Tomada la plaza y sometidos los
españoles a la letra de los términos en que se firmó la capitulación, el
general Reynaud toma el mando de la plaza con funciones de gobernador. Se le
encomienda que tome las medidas precisas para poner en defensa la destartalada
fortificación de Ciudad Rodrigo, con una brecha abierta en el frente norte y
con la mayor parte de los edificios destruidos.
El gobernador inicia los
trabajos de reconstrucción de la muralla a la altura del torreón de la puerta
del Rey, abatido en los días previos al asalto y que desaparecerá
definitivamente con la definición de las nuevas explanadas del muro. Y continúa
con una serie de actuaciones para poner en defensa el resto de la ciudad,
fortificando varios conventos y reparando el retrincheramiento del arrabal de
San Francisco. Además, visto que el padrastro del Teso de San Francisco había
sido el origen y el desencadenante de la caída de Ciudad Rodrigo, Reynaud
ordena la construcción de una luneta, un pequeño reducto, como avanzadilla de
la defensa de la plaza en el citado padrastro y que pasaría a tomar su nombre.
Grabado recreando el asalto de las tropas aliadas, comandadas por Wellington, el 19 de enero de 1812 |
El general de brigada Reynaud,
sin embargo, no podría comprobar directamente el resultado de su luneta. El 13
de octubre de 1811 el gobernador fue capturado por Julián Sánchez, coronel del
regimiento de caballería ligera Lanceros de Castilla y comandante de la primera
brigada, cuando había salido de ‘excursión’ a ver pastar el ganado cerca del
molino Carbonero. Prisionero Reynaud, Jean Marie Pierre François Lepaigne
Dorsenne, conde de Dorsenne, general en jefe de las Armas del Norte de España,
nombra rápidamente como sustituto al general de brigada Barrié, quien se
enfrentaría a las tropas de lord Wellington en enero de 1812.
Después de los trabajos de
reconstrucción, se consideró que la “plaza estaba en bastante buen estado de
defensa. La brecha del frente norte estaba reparada y todo el frontal
que, después del ataque realizado por el mariscal Masséna en 1810, era considerado
como el más débil, había sido perfeccionado. Se había construido en la altura
del gran Teso que le hace frente la luneta Reynaud, obra en tierra, palizada,
armada de dos piezas y de un obús, y defendido por cincuenta hombres. Para
proteger esta luneta, se había construido una batería de dos piezas en la
azotea del convento fortificado de San Francisco, que se encontraba a menos de
cuatrocientos metros; y, al pie del glacis, a la derecha, se encontraba el
convento de Santa Cruz, convertido en un puesto para la infantería. El frente
norte de la plaza situado hacia atrás estaba armado de 48 bocas de fuego, de
ellas numerosos morteros y obuses; golpeaban todos los movimientos que habría
podido emprender el enemigo partiendo del gran Teso. El resto del recinto
estaba armado de 71 bocas de fuego. Los almacenes estaban por otra parte bien
aprovisionados de pólvora y de proyectiles. Se habían conservado los malos
retrincheramientos de barro que los españoles habían levantado alrededor del
arrabal de San Francisco, y bajo el amparo de los conventos de San Francisco,
Santo Domingo y Santa Clara, esos retrincheramientos pudieran ser considerados
a salvo de un golpe de mano.”[1]
Ciudad
Rodrigo, no obstante, distaba mucho de ser considerada una plaza fuerte,
fraguada para la defensa. Todo lo contrario, no dejaba de ser una bicoca para
la inteligencia militar. Por eso no es fácil entender la resistencia que se
opuso al asedio napoleónico, el dilatado sitio que planteó Masséna y culminó
Ney, sino es por razones de inoperancia, tal vez por el exceso de confianza de
los mandos del ejército francés y algunos elementos contradictorios, como la
inclemencia meteorológica o la bizarría de los defensores de Ciudad Rodrigo.
Grabado que intenta glosar el saqueo, violaciones y otros desmanes que hicieron las tropas inglesas al entrar en Ciudad Rodrigo |
De hecho,
cuando lord Wellington decide finalmente asaltar la plaza mirobrigense, con la
debilidad del ejército napoleónico abocada por sus enredos en Portugal, la
resistencia apenas tuvo más relevancia que la constatación de querer defender
una plaza plagada de debilidades, pese a haberse fortificado conventos y
avanzar la defensa con una luneta que cayó en manos aliadas al primer embate.
Se abrieron brechas en el frente norte, destruyendo las obras de reparación que
había ejecutado Reynaud y abriendo otra junto al torreón de la puerta Nueva.
Los ingleses entraron en el recinto principal a las ocho de la tarde del 19 de
febrero de 1812 por asalto y con insólita facilidad redujeron al enemigo. Como
premio, el que después fuera nombrado por las Cortes duque de Ciudad Rodrigo,
permitió que la soldadesca se explayase a sus anchas, matando a vecinos,
violando a sus mujeres y saqueando hasta la extenuación.
[1] BELMAS,
J. Journaux des sièges faits ou soutenus para les français dans la péninsule de
1807 á 1814. París, 1836-1837. Tome 4. Pág. 263 y 264.
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