Continuando con este espacio urbano y tras la
descripción de los edificios solariegos que existían en la que entonces se
denominaba Plaza del Rey, hay que señalar que, en relación con los solares
sobre los que se erigió el seminario, José Ramón Nieto[1]
explica que, poco después de ser consagrado obispo de Ciudad Rodrigo Cayetano
Cuadrillero, se dirigió al Cabildo catedralicio para darles cuenta de que
pensaba crear un seminario. Era el año 1764. “El primer paso –dice el profesor
Nieto- fue la elección de los terrenos; la Guerra de Sucesión había arruinado
varias casas próximas a la Catedral y en esos solares se fijó el obispo, que
compró primero el que pertenecía al mayorazgo instituido por Hernando de Chaves
y su esposa Inés de Solís; dicho solar había sido ocupado por la casa de los
fundadores, que fue una de las fábricas
mas superior desta ciudad --el
palacio de los Chaves- y que pereció en
1706. Por él se pagaron 8.605 reales según tasación realizada por el
arquitecto, avecindado en Fuenteguinaldo, Simón de Castro. A este terreno se
añade otro, adquirido a Santiago-Joaquín Álvarez Maldonado Figueroa, señor de
Monleón, que pertenecía al vínculo fundado por el canónigo Alonso de la Rúa. Es
la primera vez que se registra en relación con el seminario a Ramón Pasqual
Díez, que después será aparejador de Sagarvinaga, comprando en nombre del
obispo. Antonio de Paz y Ayala, como heredero del vínculo que fundaron Rodrigo
Álvaro de Paz y Aldonza de Paz, vendió el tercer solar”.
El ayuntamiento nunca fue ajeno a esta
iniciativa, colaborando activamente y llegando a ceder la calleja sin salida
que existía en el lugar para favorecer la definición del solar y facilitar
igualmente la construcción del edificio. Las obras comienzan el mismo año de
1764 y se erige oficialmente el 25 de noviembre de 1769, aunque la inauguración
oficial no fue hasta el día siguiente[2]. Poco
tiempo después de entrar en funcionamiento, “se vio la necesidad de ampliar
este primitivo núcleo y así siguieron las adquisiciones de nuevos terrenos,
como el que era propiedad de la marquesa de Castelar, heredera del mayorazgo
fundado por Martín de Cáceres y María Mercado Pacheco”[3],
solar del que ya hemos hablado. En esta mima línea, el obispo Cuadrillero
decidió en 1771 permutar unos terrenos para construir la capilla del seminario,
consagrada en 1774[4].
Plaza de Herrasti presidida por la torre de campanas |
Con simultaneidad, el arquitecto Juan de
Sagarvinaga se compromete para levantar la nueva torre de campanas de la
Catedral, en sustitución de la que había sobre la capilla del Pilar, cuarteada
por el efecto del terremoto de Lisboa de 1 de noviembre de 1755. Se cree que la
obra comenzó en torno a 1764 y “se sabe que la cruz de la veleta se colocó el 2
de septiembre de 1770” [5],
construcción que ocupó una parte de los terrenos del inmenso solar en que se
estaba convirtiendo lo que después sería plaza de Pérez de Herrasti. Poco
tiempo después, concretamente en 1772, Pedro de Nava, canónigo y fabriquero de la Santa
Iglesia Catedral, envía un memorial al ayuntamiento “en que a nombre de ella
expone que hallándose en disposición de abrir la puerta principal de dicha iglesia,
que es la que está por bajo de la torre nueva, y tener proyectado para más
hermosura y decencia construir ante ella un atrio, esperaba que la Ciudad se
sirviera señalarle en aquella calle el terreno necesario para ello, respecto
que dicha fábrica no impide el uso y serventía de las pocas casas que en ella
existen…”[6] El consistorio accede tras las
correspondientes averiguaciones, marcando el terreno para que de inmediato se
ejecuten las obras para delimitar el atrio de la torre de campanas, aportación
arquitectónica que aún se conserva.
Pocas noticias nos aporta la historiografía
local hasta adentrarnos en el siglo XIX, con los dos sitios y la destrucción,
prácticamente en su totalidad, de la ciudad. Sin embargo, encontramos algunas
referencias a la construcción de las conocidas como salas de contaduría y
capitular, más adelante reseñadas también con el nombre de casa de los campaneros. Hernández Vegas[7]
afirma que en torno a 1760 debe fijarse la “construcción de una contaduría y
sala capitular antiguas, con el mismo perímetro y altura, según consta por
documentos, que las actuales, incluyendo entonces en el edificio una casa al
rincón de Santa Ana, que don Juan de Silva dejó a la iglesia en 1741” . Explica más adelante
que “aquella contaduría y sala capitular debieron de ser tan defectuosa
construcción, que ya en 1792 se trataba de un nuevo plan” para rehacerlas. La
obra no comenzaría “hasta 1804, en que el arquitecto don Manuel Martín informó
que toda la sala capitular, y, sobre todo, la antesala, amenazaban ruina,
siendo necesario apuntalarlas. Hicieron los proyectos el notable maestro
Pereira, de esta ciudad, y el arquitecto citado, siendo elegido el de éste. La
obra se concluyó en 1806, tan a satisfacción del Cabildo, que fue
espléndidamente gratificado José Matías Torrejón por el esmero con que había labrado la sillería de la sala capitular, no
sin que algunos capitulares –dice don Mateo- censurasen el lujo de dicha sillería”. La sólida construcción beneficiaría
notablemente la conservación del claustro en los dos sitios que se avecinaban.
[1] NIETO GONZÁLEZ, José Ramón. Ciudad Rodrigo. Análisis del patrimonio
artístico.
[2] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Op. cit.
[3] NIETO GONZÁLEZ, José Ramón. Op. cit.
[4] NIETO GONZÁLEZ, José Ramón y
PALIZA MONDUATE, María Teresa. Arquitecturas
de Ciudad Rodrigo.
[5] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Op. cit.
[6] A.H.C.R. Libro de actas. Sesión de 27 de mayo
de 1772.
[7] HERNÁNDEZ VEGAS, Mateo. Op. cit.
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