No estaban los
ánimos calmados en Ciudad Rodrigo en el año que abordamos. Me refiero a 1842.
La degradación política en el territorio español iba minando las estructuras
–especialmente la militar- y soliviantando al pueblo desde que Baldomero
Espartero asumió a finales de 1840 la regencia del trono, tras la renuncia de
María Cristina. Hubo varios intentos de pronunciamiento como consecuencia de la
política de nombramientos del regente y su favoritismo hacia los militares de
una camarilla conocida como los ayacuchos[1], pero
la crisis se acuciaría en mayo de 1843 con los cambios de gobierno que provocó
Espartero y que derivó en las insurrecciones y alzamientos de Reus y Barcelona,
iniciados por militares próximos al progresismo de Juan Prim y Lorenzo Miláns
del Bosch y que, a la postre, a medida que avanzaban los pronunciamientos en
otras ciudades –Granada, Málaga...-, acabaría con el derrocamiento de la
regencia a finales de julio tras verse obligado Espartero a embarcar hacia
Inglaterra, iniciando Isabel II su reinado en España.
Espartero, según José Casado |
Ciudad Rodrigo ni mucho menos fue ajena a estos acontecimientos: tuvo un
protagonismo específico al pronunciarse el 9 de junio[2], tras
las insinuaciones tendenciosas que se publicaron en el diario El Patriota[3] fruto de una falaz información facilitada
por un vecino de Ciudad Rodrigo y que derivó en el pronunciamiento militar y
popular con la constitución de una junta de gobierno integrada por todas las
autoridades civiles, militares y eclesiásticas de Ciudad Rodrigo, así como de
las personas más relevantes y con reconocida influencia, sin menoscabo de la
entrega del colectivo femenino, cuya disposición y entusiasmo fueron objeto de
comentarios e informaciones en distintos periódicos de ámbito nacional[4].
Veamos cómo refiere El Heraldo de
Madrid, en su número del 28 de junio de 1843 el alzamiento de Ciudad
Rodrigo contra el régimen del general Espartero: Castilla. Sucesos de Ciudad Rodrigo. Ciudad Rodrigo 20 de junio. (De
nuestro corresponsal). El día 9 de este mes se recibió el número del Patriota
en que decía que en esta plaza se había alterado el orden y que el gobierno
determinaba enviar aquí dos batallones. Hasta entonces no aparecía síntoma
alguno de alteración, ni en los días anteriores tampoco se había manifestado;
sin embargo la autoridades, valiéndose de documentos privados, habían oficiado
al gobierno, según se manifestaba en el artículo de este periódico, que todos
reconocen como órgano suyo. Esto hacían el gefe político y comandante militar
de la provincia, cuando poco antes las autoridades de esta plaza les habían
comunicado de oficio el parte de perfecta tranquilidad que se gozaba aquí.
Como el pueblo y las autoridades
vieron la falta de verdad que resultaba en los partes de estas autoridades, se
produjo una sorda fermentación que dio margen a reunirse la milicia nacional,
convocarse el Ayuntamiento y llamar a él a las autoridades y a las personas más
notables. Y no pudiendo acallarse con las manifestaciones que en esta junta se
hicieron los rumores que ya eran exigencias de la milicia nacional para que se
reparase el agravio hecho, temiendo graves males si no se tomaba una
providencia conforme a ella antes que llegase la noche, las autoridades, los
gefes de guarnición, de la milicia nacional y las personas más notables por su
arraigo y por su influencia, decidieron conformarse con los deseos de la
milicia nacional y del pueblo que se les había reunido y quedar declarados en
junta de gobierno que espusiese estos mismos deseos en una razonada esposición
y pidiese reparación por el agravio que se había hecho a estas autoridades y a
todo el pueblo. Y entretanto, y como el ministerio actual no inspiraba
confianza de que nuestros deseos fuesen cumplidos, no hubo otro medio de
sosegar al público clamor y agitación que reunir todos los poderes del Estado
en esta misma junta hasta tanto que se recibiere la satisfacción devida a la
nación, eligiendo un ministerio más conforme a sus votos, separando al gefe
político y al comandante general de la provincia y llamándoles a que den razón
de su conducta delante del tribunal a quien corresponda exigirlas.
