martes, 12 de mayo de 2015

Dispositivo de seguridad ante el Carnaval de 1934

“Un ruego a las dignas autoridades: Aunque nuestras autoridades gubernativas no necesitan estímulos para cumplir con su deber, pues todas ellas se exceden por llenar su cometido, nos permitimos dirigirles un ruego, haciéndonos eco de sugerencias, salidas de diversas procedencias”[1]. La redacción del semanario Miróbriga estaba preocupada por la elevada delincuencia que, a tenor de la experiencia del pasado Carnaval, pudiera repetirse en el antruejo de 1934. La situación económica y social seguía siendo crítica incluso para la subsistencia de las familias, un panorama que invitaba a buscar insospechadas salidas para acercar a casa cualquier cosa con lo que poder avanzar hasta el día siguiente. No era extraño que aumentasen los delitos al socaire de determinadas congregaciones, una práctica que se venía observando durante las carnestolendas mirobrigenses, pero que, pese a todo, no tenía demasiada trascendencia.

            La redacción de Miróbriga, intentando evitar que se repitieran las prácticas delictivas del antruejo anterior, lanza una advertencia pública: “El año pasado, durante el Carnaval, se cometieron raterías por gente maleante venida de fuera y hubo numerosos intentos de robo. La rápida intervención de la policía evitó mayores desmanes”[2]. Estaba claro que los delincuentes eran foráneos y había que estar ojo avizor: “Aunque se ignora si este año se repetirá la ‘faena’, no estará fuera de lugar redoblar la vigilancia, para que la tranquilidad de Ciudad Rodrigo, que nunca había sido turbada por semejantes hechos, no sufra detrimento y los ‘cacos’ desistan de dirigir sus tiros sobre nuestra ciudad”.
            No es que fuera un revulsivo para que el alcalde, Juan del Valle Santamaría[3], solicitara mayor presencia de la Guardia Civil en Ciudad Rodrigo durante las fiestas carnavalescas. Venía siendo ya costumbre que efectivos de la Benemérita se desplazasen a la localidad mirobrigense para garantizar la seguridad ciudadana y facilitar el desarrollo de los festejos taurinos. Este año se seguiría con la práctica, corriendo el Ayuntamiento con los gastos de desplazamiento y hospedaje de los efectivos de la Guardia Civil destinados a Ciudad Rodrigo. En concreto, aunque ignoramos el número de agentes que reforzaron la seguridad en el Carnaval de 1934, el consistorio desembolsó 76 pesetas por gastos de alojamiento en los establecimientos hosteleros que regentaban Juan Manzano[4], Ambrosio Rodríguez y Miguel Vidal, mientras que el gasto por desplazamiento de dichos agentes supuso un total de 250 pesetas, pagadas por el “servicio de auto” a Luciano González, Feliciano Álvarez y Félix de Anta, un servicio que se efectuó en las vísperas del antruejo, entre los días 7 y 10 de febrero, teniendo en cuenta que el Carnaval comenzaría al día siguiente.

[1] Miróbriga, número del 11 de febrero de 1934.
[2] Ibídem.
[3] Presidió la comisión gestora municipal desde el 21 de octubre de 1933, tras renunciar Severino Pachedo Diego argumentando problemas de salud.
[4] Regentaba el Parador del Arco, sito en la calle Colada, 10, desde mediados de 1916.

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