Algo insólito ocurriría en el Carnaval de 1841. Previamente, unos años antes, a propuesta del primer alcalde[1],
Manuel Blanco, se estaba buscando un prado cercado para que acogiera los novillos que el Ayuntamiento
mirobrigense solía utilizar en los festejos que organizaba, preferentemente el
Carnaval. Con esta medida también se pretendía aliviar un tanto los gastos de
vigilancia y manutención de los vaqueros que asumía el erario municipal.
Toros en el campo |
Blanco
señala, en la sesión del 7 de marzo, que mediante
a que es una función propia del país –se refiere al territorio local- la de novillos y no haviendo un prado
cercado para que el ganado, en los días que los haya, esté durante la noche
seguro y evitar a los conductores el penoso trabajo de estarlos custodiando con
exposición de cavallerías y personas, aumentando los gastos que disminuirán
dicho prado cercado, sería conveniente franquear un terrero para ello.
Expone también el primer alcalde que resultarían ventajas en su formación, puesto que podrá arrendarse con calidad de
que lo aprovecha el Ayuntamiento en los días que acuerde novillos. Además, cree conbeniente que se destine de los
terrenos propios de la ciudad un pedazo de diez fanegadas de cavida –seis
hectáreas y media, aproximadamente- para
el dicho objeto, y como sea costoso el hacer las paredes, que deven ser de dos
varas y media de alto con un buen pedazo de cubierta de tierra y escova para
guarecerse los baqueros, estima el regidor Blanco que debería publicarse
esta iniciativa para si alguno quisiese
hacerlo de su cuenta, dejándole el aprovechamiento por el tiempo necesario a
cubrir los gastos del cierro en los términos manifestados.
La propuesta es bien recibida en el
regimiento municipal y se apunta como apropiado para el cercado un prado del
valle de Valdevivales[2],
en las inmediaciones de Valdeherreros, Garabís y Casasola, pero formando parte
de la dehesa de Larraz, encomendando la inspección del terreno y el
correspondiente informe a los regidores Fernando García, Santiago Sánchez y
Juan Pereira, por si en algún momento fuese posible acometer y desarrollar esta
iniciativa.
Llegaría 1841, ya con el reinado
efectivo de Isabel II y tras concluir la primera guerra carlista, y los mirobrigenses
esperaban con ansiedad el inmediato Carnaval. En el consistorio del 30 de enero
se hizo presente la proximidad del
festejo de Carnaval y lo imprescindible y urgente de proporcionar las funciones
de novillos de costumbre. Las carnestolendas empezaban el 21 de febrero y
el tiempo apremiaba, sobre todo por el aciago temporal que se estaba padeciendo
y que tenía visos de continuar. Se forman dos comisiones para intentar agilizar
las gestiones, resolviéndose que salgan
inmediatamente a cada uno de los diferentes puntos que se han propuesto para
formalizar la petición de los novillos: los regidores Tomás Blanco y Bernardo
Rodríguez se dirigirán a los del Bodón y
otros pueblos que se han indicado, mientras que el también regidor Ventura
Alcalá y el procurador síndico Pablo González irán a ver a ganaderos de
Villoria, Buenamadre y Rollanejo y
cualquiera otro punto donde pueda conseguirse el objeto.
Grabado sobre costumbre populares taurinas |
Los comisionados dan cuenta de sus
gestiones en el consistorio del 13 de febrero. No son todo lo halagüeñas que se
pretendía, porque están en la seguridad
de no proporcionarse más que las dos primeras, como consecuencia del temporal y devilidad en que se encuentran
los ganados. Los trámites siguen y se llama a Francisco Gurrea para ajustar
las comidas y cenas de los vaqueros. Se presenta en el acto y convino que si huviese necesidad de las tres comidas y
cenas de costumbre se le hayan de abonar mil cuatrocientos reales por todo el
gasto y en prorrata se ha de deducir o aumentar por la inseguridad que hay.
Efectivamente, aunque se contaba con
al menos dos corridas para los festejos carnavalescos, el consistorio no las
tenía todas consigo a la vista de los efectos que estaba ocasionando el
temporal reinante. Las consecuencias fueron inmediatas, puestas de manifiesto
en una sesión extraordinaria solicitada por varios regidores a la vista de las
circunstancias que se presentaban y que se celebró el 15 de febrero. El segundo
alcalde, Custodio Sánchez, fue directo en su exposición: era materialmente
imposible acercar las dos corridas que se habían concertado para Carnaval por efecto de los terribles aguaceros,
agregándose a esto la falta de cabestros que ya no era posible hallar y se
havían negado por las personas a quienes se havía acudido respecto su estado de
decadencia y suma debilidad. A la vista de los obstáculos imbencibles y a que justamente se oponen, sin que a ello
haya dado margen otra cosa que la cruel estación de los imbernados, se tomó
la decisión de avisar de forma inmediata a los dueños de las corridas
concertadas para que las suspendan,
dándoles las gracias por su generosidad y manifestándoles que la Corporación no
exige sus servicios a tanta costa de perjuicios como son de esperar en el mal
estado del ganado.
