo adaptó a colegio, siendo inaugurado como tal el 4 de
septiembre de 1887, con una función religiosa a la que fue invitado el
Consistorio mirobrigense, tal y como se refleja en el documento que se inserta
a continuación, firmado por la superiora y directora del colegio, sor Rosario
del Corazón de Jesús, dirigida al alcalde de Ciudad Rodrigo.
[1] Es
una de las iglesias que refiere el becerro de la Catedral, fechado en 1389.
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