En los
prolegómenos del Carnaval de 1902, que se desarrollaría entre el 9 y el 12 de
febrero con mal tiempo general, se contó con un aliciente inesperado para
algunos avispados mirobrigenses, tan aficionados siempre a los toros y al vino.
Ocurrió, según se recoge en la prensa provincial[1] y
allende la geografía salmantina, que un conocido tabernero de la calle Toro,
del que no se facilita la identidad, “estando descargando una cuba de vino de
treinta y tantos cántaros que traían de la estación del ferrocarril” en un
camión, “rodó al suelo de improviso, rompiéndose de modo tal que se derramó por
completo el líquido, formando en la calle de Toro un gran reguero; mas no se
desperdició, pues hubo gente tan aprovechada que, con platos, tazas, etc.,
recogió cuanto pudo para los días de Carnaval, amén de algún ‘prójimo’ que se
pusiera a beber de bruces con la avidez de un sediento en arroyo cristalino”.
El relato del corresponsal de El Lábaro en Ciudad Rodrigo, fechado el
5 de febrero, deja meridianamente claro el apego de los mirobrigenses por los
caldos, una tradición también de siglos, como puede verse en la profusa
documentación que existe en los archivos locales sobre las viñas y el vino.
El antruejo de este año generó las
primeras noticias, como suele ocurrir siempre, con la divulgación de las
ganaderías que aportarían las reses para los festejos taurinos. A finales de
enero apareció en los medios de comunicación que los ganaderos Ángel Sevillano,
Juan José Sevillano y José Jorge García habían firmado los correspondientes contratos
con el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, aunque a la postre, según recoge la crónica
carnavalesca del semanario mirobrigense La
Justicia, el primer encierro fue facilitado por el ganadero Cesáreo
Paniagua, quien ya apareció reflejado en un breve de El Adelanto de 8 de enero[2], diario
que señalaba igualmente que la tercera corrida sería aportada por Francisco
Martín. Como se aprecia, baile de ganaderos, algo también consustancial al
antruejo mirobrigense en distintos momentos.
Ramón Rubalcaba, gobernador militar de la provincia |
Siguiendo con los preparativos, unos
días antes de comenzar el Carnaval, en concreto el 3 de febrero, el alcalde de
Ciudad Rodrigo, Antonio Posadas Olivares, se dirige al general gobernador
militar de la provincia de Salamanca y de la plaza mirobrigense, Ramón Rubalcaba
y Negrón, solicitándole autorización para el montaje de los alares y la entrada
de los carros que se utilizaban para cerrar las bocacalles, dado que al tratarse
de una plaza de armas cualquier alteración física de su estructura debía contar
con la preceptiva autorización militar.
Rubalcaba contesta inmediatamente al
alcalde mirobrigense, en concreto al día siguiente, “manifestándole que concedo
desde luego mi autorización para establecer los alares o empalizadas necesarias
a la salida de la Puerta del Conde y en el glacis de la fortificación durante
los tres días de corridas de novillos en los próximos carnavales”, pero
matizando que antes de empezar los trabajos “se servirá pasar aviso a la Comandancia
de Ingenieros de la plaza para que sean aquellos vigilados, ateniéndose a lo
que ella determine respecto a la forma y colocación de dicha empalizada”. Y
también concede el gobernador militar autorización para que “los carruajes
puedan entrar y salir en los referidos días por las puertas de San Pelayo y
Santiago[3]”.
Adjudicado el cierre de la plaza, el
montaje de alares y la construcción de los tablados que atañen a la
organización de los festejos –para ediles, empleados y músicos- y con los
correspondientes permisos, todo está listo para el desarrollo de los festejos
taurinos Carnaval de 1902. Como solía ocurrir, sale a colación la otra cara de
la moneda, la sacra, siempre en liza con el antruejo. Y así vemos que el
corresponsal del diario provincial El
Lábaro recuerda que “a la par que nos amenazan las corridas de toretes,
bailes, máscaras y funciones dramáticas en los teatros, vemos varios carteles
anunciándonos cultos solemnes que se celebrarán con actos de desagravio a
diferentes horas y en distintas iglesias los días de Carnaval: en San Agustín,
Tercera Orden de San Francisco, seminario e iglesia de Santa Clara”.
La prensa periódica provincial fue
parca en noticias sobre la celebración del Carnaval de este año. Las únicas
referencias las encontramos en el semanario local La Justicia[4], en
una crónica general en la que destaca que “el tiempo se declaró anticarnavalesco
y sufrimos unos días tristes y monótonos que contribuyeron grandemente a la
desanimación popular”.
La “lluvia pertinaz” fue
protagonista en todos los festejos taurinos, pero “tanto los encierros de los
cornúpetos, como la lidia de los mismos en pruebas y corridas, se vieron
sumamente concurridas por el pueblo todo, ávido de emociones y sobresaltos”. Y
parece que los hubo, puesto que “las cogidas y revolcones abundaron, pero
afortunadamente quedaron reducidos a porrazos sin consecuencia; unas veces
gracias a la oportuna intervención de los torerillos Cuchareta [Aniceto Ajo],
Caparra [Jacinto Romero], Murciano, Sancito, Rubito Chico y Esteritas, los
cuales al par que hicieron constantemente faenas de mérito y lucimiento,
impidieron que muchos de nuestros aficionados visitaran el Hospital...”
Los toros fueron “bonitos, finos y
de buena estampa en su generosidad, aunque con ellos se mezclaron algunos
bueyes cansados del trabajo y hasta de la lidia”.
Con estas escuetas informaciones se
liquidan las referencias a los festejos taurinos del antruejo de 1902, pero
hubo otras diversiones: “Las comparsas y aún las máscaras sueltan han sido este
año casi desconocidas; solo la de moros llamó algo la atención. La dirigida por
el popular Trejo hizo como siempre las delicias del público”.
“Animadísimos” estuvieron los bailes
de Carnaval, “sobresaliendo los del Teatro Nuevo, Sociedad, Panera y Sociedad
Agrícola. En ellos abundaron las máscaras, cultas en su mayoría, y en todos
también hubo derroche de alegría y... confeti. Los bailes del Casino,
elegantísimos y concurridos como nunca”.
Un pero pone el redactor de La Justicia: “De teatros más vale
callar, pues si la concurrencia se ha distinguido por su número y más que nada
por su cultura, en cambio las dos empresas teatrales nos han despachado a toda
prisa con funciones cortísimas que se resintieron en su ejecución, efecto de
esa misma precipitación por acabar pronto para dar comienzo a los bailes”.
[1] El Lábaro, núm. Del 7 de febrero de
1902.
[2] “La
comisión encargada de contratar las corridas de novillos que han de celebrarse
el próximo Carnaval en Ciudad Rodrigo, lo ha hecho de la forma siguiente: el
primer día, se lidiarán los novillos de la acreditada ganadería de don Cesáreo
Paniagua; el segundo, de don Juan José Sevillano, y el tercero de don Francisco
Martín”.
[3]
AHMCR. Caja 300.5.0 Festejos de Carnaval, 1825-1912.
[4] La
Justicia , semanario de intereses generales de la localidad
y su partido. Salía los martes, se imprimía en casa de Viuda e Hijos de
Cuadrado y lo dirigía don Estanislao de Dios.
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