Recupero hoy la senda emprendida con el supuesto origen de la Diócesis de Ciudad Rodrigo con un nuevo capítulo. Ya no son tan legendarios los datos que nos ofrece fray Gregorio de Argáiz, cronista benedictino, en su teatro monástico civitatense; ahora nos encontramos con referencias históricas contrastadas en la historiografía al uso, por lo que le daremos el justo valor que tiene la información que nos facilita el citado cronista, pero sin distraer el ojo crítico que al relato hay que concederle. El fraile de la orden de San Benito nos cuenta en esta nueva entrega los sucesos más destacados que afectaron a Ciudad Rodrigo hasta la erección de la catedral, pasando por la creación de la orden de Alcántara en territorio civitatense y la fundación de los primeros espacios conventuales. Dejemos que nos lo cuente Gregorio de Argáiz, recordando que todo lo que sigue es literal de la referida obra.
CAP. VIII
1. Sucessos de Ciudad Rodrigo, hasta que se restauró su cathedral.
2. Principios de la Orden de Alcántara.
3. Fundación del monasterio de Santa Águeda.
1. Quedó esta ciudad, y tierra
con la muerte de su prelado, y rigores de los moros, destruida totalmente;
porque aunque por huir los christianos a lugares fuertes, y dexándola
desamparada, pudieran los árabes repararla, y vivir en ella, con todo esto no
lo hizieron, sino que la dexaron que el tiempo, y los elementos acabasen de
deshacer lo que ellos avían començado a executar. Duró en poder de los moros
esta tierra cerca de treinta años; porque llegando el de setecientos y quarenta
y quatro, la ganó a los infieles el rey don Alonso el Católico. Dízenlo el
obispo Sebastiano, y la General lo da a entender (aunque confusamente) porque
dize ganó a Zamora, y a Ledesma: Et ganó
de los moros estas villas que se siguen, Ledesma, Namancia, la que aora dizen
Zamora... todas las mariasmas de Galicia. Teniendo, pues, por suya a
Ledesma, que tan vezina está de Ciudad Rodrigo, consequencia es que ganó
también la tierra de Ciudad Rodrigo; y muéstralo esto la fundación del
monasterio de San Ioan de Santibáñez, cerca de Miranda del Castañal, de que
traté en el Teatro de Salamanca, capítulo diez y siete.
Miniatura de Fernando II de León |
2. Passó después dependiente de
Salamanca cerca de quatrocientos años: y la primera vez que las historias la
nombran; es el año de mil ciento y quarenta. En este, dize Gil Gonçález, que
los ciudadanos de Salamanca la ganaron a los moros con el obispo don Berenguel,
y la unieron a la Corona real, por cuya causa premió el emperador muy bien al
obispo, aunque era pueblo abierto: y desde aquí adelante se van aumentando sus
memorias con sucesos, que iban passando en ella muy calificados. Uno fue la
institución del orden militar del Pereyro, llamado Alcántar. Di cuenta de ella
en el Theatro de Salamanca, cap. 38, y ahora solo añado cómo fueron sus
principios en este obispado de Ciudad Rodrigo, ribera del río Coa: y el primer
monasterio que tuvo el orden de San Benito en esta sazón, fue el de San Iulián
de Luna, o el Pereyro. Sus principios fueron de hermita; su primer morador
Amando, que aviendo sido soldado en la expedición Hierosolimitana con el conde
don Enrique de Lorena, volvió después a España, y desangañado del mundo, se
retiró a la ribera del río Coa, y junto a unos perales edificó, o restauró la
hermita de San Iulián, que por aquellos árboles llamaron del Pereyro. El orden
cisterciense entró luego en su possessión, cuyos religiosos, y freyles fueron
el principio de aquella religión militar, que vivieron allí algunos años,
siendo cabeça de esta casa, hasta que se passaron a la villa de Alcántara,
cuyos progressos puede verse en el maestro Yepes, tom. 7.
3. El segundo monasterio començó
casi con la restauración que ay de más nombre de Ciudad Rodrigo; porque fue
quien la levantó el rey don Fernando el segundo de León. Avía cerca de esta
ciudad una iglesia dedicada a Santa Águeda, cuyos principios se ignoran: y como
viesse que la ciudad iba en aumento, quiso poner en ella monges de la
reformación cluniacense, y aviéndola entregado a uno llamado Ato, y unídola con
el monasterio de Cluni, lo hizo saber al concejo de Ciudad Rodrigo por su carta,
que se puede ver en el maestro Yepes.
Los
sucesos que por él han passado, han sido muy desiguales de la ciudad, y
dexándolos para el dicho autor, proseguiré con los principales de este theatro.
