En 1810 se produce el asedio de las tropas napoleónicas.
La ciudad se prepara para soportar un sitio que se presuponía largo. La torre
de la Catedral se convierte en polvorín. Se refuerzan con tierra las bóvedas y
se terraplena la puerta hasta prácticamente la base del adarve. El cerco se
concreta el 25 de abril, intensificado a lo largo de las siguientes semanas
hasta que la plaza capituló el 10 de julio. Los mandos franceses eligieron, por
su vulnerabilidad, la zona abaluartada situada entre las puertas del Rey y la
del Conde, pero con principal afectación a la zona más próxima a la Catedral,
la que se podría dominar desde el teso de San Francisco. Las operaciones para
conseguir la capitulación suponen la progresiva destrucción de los muros y,
consecuentemente, la de los edificios, en mayor medida los más próximos al
lugar elegido para practicar la brecha, configurado por el torreón de la Puerta
del Rey: “comenzaron [los franceses] a batir en brecha el torreón del Rey que
quedó completamente derribado el 28 [de junio de 1810].”[1]
La rendición de la ciudad se produjo el 10 de julio: “La guarnición había
soportado un asedio de 72 días, 35 días con las trincheras abiertas, 16 días de
bombardeo y una brecha abierta durante 13 días”, lo suficientemente ancha para
“admitir a 60 hombres en fila”, dijo Herrasti, quien también escribió en su
diario: “El horrible espectáculo que presentaba la fortaleza el día de su capitulación
era el mayor elogio a su defensa; en medio de sus ruinas era casi imposible
distinguir los edificios y pasar por las calles obstruidas por los escombros.
Sólo es necesario contemplar el lugar para conocer cuán heroica había sido su
resistencia. Ninguna casa permanecía intacta y varios caminos estaban cortados
por los escombros”.[2]
Aseguró
Pérez de Herrasti[3] que “todos los edificios
contiguos al expresado frente atacado, hasta un tercio del interior de la
ciudad, estaban a la rendición totalmente destruidos, que el cúmulo de sus
escombros no permitía el tránsito de unos parajes a otros, ni daba lugar a
formar defensas interiores…” De esta manera fueron asolados los pocos edificios
que se habían recuperado en las proximidades de la Catedral tras la Guerra de
Sucesión. Y lo mismo ocurriría con el asedio aliado para recuperar la plaza en
1812, concretado el asalto el 19 de enero. La estructura urbana de lo que más
tarde sería plaza de Herrasti, en homenaje al gobernador, quedó totalmente
abatida. En pie tan sólo unos muros de lo que fueron casas principales, palacios
solariegos de señeras familias mirobrigenses.
Grabado recreando el asalto de las tropas de Wellington a la muralla de Ciudad Rodrigo |
Mateo
Hernández nos hace una somera descripción de cómo quedó el entorno de la
Catedral: “Aún era más importante y costosa la obra de desescombrar todo el
campo enfrente de la torre [de la catedral] y la sala capitular. Por efecto de
los bombardeos se habían arruinado todas las casas que había en aquel sitio
(casi todas del Cabildo) y los montones de ruinas unidos a la inmensa cantidad
de tierra acumulada allí para proteger el depósito de pólvora que estaba debajo
de la torre, formaban una gran rampa continua desde la puerta de la iglesia
hasta la altura de la muralla”.
Cartografía en donde se aprecia la Puerta del Rey y la plaza homónima |
A
13 de octubre de 1827, a
instancia del Cabildo, “el gobernador e ingenieros autorizan para quitar la
rambla en el atrio exterior de la iglesia, haciendo otra subida a la muralla
donde señale el ingeniero”. Así lo hizo el Cabildo, construyendo a su costa la
rampa de acceso que estaba frente a la puerta principal del seminario. Pero
como todavía quedaron hacia la muralla muchas ruinas y escombros, a 11 de
agosto de 1830, “el ingeniero manifiesta al Cabildo que piensa allanar la
plazuela enfrente de la torre, y que si el Cabildo lo tenía a bien, derribaría
los paredones de las casas de fábrica, dejando señalados los linderos.
