miércoles, 8 de abril de 2015

El primer Carnaval del siglo XX

Empieza el siglo XX en Ciudad Rodrigo saludado por el único periódico que en ese momento se editaba en la localidad rodericense. Miróbriga[1]el 6 de enero de 1901 publica su primer número de la estrenada centuria con un “elogio merecido” a Ciudad Rodrigo, redactado desde Madrid por Antonio Martín Rubio, colaborador eventual del semanario, quien entre otras cosas afirma que “Miróbriga tiene vida propia, no necesita de nadie para engrandecerse; los brazos esforzados de sus hijos son más que suficiente para sostenerla a la altura que se merece”. Y respecto al nuevo siglo que se inicia, Martín Rubio exclama: “¡Qué nos importa que haya terminado el siglo con la pérdida de nuestro poderío colonial, si volvemos la vista al pasado y nos encontramos con que comenzó para nosotros de una manera tan admirada por todos los hombres de valor y aún por nuestros mismos enemigos! Así pues, reunámonos todos, trabajemos todos en la grandiosa obra de la regeneración de nuestra patria y, basados en el adagio de que ‘la unión es la fuerza’, hallaremos el medio de reconquistar lo perdido y que por derecho propio nos pertenece”.

            La resaca del 98 había generado reacciones patrióticas en diversos ámbitos, pero la degeneración que había provocado dejó gravemente herido a un país que lo había sido todo y que ahora deambulaba sin punto de mira alguno, pese a los ánimos que se intentaron dar especialmente a los sufridos habitantes, a los vecinos que son, a la postre, los que pagan siempre los platos rotos de una generación de políticos más que cuestionada.
            La vida, sin embargo, seguía por otros derroteros. El 13 de enero se celebró en el Teatro Principal de Barcelona lo que en principio se consideró un mitin antitaurino[2], del que el semanario Miróbriga se hizo eco en un breve, un acto abolicionista “contra las corridas de toros, pero no las del Carnaval de Miróbriga. No se alarmen los farinatos”.
            Y comienzan, como siempre, los trámites habituales para la celebración del Carnaval de 1901, que se desarrollaría entre el 17 y 19 de febrero con la solicitud del permiso gubernativo, la subasta del cierre de la plaza, colocación de alares, construcción de tablados y la contratación de las corridas a los ganaderos del entorno de Ciudad Rodrigo. El 30 de enero se firman los contratos con los ganaderos, estableciéndose que la corrida del Domingo de Carnaval, que contará con 10 novillos de más de tres años, será aportada por Marcelino Marcos Blanco, de Ciudad Rodrigo; la del lunes contará con novillos del también mirobrigense Antonio Moro y la del martes se contrata a Ramón Honorato Agudo, de Sahelices el Chico y rentero de Ledín.
            “Las corridas de los tres días –se afirma en el citado semanario mirobrigense- merecieron la calificación de buenas las dos primeras y la de superior la tercera”. Es el resumen de aquellos acontecimientos taurinos de un Carnaval “sin que en el concierto de las diferentes y variadísimas notas, que le son aquí peculiares, hubiese una sola discordante y perturbadora de la paz, la alegría y la fraternidad que siempre han reinado en nuestros tradicionales festejos”, aunque, como veremos más adelante, hubo algunos percances taurinos de relevancia que ocasionaron heridos graves.
Anuncio en prensa sobre la novedad que suponía contar con confeti y serpentinas para el Carnaval de 1901
            Jacinto Romero y Aniceto Ajo, Caparra y Cuchareta en el ámbito taurino, fueron dos de los protagonistas del Carnaval de 1901. Ambos, “jefes de los peones, como asimismo estos, trabajaron con ardor y entusiasmo juveniles” Caparra “capeó muy bien algunos toros y sobre todo el cuarto del martes, que resultó un novillo superiorísimo. Cuchareta no quiso demostrarnos sus adelantos en el arte de Pepe-Hillo hasta el quinto de aquella misma tarde, que se portó como un toro de verdad, y por su bravura, estampa y nobleza, se hizo digno de la distinción del maestro, que lo capeó como sabe hacerlo y le señaló varios pares con todas las circunstancias que el arte exige; y sobre todo uno que brindó a nuestra laureada banda, la cual durante la faena del diestro ejecutó entre los vítores y el entusiasmo general el pasodoble Machaquito. Y... el delirio. Vivas a Honorato, dueño de la corrida, bravos a Cuchareta y a la banda y a la colonia portuguesa que nos obsequió. Vamos, en aquellos momentos nos pareció presenciar una corrida de toros de muerte y de verdad, tanto por las circunstancias del toro, cuanto por las que le rodeaban”.
Fotografía publicada en El Adelanto
            Viene a colación recordar que las reses que participaban en los festejos taurinos carnavalescos, incluidas las de la corrida vespertina, no eran de muerte. Las corridas con novillos de muerte llegarían al Carnaval de Ciudad Rodrigo en 1929, tras la orden ministerial del general Miguel Primo de Rivera que rescataba la prohibición de las capeas populares, un ardid del alcalde José Manuel Sánchez Arjona, el Buen Alcalde, para que se siguieran celebrando los actos taurinos carnavalescos tras la reunión que mantuvo en Madrid con el citado presidente del gobierno.
            Habíamos adelantado que en los festejos del domingo, tras la corrida vespertina y “cuando pasaba el ganado por la calle de Madrid para salir al campo, uno de los novillos lidiados enganchó al vecino de esta ciudad Alfonso Gil Blanco, de oficio hortelano, dándole una tremenda cornada en la ingle derecha y arrojándole a bastante altura. Quedó en estado gravísimo y le han sido administrados los últimos sacramentos”, apuntaba en caliente el corresponsal destacado por El Adelanto en Ciudad Rodrigo. También refería que en la plaza hubo otras dos cogidas de poca importancia y, respecto al ambiente, señalaba que “hay mucha gente forastera, bastantes salmantinos y mucha animación”.
            Afortunadamente, Alfonso Gil Blanco se recuperó al poco tiempo de su cornada, al igual que ocurrió con Antonio Bernal Sánchez, volteado por otro toro en la plaza también en la mañana del Domingo de Carnaval, y con Miguel Collado Arroyo, que fue cogido en la tarde del martes.
            Por otra parte, en las páginas del citado semanario se coló una broma propia del ambiente festivo que se respiraba en esos días. En un breve se anunció que en la noche del Domingo de Carnaval, “si mal no nos han informado, llegará a esta ciudad un émulo de D. Tancredo, que sobre una columna de hierro de 15 metros de altura por siete y medio de diámetro colocada en la Plaza Mayor esperará con la mayor serenidad y sangre fría a todos los novillos que han de ser lidiados estos días de Carnaval. Probablemente, por humanidad, no se permitirá tan arriesgada suerte”.
            En la crónica social el semanario Miróbriga señala que los “teatros y los salones de baile también resultaron concurridísimos y animados, y en ellos imperaron la alegría, la belleza y la paz. En ellos y en la plaza de toros lucieron las lindas farinatas vistosísimos y ricos trajes de charras y de máscaras”. Abundando en materia, y ceñido al flamante Teatro Nuevo y al resto de locales de ocio, dicho semanario destaca que “grandes funciones lírico-dramáticas y a seguida de ellas bailes en el mismo coliseo; concurridísimo baile en el salón del Círculo de la Amistad y baile también en el local que ocupa el café, animado y concurrido, y en el cual ejecutaba bonitas piezas la aplaudida rondalla titulada La Española”.
            Continúa el redactor de Miróbriga señalando que “en todos los espectáculos se hizo derroche de gracia, hermosura, donaire y riqueza por las bellas mirobrigenses y forasteras que a honrarlos concurrieron, tanto con los vistosísimos y ricos trajes con que adornaban sus talles, cuanto por los de máscara que vestían, llamando extraordinariamente la atención del público las simpáticas y bellas África Mateos, de piamontesa; la misma de bebé y Pura Domínguez, de niñera asturiana; las hermanas Josefa y María Herrero, gitanillas trasportadas del barrio de Triana para derramar aquí la sal andaluza; y Concha Hernández Salicio, María Luis Sanz, Francisca Muñoz, Aurora Montes, Luisa Aparicio y D.ª Purificación Vello de Sánchez, que llevaban riquísimos y clásicos trajes de charra, con la sal y majestad de la tierra”.
            Afirma también el cronista mirobrigense que “durante las representaciones teatrales riñéronse en el amplio y magno coliseo verdaderas batallas de serpentinas y confeti, saliendo vencedora la colonia lusitana fina y distinguida que a todas partes dirigió sus certeros y obsequiosos tiros, y sobre todo a la platea ocupada por nuestra dignísima primera autoridad militar y su distinguida familia, y entre las cuales figuraron las bellas hijas del Excmo. Sr. don Miguel Sanz, Srta. María Luisa y doña Anita, luciendo gallardamente hermosos y riquísimo trajes de charra; y al palco número cuatro en que estaban el Sr. Casillas y sus bellas y simpáticas hijas y Srtas. Pilar, Pura y Enriqueta, y Luz Íñigo y Josefa Martín, esta de Vigitudino, las cuales platea y placo fueron el blanco predilecto del nutridísimo y mágico serpenteo de nuestros galantes vecinos”.
            Por último, el redactor se acuerda igualmente de los bailes de La Panera, que “estuvieron también muy concurridos y animadísimos, pero no tanto los de la Sociedad y del Teatro Principal”.


