¡Menos mal! Un
alivio general: “Si don Joaquín [Aparicio Ruano] no fuera el alcalde de Ciudad
Rodrigo, no teníamos corridas. Esa es la verdad escueta”. Así de tajante se expresaba
La Iberia al conocer el resultado de
las gestiones emprendidas y concretadas por el alcalde mirobrigense ante las
dificultades con que se encontraron los comisionados municipales para encontrar
ganaderías que aportasen sus reses al Carnaval de 1920, que se desarrollaría
entre el 15 y el 17 de febrero.
Joaquín Aparicio en una foto de estudio en 1913 |
Nadie parecía saber nada, pero se
evidenciaba un sonado fracaso en las negociaciones o en los contactos con los
labradores y ganaderos. Al contrario que en otras ediciones, no se había
presentado proposición alguna, por lo que Joaquín Aparicio estimó pertinente
recurrir a los medios de comunicación para insertar algún “edicto” que expusiese
la problemática en busca de soluciones. Pero la iniciativa caía en saco roto: a
finales de enero no se había presentado ninguna oferta sobre los novillos de
las corridas. Por eso, cuando en el seno de la Corporación se propone iniciar
los trámites para la subasta de del cierro del coso taurino, algún edil no
tiene reparo en espetar que “sería hacer un gasto sin necesidad”. Enseguida es
corregido por el ínclito Jesús García Romero, un taurófilo concejal, quien
tiene claro que habrá soluciones y que Ciudad Rodrigo no se quedará tampoco
este año sin festejos taurinos carnavalescos. Lo que hay que hacer, opina dicho
edil, es superar los miedos que atenazan la voluntad de los ganaderos, que
temen las consecuencias que se dimanan de la celebración de los encierros y
desencierros. Pero también es claro al afirmar que si eso no se consigue, visto
el manifiesto fracaso de la comisión de Fomento, “probablemente no habrá
corridas”, por lo que no tiene reparo en plantear una solución inmediata: que
las corridas las dé el Ayuntamiento.
La exposición generó un denso y
amplio debate que fraguó en la decisión de que se continúen con las gestiones
para conseguir las corridas y que en la causa se empeñen y “cooperen todos los
concejales”.
Pero, a la postre, esta ardua labor
la asumió directamente el alcalde: “A los asiduos trabajos, a las generales
simpatías que goza entre los ganaderos y labradores nuestro buen amigo Joaquín,
se debe el que no quedara suprimida la fiesta tradicional, la única diversión
que tiene el pueblo en todo el año; por eso los mirobrigenses, sus paisanos, le
deben gratitud y están obligados a demostrárselo en esta ocasión”. No se anduvo
con rodeos el redactor de La Iberia
cuando en las vísperas del Carnaval lanza a los cuatro vientos las gestiones
realizadas por Joaquín Aparicio, sin duda para identificar en la figura del
alcalde el salvador de este Carnaval, el protagonista a quien deben dirigirse
todas las miradas, todos los comentarios de sus convecinos. Y, por supuesto, La Iberia es prolija en ofrecer
detalles: “No se encontraban novillos por ninguna parte; todos los ganaderos se
negaban a facilitar reses. Solo el rentero de va...alverde[1], como
decía el insigne escritor señor Balbuena[2] criticando
a los académicos de la lengua, tiene firmado el contrato de una corrida con un
aumento de 25 pesetas sobre las 75 que hasta el año pasado costó el correr cada
novillo o buey”. Si lo quieres, apoquina. Así de sencillo. En tiempos de
dificultad, parece más fácil sacar tajada.
Pese a que, evidentemente, se estaba
aprovechando de la situación el aludido rentero de Valverde, el alcalde no tuvo
reparos en agradecer su gesto, mientras continúa con las gestiones para
conseguir el resto de las corridas. “Faltaban dos y Joaquín acude a su hermano
Eduardo y a su amigo don Severino Pacheco, hijo adoptivo de esta ciudad, y con
su cháchara jocosa, pero persuasiva, los convence de que entre los tres reúnan
otra corrida, que seguramente será gratuita, pues no han firmado contrato
alguno; y ya hay dos”, enfatiza el de La
Iberia. Y ya solo queda cerrar la última corrida: “En estas apreturas se
acuerda del simpático Ángel Risueño, del Manzano, al que ‘atracó’ el martes último
pintándole la apurada situación en que se encontraba. Ángel, que es un mozo de
los de chipén, amigo de veritad, como
diría Ventosa[3] el separatista
disfrazado”. Y la respuesta, novelada por el redactor del semanario
mirobrigense, fue inmediata: “Yo soy tu amigo y quiero mucho a los farinatos;
yo no firma contrato, doy una corrida en las condiciones que quiera el
Ayuntamiento, pero que conste que no la ofrezco ni me guía el lucro; lo hago
por servirte y servir al pueblo”. He dicho.
Y claro, ante tanto desinterés
pecuniario no queda más que decir que “los mirobrigensesLa Iberia.
han de apreciar en lo
que vale el proceder desinteresado de estos señores y deben contribuir por
todos los medios posibles a que los encierros no se espanten y que al soltar el
ganado no se trate de coger ni maltratar”, se advierte desde
El buen resultado de las gestiones
del alcalde Joaquín Aparicio para conseguir las tres corridas del Carnaval de
1920 también fue avanzado por El Adelanto
unos días antes, en concreto el 10 de febrero, pero Santiago Vegas fue menos
detallista que su colega de La Iberia,
aunque también resume el gesto de los donantes –“gratis et amore”- significando
que tanto el alcalde como su hermano Eduardo destinarán el importe de lo que
deberían cobrar por la corrida “a beneficio del concurso de ganados, que por
iniciativa de ambos señores se celebrará en esta en la Feria de Mayo”. En román
paladino, todos, de una u otra manera, acabaron cobrando por el servicio de sus
reses. No obstante, Severino Pacheco Diego abrió una graciosa espita que tuvo
su trascendencia, como ya hemos vistos en otros post.
[1]
Aurelio Alaejos Paniagua.
[2]
Antonio de Valbuena y Gutiérrez (1844-1929), escritor leonés que fue durante
muchos años un crítico de la máxima popularidad, leído y loado, temido y
vilipendiado, del que se devoraban sus publicaciones, como así lo confirman
algunos testimonios prestigiosos e indiscutibles coetáneos suyos. En 1883
comenzó su labor literaria que le granjeó odios y amores en el mundo académico,
siendo considerado el crítico más duro del país junto con Leopoldo Alas Clarín. Además, Antonio de Valbuena
publicó un gran número de obras atacando a la Real Academia Española, que
consideraba una amenaza contra lengua española. Según afirmó él mismo: “No me
propuse con ello [sus críticas] ganar dinero, ni honores, ni fama, sino
exclusivamente limpiar nuestra hermosa lengua, que encontré maltratada y
corrompida, y devolverla su nativo esplendor”.
[3] Se
trata de Luis Durán y Ventosa, político
conservador, abogado y escritor, ex alcalde de Barcelona (1917), ex diputado
a Cortes, ex senador, ex diputado al primer Parlamento catalán (1932) e
ideólogo principal de la Lliga Regionalista, el gran partido de la derecha catalana.
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