Aunque pensaba dejarlo para más adelante, ya que ayer publiqué la crónica social del Carnaval de 1925 y anuncié que en su día escribiría del capítulo taurino, puesto que generó indisimuladas controversias en la población, finalmente me he decantado por seguir con aquel Carnaval de hace 90 años y explicar lo que sucedió en el seno de la corporación mirobrigenses a la hora de contratar los novillos.
Calixto Ballesteros, alcalde de Ciudad Rodrigo |
Desde que Miguel
Primo de Rivera se sublevara en Cataluña contra el gobierno y protagonizara el
golpe de estado del 13 de septiembre de 1923, Ciudad Rodrigo vivió un baile de
alcaldes. El abogado Manuel Martín Cascón había sustituido al doctor Abelardo
Lorenzo Briega a principios de octubre de 1923, en plena ebullición de la
dictadura; cuatro meses después, tras la dimisión de aquel, asumió la
presidencia del ayuntamiento mirobrigense el industrial Calixto Ballesteros
Rivero, quien aguantó en el cargo lo que se dice un carnaval –apenas mes y
medio- como consecuencia de la promulgación del Estatuto Municipal el 8 de
abril de 1924[1], norma que pretendía
regenerar la vida de los consistorios para descuajar el caciquismo imperante,
pero que realmente nunca se puso en marcha. Fruto de esa iniciativa,
Ballesteros fue sustituido por el también laborioso industrial Santiago Martín
García en la citada fecha, presidiendo la corporación[2] que
se encargaría poco más que de la organización del Carnaval de 1925 –también de
los actos de inauguración de las obras del pantano del Águeda, continuando, por
otra parte, con la ejecución del proyecto de abastecimiento y alcantarillado de
la población-, puesto que el baile de alcaldes se ampliaría con varios
protagonistas más hasta la llegada del que sería bautizado políticamente como
el Buen Alcalde, José Manuel Sánchez-Arjona y Velasco, aupado a la alcaldía el 8
de noviembre de 1926.
Pese a la dictadura de Primo de
Rivera, públicamente el ayuntamiento de Ciudad Rodrigo seguía siendo
“constitucional”. Así se pone de manifiesto al iniciar los trámites para la
organización del Carnaval de 1925 –se celebraría a partir del 22 de febrero-
cuando el alcalde, Santiago Martín, envía un anuncio para su publicación en los
dos semanarios locales, Miróbriga y
el recientemente aparecido El Eco del
Águeda[3], pidiendo
a los ganaderos que continuasen colaborando con la organización del antruejo y,
por supuesto, cediendo gratuitamente las reses[4], como
se había hecho en anteriores carnavales.
Anuncio publicado en el semanario Miróbriga |
El anuncio era fruto del acuerdo
adoptado por la corporación en la sesión del 27 de diciembre. No parece que
fuera la fórmula más adecuada una simple inserción publicitaria. Los alcaldes
precedentes habían tenido, al menos, la gallardía de suplicar a los ganaderos
pudientes la cesión del ganado o de convocarles a una reunión para entrevistarse
con ellos, acciones que habían dado sus frutos. Un anuncio parecía demasiado
frío para tocar sensibilidades, sobre todo después de que ciertos elementos
mirobrigenses hubieran vuelto a las andadas espantando y maltratando las reses,
como había ocurrido en algún momento de las últimas ediciones carnavalescas.
Parecía, y se llegó a entender así, que el nuevo consistorio adolecía de cierta
incapacidad para la gestión municipal, empañada o disfrazada de una indolente
cobardía para arrostrar la situación que evitara anteriores dispendios en la
organización de los festejos taurinos de las carnestolendas.
Espoleados por los crecientes
comentarios públicos, invectivas que iban minando en el seno de la corporación,
se crea una comisión municipal en la que toma protagonismo Calixto Ballesteros,
avezado en estas lides y que conservaba buenas relaciones con algunos ganaderos
del entorno. Había que dar un golpe de efecto para acallar dichas críticas. El
22 de enero se publica en El Eco del
Águeda los primeros frutos de la intervención del exalcalde: “Ha
conseguido, en sus gestiones, que don Severino Pacheco haya concedido
generosamente dos corridas, una de novillos y otra de vacas bravas para el
Miércoles de Ceniza, en el caso de que esta corrida sea autorizada”. Estaba
bien, pero qué pasaba con el resto: “Algo sabemos –afirma el redactor del
citado semanario local- de que otros ganaderos se han negado a dar sus ganados
para las corridas de nuestro incomparable Carnaval”. Y el redactor intenta
ayudar en las gestiones tocando la recurrente fibra sensible y patriotera:
“Como no podemos creer que nadie que se llame mirobrigense sea capaz de restar
brillantez a nuestras fiestas, unimos nuestra petición a la de la comisión,
rogando a todos nuestros ganaderos que no tomen en consideración aquello que
sabemos les ha molestado y que vale más que nuestros carnavales no decaigan a
que una petición esté mejor o peor hecha...” Las formas habían fallado, estaba
claro, y los potenciales ganaderos donantes consideraban que no se les había
tratado como esperaban, vistos los antecedentes inmediatos.