[1] PEREIRA SÁNCHEZ, Jesús. Prensa mirobrigense. Coleccionable publicado en el semanario Tierra Charra. En referencia al periódico Miróbriga afirma que era un “semanario de intereses generales de la localidad y su partido. Salió el primer número el 28 de enero de l900 y murió el 20 de octubre de l901, constando su colección de 86 números. Se imprimía en casa de Viuda e Hijos de Cuadrado y salía al público los domingos. Lo dirigía don Juan Ballesteros y además de este, escribían don José Escanilla, don Pedro Hernández Moro y don Mateo Hernández Vegas. El fin del periódico, casi exclusivo, fue la campaña y propaganda en pro de la Exposición Regional de Artes e Industrias celebrada en Ciudad Rodrigo en mayo de l900, de cuya comisión organizadora fue el órgano oficial. Publicó los retratos de los individuos de dicha comisión y algunas vistas de Ciudad Rodrigo.
[2] Diario ABC, del 7 de enero de 2007. Fiesta de toros en Barcelona, por Antonio Santainés Cirés: “El 13 de enero de 1901, en el Teatro Principal de Barcelona se celebró un mitin abolicionista en el que tomó parte el doctor [Bartolomeu] Robert. Subrayó que había espectáculos más censurables, citando la explotación de la infancia y al describir los ejercicios que hacen los niños en el circo arrojándose del trapecio exclamó indignado: ¡Qué toro, ni que caballos! ¡La vida de todos estos irracionales no vale un solo instante de peligro de estas tiernas criaturas!”

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