La situación de
desesperanza y falta de recursos a mediados de la última década del siglo XIX,
vinculada a los acuciantes problemas coloniales y a la pérdida de valores, parece que también impregnaba
al conjunto de la sociedad mirobrigenses y se constata en la dejación de
funciones a la hora de organizar los festejos taurinos, en esta ocasión
vinculados a la Feria
de Mayo. Baste leer la crónica, más bien crítica, del semanario católico La Semana Mirobrigense[1],
defensor de los intereses morales de los rodericenses, y que hace referencia a
la novillada del 27 de mayo de 1895, todo un alarde de la supuesta decadencia
moral y social que vivía Ciudad Rodrigo y, especialmente, los festejos taurinos
que albergaba una plaza destartalada –la del corral del Hospicio-, con un
desorden organizativo extremo y que llegó a convertirse, si seguimos al pie de
la letra la crónica, en un auténtico esperpento.
Dice así en sus párrafos más significativos: “La corrida de novillos celebrada
en la plaza de toros de esta ciudad el día 27 del próximo pasado mayo, nos hace
protestar con más vehemencia que nunca contra esta clase de inicuos espectáculos, indignos de la humanidad.
Toro saltando la barrera. Grabado de Gustavo Doré |
“Jamás debió consentir la autoridad que se diera tal corrida, no solo
porque la plaza de toros está podrida y es un peligro inminente estar en los
tendidos, de los que hemos vistos hundirse varias tablas, sino porque antes
debió informarse si los encargados de la lidia reunían las necesarias
condiciones y destreza para el caso requerido, aunque lo mejor que pudiera
haber hecho es no consentirlo en ningún caso.
“Sin presidencia, sin autoridades, sin guardia civil, la plaza era un
Babel y ofrecía un cuadro que avergonzaría al Riff.
“Después de haber sido lidiadas a prisa y corriendo tres reses, sin haber
ocurrido incidente digno de mencionarse, salió al fin el infeliz animal
destinado a ser mártir de la barbarie humana.
“Era una res de tres años y cuatro yerbas, había sido lidiada en otras
ocasiones y tenía mucha experiencia. Al intentar los lidiadores ponerle banderillas
les fue completamente imposible hacerlo, y tras largo tiempo en que hicieron
esfuerzos vanos, uno de ellos, mirando de frente al rabo del animal, le plantó
un par de banderillas en las ancas, riéndose después como si hubiera hecho una
gracia. Entonces se colocaron algunos pares más de banderillas por el estilo, siendo
el mejor puesto uno clavado a traición en el vientre de la res.
“Si fue imposible a los diestros
(¡) banderillear, ¿qué no les sería matar?
“La res recibió infinidad de pinchazos en las ancas y en el vientre y al
fin instigada logró saltar la barrera y saliendo fuera de la plaza recorrió
todos los corrales entrando cuando le dio la gana.
“Cuando estaba en medio del redondel volvióse otra vez repentinamente, y
como no se habían cerrado las puertas, quedó de nuevo fuera de la plaza. En uno
de los corrales dio dos tremendas cornadas a un mulo en el vientre, que le
causaron la muerte y poco después hirió en un anca, de alguna gravedad, a la
caballería con que se había hecho el despejo. Cuando quiso y por donde quiso
entró en el redondel y, no olvidando su maña, volvió a saltar repetidas veces
la barrera y a salirse a los corrales, entrando algunas veces por el mismo
toril y amenazando entrar en los tendidos.
“Algunos salvajes, porque no merecen ser tratados de otra manera, llovían
sobre el infeliz animal nubes de enormes piedras, que magullaban su cuerpo,
hasta que, al fin, una de las veces que entrando por el toril corría entre las
barreras, un sujeto particular le dio el cachetero, muriendo poco después dando
bramidos lastimeros que conmovían las piedras, pero no los duros corazones de
los hombres…”
Más adelante, La
Semana
Mirobrigense , en su número de 29 de agosto, vuelve a
insistir con acritud en el resultado de la feria agosteña: “¿Pero qué feria ni
qué ocho cuartos? ¡Si esto merece llamarse feria que venga Dios y lo vea! En
primer lugar merecen describirse los festejos, para organizar los cuales de
fijo sudaría la Comisión.
¡Vaya unos festejos! Ni siquiera se realizaron los que anunciábamos hace dos
números por habérnoslo comunicado el Sr. Alcalde[2]. La Florida no se iluminó, las
corridas de aros nadie las presenció, las cucañas nadie las vio, la feria no se
adelantó y, lo que es peor, el pueblo pagó. ¡Oh! De modo que todo se redujo a música ¡y gracias!”
[1]
PEREIRA, Jesús. Ibídem, número de 29 de abril de 1928. “La Semana Mirobrigense.
Semanario católico, defensor de los intereses de esta ciudad. Se publicaba los
domingos y se imprimía en casa de Ezequiel García. La dirigía don Jesús Valls
Doménech y escribían, además de este, don Miguel Pérez y don Pedro Hernández
Moro. Salió el primer número el 23 de septiembre de 1894 y vivió hasta 1896” .
[2] El
alcalde en estos momentos es Aquilino García Carvajal, quien ocupó esta cargo
entre 1 de julio de 1895 y el 30 de
junio de 1897.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página.