En este espacio, junto a la muralla, se construyeron distintos
edificios particulares, casas y casonas, al arrimo de la antigua puerta de San
Pelayo. De ella dice Jesús Sánchez Terán en su trabajo sobre la fortificación
que “daba al Campo del Pozo, frente a la
iglesia de San Pedro, y tuvo mala fama en algún tiempo. Era la puerta de los
judíos, y por su estrechez, oscuridad y poco tránsito, se prestaba a
escándalos, lo que sin duda, hizo que fuera condenada, según parece, en el
último tercio del siglo XVI.” Aquí, en este entorno se ubicó también la calle
de los Desmayos, según se especifica en el año 1667 en los libros de acuerdos
del Consistorio, precisamente en un momento en el que se baraja, y de hecho se
lleva parcialmente a la práctica, el derribo de numerosas viviendas adosadas al
exterior de la cerca o muy próximas a ella.
La
muralla medieval, que tiene “de alto diez tapias y de
gruesso cassi 8 pies”, según la descripción de Sánchez Cabañas antes de que
fuera “levantadas otras dos tapias”, apostilla el historiador local, era, junto
al alcázar, el símbolo manifiesto de la seguridad, por lo que en los asedios
que sufrió en el medioevo buscaban aportillarla con todo tipo de estrategias.
La cerca que daba a la parte del Campo del Pozo fue el objetivo en el que basó
su asedió a la ciudad Enrique II de Trastámara en 1371, aunque sus intentos
resultaron vanos, pero provistos de innumerables daños en esta parte de la
muralla y, especialmente, de los arraba
les, incluida la destrucción del
convento de Santo Domingo, que se enfrentaba, desde el exterior, al Campo del
Pozo.
Enrique II |
Dice la crónica
del reinado de Enrique II que partió luego el Rey don Enrique de Toro, é fue
cercar á Ciudad Rodrigo, é fízole poner muchos engaños, é facer muchas cavas,
en guisa que cayó un grand portillo del muro; pero tan grande era el invierno
que non la podía combatir, nin le venían viandas de ninguna parte, por las
grandes aguas é invierno que facía; por lo qual non pudo estar allí.
Esta acción era
consecuencia de la “guerra civil castellana que enfrentó a los partidarios del
fortalecimiento del poder monárquico, representado por Pedro I, con los de
Enrique de Trastámara, que ‘capitaneaba una reacción nobiliaria’ y que tendría,
sobre todo después de la muerte de Pedro en el castillo de Montiel, importantes
repercusiones para Ciudad Rodrigo y su sistema defensivo”, significa el
historiador José Ignacio Martín Benito en su estudio El alcázar de Ciudad Rodrigo. Poder y control militar en la frontera de
Portugal.
Ciudad Rodrigo,
en ese momento (1370) estaba guardada por el caballero portugués Gómez Lourenço
do Avellaar, con cien hombres de armas. La crónica portuguesa de Fernando I se
ocupa también minuciosamente del referido cerco de Ciudad Rodrigo: ...Gomez Luorenco soubeo
per emculcas que tragia foro, e no dereito omde emtemdeo que aviam de vijnr,
derribou casas demtro na cidade, e fez emcher cubas de terra e pedra, e granule
bastida de madeira com peitorijs de portas das casas em ella, percebemdosse do
dampno que lhe recrecer podía. Os de fora aeabarorn sua cava, e poserom gram
parte do muro em eomtos; e devisado o día do combato, derom fogo aa cava, e
comecarom combater o logar per quatro partes, por nom emtemderem os de dentro
per homde levavom a cava, creemdo que per nehuuma guisa os da cidade podessem
sofrer a força daquel combato; o qual duramdo per boom espaco, e cada huuns
mostramdo suas forras huuns por se deffemder, e outros por emtrar, arderom os
con tos que tijnham, e cahirom delle bem dezoito bracas todo em torrooens
gramdes huuns sobre outros; da qual cousa os de fora ouverom gram prazer, e
mujtos da cidade ouve hi taaes, que veemdo aquello, cuidaron per forya seerem
emtrados. Os que combatiam, trabalharom logo por sobir per çima do muro que caera;
e poemdoo em obra, virom os de demtro afortellezados daquella parte derribada,
de guisa que matarom delles e feriara mujtos; e maravilhamdosse da sua forra, e
avisamento, afastaromsse a fora, e foi morto huum cavallerio que diziam Monsse
Lemosim, irmaáo do senhor de Leberth. El Rei Dom Hemrique veemdo que com todo o
que lhe feito avia nom a podía tomar, des i por as gramdes chuvas que torvavom
a vijmda dos mantijmentos de que o arreal era ya minguado, determinou de partir
dalli…
Después de dos
meses y medio de asedio el rey se vio obligado a levantar el sitio y dirigirse
a Salamanca y Medina del Campo. Mucho fue el daño que don Enrique infringió a
las murallas que, no obstante, resistieron el cerco. El mismo monarca da cuenta
del intento de derribo de la muralla para tomar la ciudad, en carta dirigida a
la ciudad de Murcia, dada el 9 de marzo en el Real de Ciudad Rodrigo: Facemos vos saber que teniendo nos cercada
esta cibdad de Cibdad Rodrigo, é aviéndole fecho tres cavas en el muro, que la
una dellas cayó antes de tiempo, así que do mandamos cavar para derribar
cincuenta brazas ó mas, non cayeron si non fasta doce brazas en aquel logar do
el muro caído estaba de dentro todo ciego, en manera que aunque el muro cayó
quedó de dentro muy alto, é las otras dos cavas cegándose con las muy grandes
aguas que lizo, de suerte que non pudieron en ellas cavar; é aunque esto ha
sucedido así, sed ciertos que nos la pensábamos cobrar antes de un mes, porque
era imposible poderse defender, pero tan fuerte fue el tiempo de las aguas que
fizo é face, é tan excesiva la fambre que ha en el real por falta de
mantenimientos, que ya las gentes non lo podían sofrir: por lo qual ovimos de
levantar el cerco...
Lienzo de la muralla, con la referencia de los dos torreones y definido por sillares, por donde intentó entrar Enrique II en 1371 |
Con la caída de esos lienzos de muralla, con portillos
abiertos, y la destrucción de las casas en el interior de la cerca por los
miembros de la quinta columna que tenía dentro de la ciudad Enrique II, fue
menester levantar de nuevo los muros y dar una mayor fortaleza a la estructura,
aunque la construcción de las dos torres que ahora definen el espacio no se
concretarían hasta varios siglos más tarde.
Se trataría de reconstruir el
portillo abierto entre las puertas del Sol y de San Pelayo, para lo que ya se
utilizará material que consideran más resistente, posiblemente la piedra
arenisca de Ciudad Rodrigo sacada seguramente de las canteras de Santo Domingo,
muy próximas al convento y ubicadas junto a la muralla y que fueron en
principio compaginadas con calicanto. De ahí la configuración especial de ese
gran lienzo de muralla dispuesto con sillería y que protege el portillo que en
su momento se abrió frente al Campo del Pozo y que, como veremos, volvió a ser
brecha en el asalto de 1706.
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