martes, 9 de diciembre de 2014

Un Carnaval centenario: 1914

Los piropos, parabienes y demás halagos vertidos en la prensa periódica, local y provincial, sobre el Carnaval, su esencia, desarrollo y proyección, que se habían apreciado en las crónicas carnavalescas de los últimos años, se truncan en 1914. Avante lo deja meridianamente claro al referir lo sucedido en aquel antruejo: “En todas partes agoniza el Carnaval. Hasta ahora, Ciudad Rodrigo ha venido constituyendo excepción de la regla general, pero este año ha entrado de lleno en ella a pesar del empeño que pusieron por divertirse la mayoría de sus habitantes, aún en medio de aquellos diluvio constante, huracán perpetuo y tinieblas cerradas que constituyeron los ‘festejos perpetuos’ de los carnavales mirobrigenses del año 1914, de recordación feliz”, ironiza el redactor.

            El cronista del semanario mirobrigense justificará en su momento el porqué de esta crítica en virtud de los acontecimientos que se vivieron en esas carnestolendas, aciagas en su desarrollo en distintos aspectos y que, a la postre, apenas un mes después de despedir el antruejo, tuvo como desdichado remate la destrucción del Teatro Principal, uno de los referentes festivos, el más longevo en aquellos momentos, de las celebraciones mirobrigenses, incluyendo por supuesto al Carnaval, con sus funciones y representaciones teatrales, acogiendo a compañías de proyección nacional y a elencos de actores reconocidos, además de los bailes de máscaras que se organizaban al efecto o los episodios de grato recuerdo protagonizados por las murgas mirobrigenses. Un voraz incendio, ocurrido en la madrugada del 20 de marzo de 1914, acabó con esta referencia cultural de Ciudad Rodrigo. Un tema que ya ha sido abordado en este blog y que no deja de ser un espacio y un capítulo relevante de la historia carnavalesca y, por ende, de Ciudad Rodrigo, ya que, como el tiempo ha demostrado, Ciudad Rodrigo y su antruejo constituyen las dos caras de una misma moneda. Pero ahora volvamos a aquel infausto Carnaval desarrollado en 1914 entre el 22 y 24 de febrero.
            “No hemos de hacer la crónica de los diferentes festejos, ¿para qué? Los toros, vistos al través de la lluvia, parecían todos iguales de hecho; todos hacían la misma pelea de defensa: los encierros y desencierros silenciosos, lentas y desanimadas corridas de un grupo de novillos seguidos de unos cuantos mozalbetes; los teatros, espantosas soledades en que bostezaban de tedio los mismos apreciables artistas; y los bailes, ceremoniosas reuniones en que unos cuantos máscaras se esforzaban por hacer reír a la concurrencia y solo conseguían aburrirse a sí mismos”. Este era el paisaje descrito por el redactor de Avante del Carnaval de 1914, sin duda, y a tenor de la trayectoria editorial del semanario, siempre crítico con el antruejo, pudiera decirse incluso que detractor en sus apreciaciones sobre la relevancia y sentido de las carnestolendas mirobrigenses.
El coso taurino mirobrigense en una retrospectiva de los años veinte
            Casi en la misma línea, pero buscando alguna justificación y olvidando los elogios puntuales vertidos sobre el resultado del Carnaval en pasadas ediciones carnavalescas, se expresaba La Iberia, el otro semanario local que compartía el espacio periodístico en Ciudad Rodrigo en estos años. “Terminaron las fiestas que, como casi todos los años, han sido un desastre completo, sufriendo grandes pérdidas los empresarios de teatros y cinema artístico por las completas tinieblas a que nos ha tenido condenados La Hidro -la compañía Hidroeléctrica del Águeda gestionaba el suministro eléctrico en Ciudad Rodrigo-, sin que haya fuerzas humanas que exijan responsabilidad a la poderosa empresa, cuyo contrato con el ayuntamiento debe estar en forma de que la tal empresa haga cuanto le plazca sin responsabilidad alguna, viéndose en todo esto la influencia política y la sumisión al poderoso”, clamaba el redactor de La Iberia en el número publicado el 28 de febrero.
            No se contó con luz eléctrica durante las noches del antruejo de 1914 más que el último día. Y el horno no estaba para bollos. Además, acuciando la situación, “la noche última de Carnaval, única en que hubo luz, un contacto hizo fundir los plomos; se repusieron dos veces y otras dos se produjo la avería”, explicaba Avante. La intervención y obstinación de una autoridad, cuyo nombre no desvela el semanario, conminando a los responsables locales de la compañía Hidroeléctrica del Águeda a conectar una tercera vez los plomos, cosechó el resultado apetecido: “La luz se hizo sin obstáculos”. Demasiado tarde para todo, aunque a la postre se conoció que, a la vista de las contingencias que venían sucediéndose con el fluido eléctrico en Ciudad Rodrigo, la citada compañía, con sede social en Villavieja de Yeltes, anunció que el 3 de marzo comenzarían las obras para la nueva central eléctrica de Ciudad Rodrigo, la conocida posteriormente como ‘fábrica de la luz’ que se ubicó en la otrora zona de influencia del extinto cenobio de Santa Cruz.