Assí digo, que aviendo passado hecho lugar abierto, confome lo que avía
padecido esta ciudad, llegado al reyno de León don Fernando el segundo, hijo
del emperador don Alonso el séptimo, trató de restaurarla, y fortalecerla de
modo, que fuesse un presidio muy bueno para defensa del reyno de león por
aquella parte, no solo contra los moros, sino contra los portugueses. El
arzobispo don Rodrigo dize, que fue aconsejado en esto de un portugués
tránsfuga, que aviéndose passado a León, huyendo del rey de Portugal, le dio
este arbitrio de fortalecer a Ciudad Rodrigo, como lo hizo, dando el cuidado de
la obra al conde don Rodrigo, por cuya causa vino a tomar aquel adjunto, que el
de ciudad ya hemos visto que lo tenía desde el tiempo de los romanos.
Las
primeras medras que tuvo dieron mucho cuidado a los ciudadanos de Salamanca:
dizen que aquella ciudad pertenecía a su jurisdición, y que era disminuírsela
mucho acortándole los términos. Procuraron estorvarlo por las armas, gobernadas
por el capitán Nuño Rabia. Formaron exército contra la voluntad de don
Fernando, y llegó a tanto, que se dieron batalla en Val-Muza, si bien los
venció el rey, castigando a Nuño Rabia, y los demás culpados.
San Isidoro, según Bartolomé Esteban Murillo |
Ayudó
también a esta restauración el doctor de las Españas San Isidoro, como lo
escribe el arzobispo don Rodrigo; porque la defendió de un grande exército de
moros, guiados de don Fernando Ruiz de Castro, que llamaron el Castellano, cuya
relación escriviré con el estilo de la Historia General, que le copio sus
palabras: Passóse a los moros (dize
de este cavallero)... de si tornóse con
grande muchedumbre de moro et, vino a prisa allí, o es Ciudad Rodrigo, por
tomar el logar, et que los pobradores, como eran nuevos, que se non guardarían:
mas según cuenta aquí la Historia, paresció aquí en visión San Isidro al
sacristán que guardava su iglesia allí, velando en el sagrario et mostrole en
aquella visión la venida de aquel Ferrán Ruiz de Castro, et la muchedumbre de
los árabes, que venían con él, et mandol que fuesse apriessa, et que mostrasse
a don Fernando, rey de León. Et quando el rey don Fernando esto oyó,
agradesciol mucho a Dios, que el queríe guardar el su puebro, le mostrava el
peligro, que le veníe; porque se estorvasse; él guisasse priado, muy
librevemente, et vino apriessa en acorro de sus christianos a Ciudad Rodrigo,
que estavan hi cercados. Et la puebra de la ciudad no era aun cercada de muros,
según lo cuenta el arzobispo don Rodrigo. Et los pobradores del logar tomaron
estonces a prisa, como varones, carros et carretas, et carrales, et cubas,
vasos, arcos, lechos, et cabrios, et las otras maderas que auver podieron, que
para ello fuesse menester, et pusieron todo en cerco aderredor de la puebra,
fasta que llegasse el rey don Fernando de León. Et este rey don Fernando nunca
fuera vencido de fecho, nin menos de corazón, et fiando en el Señor, et
confortado en la muestra de San Isidro, assí como llegó a Ciudad Rodrigo,
començó a ferir muy de recio en los que la teníen cercada, et de tan recio
ferió en ella, et tan atrevidamente, que tanta muchedumbre mató, que apenas
podía ser quien los contase, et de los que fincavan, los unos fugeron con miedo
de la muerte, et a lo otros cativó, et cercó su Ciudad Rodrigo.
Esto la General.
De donde sacaron todos los principios della, no aviendo sido, sino
restauración, como se ha visto. Lo mesmo da a entender más abaxo, que contando
las guerras del rey don Alonso Enríquez de Portugal con don Fernando, dize lo
hazía: Pesandol, et doliéndose de aquello
que el rey D. Fernando de León pobrava en Ciudad Rodrigo. De suerte, que
esta fue la segunda planta suya, corriendo el año de mil ciento y setenta,,
poco más, o menos; y aviendo pretendido con dos batallas destruir esta ciudad,
e impedir su población el enemigo del linage humano, tomando por instrumentos
las armas de dos caudillos christianos, como Fernando Ruiz de Castro, y don
Alonso Enríquez, y llegando este rey a dar batalla al rey de León de poder a
poder por medio del príncipe don Sancho el primero, hijo suyo, en un lugar, que
el arzobispo don Rodrigo llama Argañal, de que salió también con victoria con
muerte de muchos portugueses.
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