Día 10. Se introdujeron en la plaza
cerca de un millón de cartuchos y algunos miles de quintales de pólvora de
cañón; se comenzó el acopio de vitualla y se dieron al público las alocuciones
que manifestaban los principios de esta junta, montándose la muralla con
prontitud increíble.
Día 11. La milicia nacional y la
guarnición unidas con vínculos de la mayor confraternidad, dieron pruebas de su
adhesión a la causa constitucional que defendemos, se les dio un rancho en que
se confundieron y mezclaron todas las armas y es imposible pintar el entusiasmo
y patriótica animación que allí hubo.
Día 13. Ya sosegados y tranquilos
los individuos de todos los cuerpos y milicia nacional de esta plaza, se
recibió por la junta un oficio del comandante de una de sus partidas volantes,
enviando un soldado portador de pliegos del Excmo. señor segundo cabo, cuyo
campamento se halla a tres leguas de esta plaza. Así se verificó; el soldado
fue conducido con todas sus armas, caballo y equipaje que traía, con la
correspondencia íntegra y sin abrir de los particulares y una comunicación de
esta junta, manifestando nuestros principios y la lealtad castellana con que
habíamos resuelto conducirnos.
Día 14. El segundo cabo no tuvo a
bien contestar, pero fue interceptada otra comunicación del capitán general
dirigida a aquel, y del mismo modo le fue enviado el portador con todo lo que
traía, y un oficial parlamentario nuestro llevó la comisión de presentárselo.
Día 15. Además de la columna
espedicionaria que tenemos al frente del enemigo, se dispuso la organización de
otras partidas volantes que corriesen el país en diferentes direcciones.
Día 19. No habiendo ocurrido
novedad de consideración en los días anteriores, tenemos a este en que fue
recibida una comunicación del capitán general de este distrito conducida por
dos oficiales parlamentarios, y en la que nos aconsejaba la sumisión para
evitar la guerra civil y otros males que dice que seguirán a nuestro
alzamiento, amenazándonos con traer tropas y avisando que por ahora retira las
que están cerca de esta plaza. Pero los oficiales encargados de presentar esta
comunicación, no correspondieron como debían a la nobleza de nuestra conducta;
y obedeciendo, sin duda, a órdenes superiores, dejaron en mano del señor
comandante de esta guarnición un pliego, intimándole que atacase el movimiento
popular, o se separase de él, y al mismo tiempo introdugeron en la plaza
proclamas subversivas, valiéndose de un carácter inviolable que concede el
derecho de gentes para abusar de él, en perjuicio y mengua de la dignidad de su
gefe y de la suya propia. Dichos papeles fueron quemados con solemnidad en el
local del ilustre ayuntamiento, y se acordó no recibir más parlamentarios sin
acuerdo especial de la junta, y responder al capitán general con la mesura y
con la elevación propia de un cuerpo que estima en mucho su carácter y nobleza
del proceder castellano, tan olvidada en esta ocasión por dicho capitán general.
Sátira sobre la familia Borbón |
Tras la salida de España del exregente Espartero, después de la batalla
de Torrejón de Ardoz y del fracaso en la toma de Sevilla, la junta de gobierno
de Ciudad Rodrigo no pudo celebrar como hubiera sido su deseo el nombramiento
del nuevo gobierno constitucional: Bien
hubiera querido la junta y ayuntamiento celebrar tales noticias con toda clase
de regocijos públicos, pero han tenido que limitarse por falta de medios al
toque del reló y campanas, música militar acompañando al retrato de nuestra
adorada reina, y un tedeum en acción de gracias al Todopoderoso, señalaba El Heraldo en su número del 15 de agosto[5].