            Al problema de la luz se habían unido otras circunstancias negativas para el desarrollo de este antruejo, como el mal tiempo meteorológico que determinó que “los pobres obreros que se quedaron en la subasta con los tablados de la plaza, la inmensa mayoría no han recaudado ni para el pago de las pesetas invertidas”, y que también influyó en el apartado netamente taurino: “Las corridas se han celebrado bajo una lluvia torrencial, que ha sido la causa de que dos aficionados dieran con sus cuerpos en el Santo Hospital, con heridas que, afortunadamente, no tienen gravedad”, señalaba La Iberia, que también refería que “el ganado, para el tiempo que hacía, demasiado bueno, sobresaliendo de los hermanos Ángel y Marcelino Sevillano, muy particularmente los novillos del segundo[1]”. Y en esta misma tesitura, incidiendo en el mal resultado general del antruejo, y  recordando el problema del fluido eléctrico, es lógico que los bailes resultaran “deslucidos por la falta de luz”, pero “mereciendo especial mención el infantil que tuvo lugar en la tarde del lunes en el Casino Mirobrigense, distinguiéndose, entre disfraces que se presentaron, la parejita de charros que formaban los hijos del capitán de infantería, don Severino Pacheco, y el traje de manola que llevaba la preciosa niña Emilia Sanz, hija de don Miguel, capitán de la misma arma que el anterior”.
            Avante, en esa línea detractora con el Carnaval que exhibió especialmente en 1914, se despide de sus lectores con un cierto aire agorero embadurnado de sorna: “Y hasta otro año que, si viene igual, presenciaremos la desaparición total de los famosos carnavales mirobrigenses”.
            Si la prensa local fue parca y crítica en la información del antruejo de 1914, como también lo fue El Adelanto, encontramos en otro diario de la capital charra –El Salmantino-, en el número del 25 de febrero, algunos detalles sobre lo sucedido en aquel Carnaval. Después de recordar la liturgia taurina de las carnestolendas mirobrigenses y de exponer la procedencia del ganado –Casasolilla, Valdespino y Fuenteliante-, el cronista entra en harina afirmando que “en las dos corridas que se corrieron el domingo –se refiere a las capeas matinal y vespertina-, no hubo de lamentar desgracias; todo pasó alegre y divertido. En las dos del lunes hubo, por desgracia, percances poco agradables. El aficionado llamado Frescales[2] fue enviado por un toro al tendido, y al pretender hacerle el quite el valiente novillero Cereceda, fue enganchado aparatosamente, resultando con una herida contusa en la cabeza, no teniendo que lamentar un serio percance gracias al oportuno capote que le tendió el valiente novillero Guerrero. Otra cogida, esta más importante, por desgracia, sufrió el aficionado Churinga, resultando con un gran puntazo en el escroto y varias erosiones en la cara. No bien había terminado de pasar el susto, cuando el aficionado Medellín intenta poner un par de palos, resbala, y sufre una cogida importante en la que presenta cornada en la región glútea de nueve centímetros de profundidad por ocho de extensión. Su estado es grave. Las capeas del martes pasaron sin percances serios, aunque con sus correspondientes revolcones”. Por último, el cronista –‘Un Charro’ firma- apunta que “durante las tres tardes se distinguieron Guerrero, que estuvo incansable; Cereceda, que fue la providencia en algunos casos, y otro aspirante a novillero, paisano nuestro y por cierto que es muy valiente, llamado Núñez[3]. También se le vieron cosas de buen torerito al novillero Habanero, de Valladolid. No quiero olvidar al Sastre –apunta el crítico-, que todos le conocemos y el cual durante estos tres días ha demostrado ser un gran peón, digno de mejor suerte. Cuántos peores que él están colocados. Conste que estos datos no son míos, me los ha facilitado un buen amigo”, se justifica el Charro.


[1] El Adelanto, en su edición del 18 de febrero anunciaba que “las tres corridas corresponden a las acreditadas ganaderías de las dehesas de Casasola y Valdespino y del pueblo de Fuenteliante”, aunque La Iberia el 31 de enero había adelantado que “tenemos contratadas dos corridas de novillos para Carnaval. No hay que preguntar si el ganado será de primera, pues garantiza su bondad los nombres de Ángel y Marcelino Sevillano, dueños de los cornúpetos, que siempre se esmeraron en traer a la plaza lo mejor de sus vacadas”.
[2] Debe tratarse del novillero y banderillero madrileño José Pino, Frescales.
[3] Puede tratarse de Antonio Núñez, el Chato, que se prodigó en la plaza mirobrigense en carnavales sucesivos.



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