La controversia llega
inevitablemente al seno del consistorio. El alcalde, en la sesión del 2 de
febrero, explica las gestiones realizadas para la consecución de las corridas
de novillos, incluida la inserción en prensa del referido anuncio y sus
evidentes consecuencias: “Ha dado lugar a comentarios, diciéndose si el alcalde
es un tío así o un tío del otro modo”, pero algo se ha conseguido. Por de
pronto y hasta esta fecha, se cuenta con 13 novillos para nutrir los festejos
taurinos. Seis los aporta Severino Pacheco –“a quien por su desprendimiento
merecía llamarse excelentísimo señor”, apunta el alcalde-, así como el referido
encierro de vacas para el Miércoles de Ceniza; cinco facilitará el otro
ganadero altruista, Luis Bernaldo de Quirós; los dos restantes novillos
procederían de las vacadas de Eladio Sierra, de la dehesa de Ravida, y Lucas
Hernández, de la alquería de Tejares.
Recorte del semanario Tierra Charra elogiando la trayectoria y bonhomía del ganadero Severino Pacheco |
Tras esta sucinta exposición,
Santiago Martín confiesa con certidumbre su pesar, anclado en los comentarios
públicos: “Para este ayuntamiento se conocía que no había novillos gratuitos
como para los anteriores, sin duda porque somos unos peleles o, como el señor
Rubio[5] dijo,
de poco pelo, lo que haría necesario que se pagaran”.
La situación no era nada edificante.
Se decide atajarla como sea, designando una nueva comisión municipal con el
objetivo de conseguir los novillos, “aún [buscándolos] debajo de tierra, para
demostrar que tenían lo que los demás hombres”. El cabreo y la desazón eran
palmarios. La afrenta pública a la que se estaba sometiendo a la corporación
estaba minando todo viso de credibilidad. Por eso había que conseguir los
novillos como fuera, al precio que fuera, pero sin olvidar a los ganaderos
donantes, con quienes se estaba en deuda. En esa línea se expresó Fernando Díez
Martín, primer teniente de alcalde, al proponer que “a los señores que den
gratis las corridas se les entregue una cantidad para los gastos que se les
originen y un voto de gracias”, mientras que el edil Segundo Lobato Plaza
matizó que “se les indemnizara con arreglo a las corridas de pago”. Ambas
propuestas cayeron en saco roto, manteniéndose el criterio esbozado por la
alcaldía y que, en base, suponía la creación de una comisión que se conjurase
para conseguir los novillos y demostrar que los tenían bien puestos y,
lógicamente, que no eran unos inútiles. Finalmente, la comisión quedaría
integrada por los concejales Esteban Bravo Prieto, Fernando Díez Martín,
Antonio Mateos Rico y Andrés Blanco García.
Como posesos buscan novillos por
doquier. Recorren Sancti Spíritus, Fuenterroble, El Pito, Villavieja de Yeltes,
Yecla de Yeltes, Bogajo y Bañobárez, pero no consigue cerrar ningún acuerdo,
pese a ofrecer dinero por la cesión de las reses. Nadie parecía estar dispuesto
a facilitar el ganado. Lo había, como fue el caso de ganaderos de Bañobárez que
disponían de dos corridas, “pero enterados de los malos tratos que a los
novillos se han dado en años anteriores se negaron rotundamente a entrar en
negociaciones, no bastando la oferta por parte de la corporación de hacerse
responsable de ellos el ayuntamiento una vez puestos en el antiguo monasterio
de La Caridad”, se apunta en un suelto de Miróbriga
del 8 de febrero.
No se podían amilanar pese a los
reveses continuos. Tenían que perseverar en sus gestiones y por eso se suma a
la comisión el propio alcalde para recorrer Fuenteguinaldo y otros pueblos de
su entorno en busca de novillos, aunque tenían serias dudas de que fructificase
la iniciativa por el ambiente creado por el supuesto maltrato del ganado.
Fotografía de Agustín Pazos de uno de los encierros del Carnaval de 1925 |
Pero todo esfuerzo tiene su
recompensa: “Por fin y después de movidas y laboriosas gestiones, ya puede el ayuntamiento
ofrecer al pueblo el cuadro completo de las corridas que han de tener lugar en
nuestra ciudad en las típicas fiestas carnavalescas”, anuncia en portada El Eco del Águeda el 12 de febrero. “Es
verdad que ciertas dificultades, originadas por algunos errores iniciales y por
el concepto que algunos ganaderos tienen formado de nuestras corridas, debido
al ligero proceder con los ganados de algunas, bastantes, de las personas que
concurren a ellas, dificultaron en un principio las gestiones, pero también es
verdad que el amor al pueblo y a sus carnavales, de sus verdaderos y
predilectos hijos, vencieron los inconvenientes y solucionaron de todo punto la
situación, que en este aspecto ya comenzaba a inquietar a los mirobrigenses”,
puntualizaba el redactor del citado semanario local. Y, al final, la comisión
municipal consiguió que, de nuevo, las corridas fueran gratuitas, con lo que
“ya pueden, pues, respirar satisfechos los entusiastas de nuestras pintorescas
fiestas y los que no acertaban a ver en el problema suscitado una cumplida y
rápida solución”. Claro que habrá que intentar evitar que se repitan los
desmanes de anteriores ediciones, “no solo por civismo, sino por agradecimiento
a los ganaderos que tan generosos se han mostrado”, exigiendo que “desaparezcan
totalmente los actos, aislados, pero no por eso menos desagradables, de algunos
juerguistas que este año tanto han entorpecido los trabajos del ayuntamiento”,
se apunta desde El Eco del Águeda con
la advertencia de que “la corporación municipal y su activo presidente tienen
el decidido propósito de imponer su autoridad, si preciso fuera, en evitación
de desmanes”.