Porque tal es el apuro en que se han
encontrado las autoridades. Para poder apreciar en su justo valor el alzamiento
de Ciudad Rodrigo, bastará decir que el día 9 de junio en que se dio el grito,
había en las arcas de la depositaría de rentas 420 reales de vellón, y sin una
fanega de granos ni aún en las paneras de los particulares. No obstante, la
junta de gobierno y el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo no dudaron en exponer su
adhesión a la Corona y al nuevo ejecutivo gubernamental, redactando un
comunicado[6]
dirigido al flamante presidente del gobierno, Joaquín María López de Oliver y
en el que se autoproclamaba como la primera
plaza fuerte que en toda la península se atrevió a lanzar el imponente grito de
maldición y esterminio contra el tiránico gobierno del general Espartero.
[1] “Los ayacuchos eran generales que gozaban de
la máxima confianza del regente porque habían combatido y desarrollado su
carrera militar con él en las guerras de independencia hispanoamericanas, y de
ahí el nombre de “ayacuchos” -en referencia a la última batalla de aquella
guerra, batalla en la que, por cierto, Espartero no participó. De vuelta a
España el grupo mantuvo las relaciones clientelares de apoyo mutuo durante la
Primera Guerra Carlista en torno a Espartero, que continuarán tras asumir éste
la regencia”. Consulta electrónica realizada el día 7 de agosto de 2014 en http://es.wikipedia.org/wiki/Regencia_de_Espartero
[2] Al
respecto, resultan elocuentes las informaciones publicadas en El Heraldo de Madrid sobre los
acontecimientos vividos en Ciudad Rodrigo, especialmente el resumen de los
sucesos que figura en el número 294, de 28 de junio de 1843 y que se recogen en
una de las notas siguientes. También hay referencias sobre el particular en Memoria en que se manifiestan los hechos
gloriosos de la ciudad de Ciudad Rodrigo y se exponen las razones a favor de la
capitalidad de una nueva provincia, que se solicita, Madrid, Imprenta Nacional,
1843, pág. 11.
[3]
AHMCR. Libro de acuerdos de 1843, sesión del 9 de junio: “Este Ayuntamiento
acaba de ver con sorpresa en el periódico titulado El Patriota, del seis del
presente mes, unos renglones que dicen así: ‘En Ciudad Rodrigo parece que los
instigadores al motín querían alterar el orden e inmediatamente se han hecho
marchar para aquel punto dos batallones’. Este pueblo que ha visto una calumnia
de esta clase se ha incomodado hasta lo sumo y la irritación de los ánimos
llega a su colmo. Todas las autoridades están trabajando de continuo para
sostener la tranquilidad y el orden, que si llega a perturbarse es solo debido
a el imprudente que fue capaz de escribir una carta llena de calumnias y contra
un pueblo tan sensato y juicioso. Jamás creyó este Ayuntamiento que se hiciese
caso de un documento no oficial, pero por desgracia ha sucedido lo contrario y
es la causa de estos compromisos...”
[4] Cfr. El Espectador, de 24 de junio: “Un
periódico de la coalición inserta en su número de ayer un documento que por su
importancia en la historia de los acontecimientos actuales no debe pasar desapercibido.
Consiste dicho documento en una alocución que las señoritas de Ciudad Rodrigo
han dirigido a los oficiales de la columna que manda el escelentísimo señor
segundo cabo de aquella provincia, en la cual con un ardor varonil y con un
entusiasmo muy en conformidad con los grados que señala en la actualidad el
termómetro, les invitan a que vayan allí donde les esperan ‘con los brazos
abiertos’ a dar un día de gloria a la idolatrada patria, en la inteligencia de
que en caso de no hacerlo así y de que intentase ‘regar con sangre aquel
suelo’, ellas serían las primeras que, como la ‘esposa del inmortal Padilla’,
sabrían combatir hasta dar el último aliento en defensa de la libertad. ¡Estas
sí que son unas almas de buen temple!
