“A pesar de que
el Carnaval va decayendo en todas las poblaciones, bien podemos decir que en
Ciudad Rodrigo es quizá donde menos se nota esta decadencia”. Fue un latiguillo
de referencia que se utilizó antes y después de este año para realzar los festejos
carnavalescos mirobrigenses. Una retahíla que se correspondía también con las
críticas que se vertían sobre el antruejo de la capital salmantina y allende la
geografía provincial, mientras que en otros casos, en donde el elemento taurino
era consustancial al Carnaval, como en Ciudad Rodrigo, Fuenteguinaldo o
Vitigudino, la fiesta mantenía, pese a todo, su gancho: “Este año, si bien no
tanto como en años anteriores, no ha dejado de estar bastante animado”, refería
La Voz de la Frontera. Y todo ello
pese a los esfuerzos que desde el ámbito eclesiástico se hacía para erradicar
fiestas tan paganas como el antruejo: “En todas partes trabajan los buenos a
fin de desterrar de nuestro suelo las gentílicas costumbres del Carnaval. En
Ciudad Rodrigo, además de las cuarenta horas que han tenido lugar en el
seminario, predicando los tres días el Ilmo. señor obispo de aquella Diócesis,
las religiosas de la Compañía de Santa Teresa, que tienen a su cargo la educación
de las niñas en aquella ciudad, no han perdonado medio ninguno para apartar a
las jóvenes del bullicio de dichos días”, recordaba la revista La Semana Católica de Salamanca el 25 de
febrero.
Las referencias al desarrollo del
Carnaval mirobrigense de 1888 –se celebró entre el 12 y el 14 de febrero-
escaseaban. Tardías y un tanto críticas, como venía siendo en cierta forma
habitual en estos años camino del siglo XX. La prensa local estaba representada
por el citado semanario La Voz de la
Frontera, mientras que El Fomento y El
Adelanto copaban la información provincial.
El torero madrileño Nicolás Pérez, Maleño |
En consistorio del 4 de febrero la
Corporación mirobrigense toma el acuerdo por el que se adjudican los tablados
de competencia municipal, los destinados a la organización. Se había registrado
una consulta sobre los “tablados que habrían de construirse para la inmemorial
función de novillos que tienen lugar en dichos días” de Carnaval. Y la
resolución fue que se siguiera como marcaba la tradición: “Que se haga el
acostumbrado para la secretaría, el de la música y el de vaqueros, puesto que
el Ayuntamiento tiene su asiento en el balcón de la Audiencia, y los empleados
municipales, como agentes de orden público pueden colocarse y repartirse entre
todos los tendidos”[1].
Con el retraso habitual en la prensa
provincial, el Martes de Carnaval se anuncia que “las corridas que se han de
verificar en el presente carnaval pertenecen al pueblo de Sancti Spíritus y
según nuestros informes los bichos han de dar bastante juego”, refería El Fomento copiando literalmente una
información de La Voz. También apunta
que los novillos serán lidiados por el reputado y conocido aficionado Nicolás
Pérez, (a) Maleño, de Salamanca -realmente había nacido en Madrid el 6 de octubre de 1866-, y
otros no menos inteligentes de Madrid”.
Pero los agoreros, maldicentes y
demás detractores no se salían con la suya, no encontraban más escusa que la
aversión propia de quienes no comulgan con ciertas tradiciones y buscan
resquicios para lacerar cualquier atisbo de regocijo público: “Las fiestas de
Carnaval terminaron en esta localidad con todo el orden que las caracteriza”,
destacaba el citado semanario local mirobrigense. En resumen: “El teatro y los
bailes estuvieron concurridísimos y la plaza de toros animadísima y
completamente llena, durando la lidia del martes hasta entrada ya la noche, en
la que recorrieron parte de la población algunos novillos escapados, efecto, a
nuestro juicio, de que la presidencia tuvo bemoles, sostenidos, y muchos
calderones”, significa La Voz.
Desde el balcón de la Audiencia las autoridades seguían el desarrollo de los festejos taurinos |
Siguiendo al expresado semanario
sabemos que el Domingo de Carnaval se encerró el ganado a las nueve de la
mañana. Se corrieron en la prueba cuatro novillos “que dieron bastante juego;
por la tarde, a las tres, dio principio la corrida en la que se lidiaron seis
novillos, que propinaron numerosos y tremendos revolcones y fueron primorosamente
lidiados por los aficionados y muy especialmente por el Sevillano y Maleño, que
marcaron con muchísima exactitud todas las suertes. A las cinco y media se desencerró
el ganado sin ningún accidente desagradable”.