La referida publicación
facilitaba el orden y composición de las corridas, pero la nómina quedaba
abierta a ciertas combinaciones. Finalmente, el 19 de febrero El Eco del Águeda difunde el programa
taurino del Carnaval de 1925 tras cerrar el ayuntamiento algunos flecos: el primer
día, domingo, se contará con novillos de Severino Pacheco y Luis Bernaldo de
Quirós; el lunes se correrán reses de Eduardo y Juan Aparicio Ruano; el martes
se nutrirá con novillos de procedencia diversa, caso de los citados Lucas
Hernández y Eladio Sierra, a quienes se unirán Eugenio y Ángel Sevillano,
Antonio Bernal, de El Valle, y José Chancas, de Fuenteguinaldo. Como colofón,
se anuncia la posible corrida de vaquillas para el Miércoles de Ceniza, pero
“de esto no sabemos nada en concreto y nos limitamos a recoger el rumor”,
matiza el redactor del semanario mirobrigense.
[1] Los
9.254 ayuntamientos que existían entonces en España, disueltos por el Real
Decreto de 30 de septiembre de 1923, fueron sustituidos inicialmente por unas
juntas de vocales asociados, establecidas en la Ley Municipal de 2 de octubre
de 1887, que estaban integradas por las diversas categorías de contribuyentes
elegidos por sorteo. Más tarde, el 1 de enero de 1924, los delegados
gubernativos recibieron la orden de sustituir las juntas de vocales asociados
por unas nuevas corporaciones formadas por «personas de alto prestigio social,
de solvencia acreditada y a ser posible con título profesional, o en su
defecto, mayores contribuyentes», apunta el historiador madrileño Eduardo
González Calleja. A continuación Primo de Rivera encargó la tarea de reformar
el sistema jurídico-administrativo que regiría los nuevos ayuntamientos al
joven abogado José Calvo Sotelo, un político conservador procedente del maurismo,
al que puso al frente de la Dirección General de Administración Local. Calvo
Sotelo nombró un equipo de exmauristas y de católicos de derechas, como José
María Gil Robles, el conde Vallellano, Josep Pi i Suñer, Miquel Vidal i
Guardiola y Luis Jordana de Pozas que colaboraron con él en la elaboración del
Estatuto Municipal de 1924 y del Estatuto Provincial de 1925. Colaboradores de Wikipedia. “Estatuto Municipal de 1924” [en línea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2014
[fecha de consulta: 2 de octubre del 2014]. En http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Estatuto_Municipal_de_1924&oldid=74192238.
[2]
Estaba integrada, además del alcalde, por Fernando Díez Martín, Esteban Bravo
Prieto, Anacleto García Tavares, Segundo Lobato Plaza, Esteban Morales Plaza,
Juan Manuel Rubio García, Calixto Ballesteros Rivero, Ladislao Trinchet Ávila,
Antonio Mateos Rico, Constantino Benito García, Baldomero Martín Aparicio,
Julián Trinchet Rico, Eustaquio Jiménez Trejo y Andrés Blanco García.
[3]
PEREIRA SÁNCHEZ, Jesús. Op. cit.: “El
Eco del Águeda. Semanario independiente. Salió el primer número el 6 de noviembre de
l924, y vivió hasta el 6 de junio de l927. Era su director don Jacinto Sánchez
Rodríguez. Se publicó primero los jueves, y más tarde los domingos. Publicó un
número extraordinario, profusamente ilustrado, con motivo del Carnaval, y de
vez en cuando daba a la estampa fotografías de Ciudad Rodrigo y caricaturas de
J[esús] S[ánchez] T[erán]. Se imprimió primero en casa de Celestino Iglesias, y
en su última época en Salamanca”.
[4] El
texto del anuncio rezaba: “Alcaldía Constitucional de Ciudad Rodrigo. En virtud
del acuerdo tomado por la Ilustre Comisión Municipal Permanente, en sesión
celebrada el día 27 del próximo pasado, ruego a usted haga público en el
periódico de su dirección que esta alcaldía invita a los ganaderos de la
localidad, a fin de que participen oportunamente, si en el próximo Carnaval
están dispuesto a facilitar gratuitamente las corridas de novillos, como ha
ocurrido otros años. Dios, etc. Santiago Martín. Sr. Director del semanario Miróbriga. Sr. Director del semanario El Eco del Águeda”.
[5] Se
trata del concejal Juan Manuel Rubio García.
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