Precaución inútil, pues a pesar de los linderos, el Cabildo, como había perdido
las casas, perdió también los solares. Así conocimos nosotros aquellos caídos, sin más construcción que un
pequeño cuerpo de guardia y el monumento a los héroes del sitio, hasta que se
construyó en nuestro tiempo el edificio que fue comandancia de ingenieros.”[4]
“Pocos
años después, en 1836, se inauguró el monumento a los héroes de la guerra
contra los franceses; se trata de un templete, sobre una base de piedra con
unas escalerillas, de cuatro columnas monolíticas que sostienen sendos dinteles
con inscripciones que recogen los batallones que defendieron la plaza y la
dedicación del monumento por parte del ayuntamiento y de varios ciudadanos; el
techo es escalonado y remata con un adorno un tanto pesado”.[5]
El monumento se colocó en el centro de la plaza, enfrente de la torre y de la
brecha defendida por Andrés Pérez de Herrasti, a quien el Ayuntamiento de
Ciudad Rodrigo, pocos años después, dedicaría la plaza a su memoria.
Plano de 1810 en el que se aprecia la brecha en la muralla |
Este espacio
urbano perdió prácticamente su protagonismo con la explanación de los restos de
los edificios asolados en los sitios hasta que en 1885 comenzaron los trámites
para levantar la comandancia de ingenieros en unos terrenos que habían pasado a
propiedad municipal, iniciativa a la que ya hemos dedicado un monográfico.
Unos
años después, en concreto en 1945, dentro de una iniciativa municipal para
pavimentar varias calles, el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo consigue una
subvención para urbanizar la Plaza de Herrasti. El Boletín Oficial del Estado de 10 de julio de 1945 recoge una orden
de 20 de junio de ese mismo año procedente de la Dirección General de Bellas
Artes. Se trata de la aportación de 47.909,78 pesetas para desarrollar el
proyecto de pavimentación, firmado por el arquitecto Anselmo Arenillas, de “la
plaza situada delante de la puerta principal de la Catedral, a fin de completar
la obra de arreglo de vías que realiza el Ayuntamiento de la ciudad, con el de
la parte central del espacio que aquellas rodean”[6].
Ya
en 1960 y con el fin de rendir memoria al guerrillero Julián Sánchez, el Charro, la delegación de Sindicatos
cedió los terrenos anejos para la construcción de un monumento junto a la
muralla, en la zona de la brecha. La obra fue encomendada al escultor José Luis
Núñez Solé, siendo inaugurada el 24 de agosto con la asistencia de autoridades
locales y provinciales[7].
De esta época es también la construcción de unas escaleras para acceder al
adarve, lo que supuso la eliminación de la rampa que prácticamente llegaba a
las puertas del seminario, en lo que después sería el patio del extinto colegio
de San José. Precisamente, en 1976, cuando se procedió a la pavimentación de la
calle Estacadilla y al cierre del patio del citado centro docente, al preparar
el lienzo de la muralla, aparecieron los restos de la antigua Puerta del Rey,
que fueron obviados, dejando tan sólo unas marcas en el enfoscado de la pared
para fijar su ubicación, señal que todavía puede observarse con facilidad y que permitiría, en su momento, plantear
alguna actuación para terminar de poner en valor el conjunto de la plaza del
general Andrés Pérez de Herrasti.
Hubo la oportunidad de hacerlo con la urbanización que hace unos años se hizo de la Plaza de Herrasti, cambiando también la ubicación del monumento a El Charro, que precisamente se ha colocado junto a lo que fue Puerta del Rey. Pero no se consideró adecuada esta actuación, con lo que nos tenemos que conformar con la cartografía existente para apreciar el enclave de este vano de la muralla que dio el nombre a esta plaza mientras existió.
[2] HORWARD, Donald, Napoleón y la península ibérica. Ciudad
Rodrigo y Almeida, dos asedios análogos. 1810.
[3] PÉREZ DE HERRASTI, Andrés. Relación histórica y circunstanciada de los
sucesos de la plaza de Ciudad Rodrigo…
[7] El 19 de enero de 1985 fueron
inhumados los restos del guerrillero en una sepultura construida junto al
monumento.
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