El encierro del Lunes de Carnaval
fue a la misma hora que el del día anterior y se desarrolló “muy pacíficamente.
Se corrieron en la prueba también cuatro novillos y desde luego se comprendió
que habían de dar pocos disgustos. A pesar de todo, los seis que se corrieron
por la tarde dieron algunos revolcones. Tan pacíficamente como se encerró, se
soltó el ganado sin el menor incidente”.
Los dos primeros días fue todo, más
o menos, como estaba planteado. El Martes de Carnaval, sin embargo, “no fue
posible encerrar hasta las once de la mañana, efecto de haberse vuelto dos o
tres veces el ganado, habiéndose escapado dos bichos”, por lo que “fue
imposible, por consiguiente, que hubiera prueba”, justifica el redactor de La Voz. “Se corrieron por la tarde siete
novillos que dieron bastantes sustos y revolcones. En esta lidia fue donde más
sobresalieron los aficionados, y muy particularmente el Maleño marcando los
pases de muleta”. Pero si empezó mal esta última jornada carnavalesca de 1888,
el desenlace tampoco fue el esperado, el acostumbrado, aunque, eso sí,
divertido: “En el desencierro, que se hizo a las siete de la noche, hubo
innumerables peripecias, especialmente en la Plaza del Conde, donde entraron
por las agujas dos novillos ocasionando grandes sustos, sin que milagrosamente
y por fortuna hubiera que lamentar desgracias personales”. Y vuelve el redactor
de La Voz a arremeter contra el
presidente del festejo: “En este punto entendemos que anduvo bastante
desacertada la presidencia, pues nos parece que por ningún pretexto debió
consentir que se soltase el ganado de noche, como se hizo”.
En definitiva, como resumen “El
ganado regular el primero y último día, muy malo el segundo; los aficionados,
bastante bien, y muy especialmente, como dejamos dicho, el Maleño y Sevillano.
La concurrencia, bastante numerosa; el tiempo, regular, excepto el segundo día
que cayó una copiosa lluvia que por fortuna cesó a la hora de la corrida. La
presidencia, regular.”
Dejando de lado los festejos
taurinos, en el Teatro Principal se representaron durante las noches de
Carnaval las obras Vivir al día y el
baile español La parranda murciana
durante la primera jornada; La mamá
política, el baile titulado El
esclavo sirio y la “preciosa pieza” Un inglés fueron puestas en escenas el
Lunes de Carnaval, mientras que se cerró el ciclo teatral carnavalesco con Diego Corriente y el baile La mascarada parisién. “La concurrencia
en estas tres noches ha sido numerosísima; los actores trabajaron con gusto y
bien, pero deprisa, siendo bastante aplaudidos”, destaca la redacción de La Voz de la Frontera, aunque aprovecha
la ocasión para darle un tirón de orejas a la empresa organizadora, a quien
exige que “procure no incurrir en errores al anunciar sus funciones, y que
cuando tenga que rectificar los anuncios circulen con profusión las
rectificaciones. Decimos esto porque en nuestro último número nos hizo decir,
al reseñar la ejecución del drama El
soldado de San Marcial, que no se había cumplido lo ofrecido al anunciar el
desfile de la guarnición de esta plaza en los primeros carteles, cosa que no
hubiéramos dicho si hubiese llegado a tiempo a nuestras manos la rectificación
que después hemos visto, en la que se deshacía el error cometido en los
anuncios primeros, y en la que se anunció el desfile que habían de ejecutar las
comparsas, como en efecto se hizo”. Ahí queda esa reprimenda pública.
Por los demás, se celebraron los
bailes de máscaras en los casinos Mirobrigense y La Armonía durante las noches
del Domingo y Martes de Carnaval, con la animación acostumbrada. “También se
han celebrado las tres noches bailes de máscaras en los salones públicos
Sociedad, Teatro y Panera, donde ha reinado la animación y el mayor orden y
compostura”.
[1]
AHMCR. Libro de acuerdos de 1888.
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