“Hasta
aquí habíamos buscado en las mugeres como primeras cualidades la humildad, el
recato, la honestidad y demás virtudes privadas; pero de hoy, si no queremos
comer la sopa boba, si queremos hallar consortes que nos hagan felices, debemos
enterarnos primero de si, como las hijas de Ciudad Rodrigo, sabrán presentarse
a la brecha de un cañón y ‘recibir con los brazos abiertos’ a los oficialitos
de los batallones que las secunden en sus gloriosas empresas. Y por otra parte,
¿qué diremos ahora ante una coalición que cuenta con tan ‘hermosos’ elementos
de victoria? ¿Cómo disputarla el triunfo? No estrañamos al ver el peso que en
la balanza de los acontecimientos tiene el hecho actual; no estrañamos, decimos,
el arrebato de entusiasmo que ha hecho esclamar a los redactores del diario a
que al principio nos hemos referido, al ocuparse de tales heroínas, en las
nobles palabras de que ‘solo sienten no poderlas abrazar como cumple a buenos
caballeros¡¡¡’”.
El
artículo se refiere al comunicado insertado en El Heraldo de Madrid, de 22
de junio.
[5] No
obstante, como se avanza en la sesión del 8 de julio, los mirobrigenses había
disfrutado de sendos festejos
taurinos los días 9 y 10 de julio tras confirmarse el “glorioso pronunciamiento
de la nación”. En concreto, se corrieron vacas en la plaza, para lo que siguió
la pauta acostumbrada del cierre del coso taurino.
[6]
“Excmo. Sr. La antigua, noble y leal ciudad de Ciudad Rodrigo, primera plaza
fuerte que en toda la península se atrevió a lanzar el imponente grito de
maldición y esterminio contra el tiránico gobierno del general Espartero,
faltaría hoy a uno de sus más sagrados deberes si por su junta de gobierno
formada el 9 de julio [en realidad, junio] último entre los más entusiasmados
vivas a la Patria, a la Libertad y a la Reina, no se apresurase a felicitar con
toda la emoción y entusiasmo de su corazón a un ministerio que tantas
esperanzas de nacionalidad y vida hizo concebir a la infortunada España; y que,
repuesto ahora del modo más grandioso y solemne por toda la nación, acaba de
tomar a su cuidado la custodia de los objetos que tanto veneran los españoles.
“Los
buenos resultados que siempre ya la nación de su magestuoso alzamiento embargan
hoy el ánimo de todos los individuos de esta junta, y no les permiten
manifestar a V. E. los estraordinarios esfuerzos y multiplicados sacrificios
que han hecho los habitantes de este heroico pueblo para sostener con todo
arrojo y valentía la bandera nacional enarbolada en sus gloriosos muros. Esto
lo hará en su día el I. Ayuntamiento Constitucional poniendo a V. E. de
manifiesto el lugar que, según las razones de política y de rigurosa justicia,
debe ocupar este pueblo cubierto de tantas glorias. Bastará indicar hoy a V. E.
que sin recurso alguno pecuniario, exhaustos los almacenes de granos que
tuvieran los particulares, e intimidados los pueblos de este partido con
severas y criminales amenazas de las autoridades de Salamanca, pudieron
proporcionarse víveres para dos meses, reunir de los pueblos considerable
número de armas, caballos y monturas, y obligar por último al enemigo a que se
retirase de estas inmediaciones que nunca han podido sostener la traición ni la
tiranía. Pero todos estos hechos y los que a su tiempo se manifestarán a V. E.,
los halla hoy esta ciudad antigua recompensados suficientemente con ver para
siempre asegurados los caros objetos de Patria, Libertad y Reina, y al frente
de nuestros negocios un ministerio español, animado de los mejores deseos, y
dotado de probidad, saber y energía...”
El
comunicado, firmado el 6 de agosto, concluye con el anuncio de disolución de la
junta de gobierno una vez restablecido el poder ejecutivo y legislativo
constitucional. Esta firmada por su presidente, Juan de Rentería; el comandante
provincial del regimiento de Zamora, Manuel Santos; el comandante del Cuerpo de
Ingenieros, Antonio Sánchez Francisquete; el procurador síndico del
Ayuntamiento, Alfonso Gómez Navarro; el regidor Mariano López; Francisco Forns,
Francisco Pereda y Romualdo Velasco como secretario. Otras personas, como el
comandante de artillería José Núñez Arenas o los hacendados José Arjona y Juan
Arias Girón no suscribieron la carta al haber cesado en sus funciones en el mes
anterior, pero “sin haber variado en lo más mínimo de principios”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página.