No habría novillos en el Carnaval de
1841 por los motivos señalados, pese a los esfuerzos hechos desde el regimiento
y la voluntad de un par de ganaderos. La suspensión de estos festejos
desencadenaría también la supresión de todos los actos vinculados a las
corridas de novillos, lo que fue comunicado de inmediato a los interesados o
afectados y al público en general a través del correspondiente pregón y
edictos. No obstante, se anunciaría que en
su lugar el Ayuntamiento acordará para aquellos días otras distracciones o
diversiones propias del país, esperando de su buen criterio el mejor orden y
comportamiento.
Baile de máscaras de mediados del siglo XIX |
En realidad, la decisión de
suspender el Carnaval de 1841 fue comunicada a los mirobrigenses a través de un
bando con un contenido un tanto maquillado, cuyo tenor, insertado en la sesión
del 17 de febrero, era el siguiente: Este
Ayuntamiento, que tantas pruevas tiene dadas de no querer faltar en nada a sus
administrados, tenía preparadas las novilladas de costumbre (con los cabestros
necesarios), aunque para conseguirlas havíanse expuesto a riesgo varios
concejales. Mas bien penetrada la Corporación de los graves daños que se
irrogarían a los dueños de los ganados, a los encerradores, a los labradores no
solo de la socampana sino de la carrera de Salamanca, y quizá más que a todos a
los que las consentían atento el temporal lluvioso, acordó en extraordinario
del quince no dar lugar a infinitos males, subrogando precitadas novilladas a
otras diversiones que al paso que son más morigeradas y análogas al siglo,
ningún fatal resultado pueden dispensar. No obstante, tiene advertido que por
algunos e inocentes párbulos se trata de contrariar su deliveración, por lo que
desde el momento vivirá alerta para evitar de que socolor de la gestión de
‘novillos, novillos’ sea inquietado este vecindario, sin perdonar medio para
castigar a los contraventores, exigiendo en su caso la responsabilidad a los
padres, tutores o encargados de la enseñanza o educación de los tumultuosos.
Salas consistoriales de Ciudad Rodrigo, febrero, diez y siete de febrero de mil
ochocientos cuarenta y uno. Pablo González.
El firmante, Pablo González, era el
procurador síndico personero, a quien el regimiento había encargado la
redacción del bando a propósito también del conato de protesta que habían
abanderado varios jóvenes impulsivos, pidiendo a gritos que el Carnaval
mantuviera, pese a las circunstancias descritas, sus tradicionales encierros y
corridas de novillos. La tímida protesta fue creciendo y a ella se unieron
otras personas, provocando unos disturbios que obligaron a varios capitulares a
enfrentarse con los manifestantes buscando mantener el orden. Esta situación
fue el detonante de la redacción y difusión del expresado bando.
Dibujo picassiano de una capea |
Sosegados en parte los ánimos, al
día siguiente, 18 de febrero, se vuelve a reunir el consistorio para dilucidar
la programación alternativa a las novilladas de Carnaval. Se debatió sobre el
particular llegando al acuerdo de que haya
bailes de máscaras las tres noches de Carnaval en el teatro, que es el único
local que puede disponer la Corporación, permitiéndose usar de aquellos trajes
por el día, bien en comparsa o como acomode, pero proiviéndose entrar en las
casas a menos que sus dueños lo permitan bajo la responsabilidad de alguno que
se descubra, y mucho menos que socolor de máscaras se produzca el más leve
insulto, sobre que celará incesantemente el Ayuntamiento.
Siguiendo con el programa sucedáneo
del Carnaval, en una de las calles de la
alameda del Campo de Toledo se correrán por los que gusten gallos a cavallo, y
en el Campo del Hospicio se tirarán con escopeta, a la distancia combeniente,
por los que quieran, cuia provisión será de cuenta del Ayuntamiento.
Por otro lado, si pudiera ser, ya
que todavía no se había hablado con sus responsables, se planteó la
contratación de la música del Provincial
de Córdova. De ser factible, se llevaría la banda al citado Campo de Toledo
para tocar, pudiendo bailarse, pues habrá
persona encargada por la Corporación que cuide de que por su orden haya valls,
rigodón, mazurcas y demás bailes de uso con dicha música. Por último,
completando el programa, en otro sitio
habrá el toque de tamboril para los que quieran este baile.
Los flecos, como el concierto de la
banda del Provincial de Córdoba, estaban cerrados al día siguiente. Solo
faltaba comunicar la programación al pueblo. Para ello, en la tarde del día 20,
víspera del Carnaval, se hicieron pregones y se fijaron los edictos en los
sitios de costumbre del recinto amurallado y en los dos arrabales
mirobrigenses, informando de las
diversiones que se hallan dispuestas para distracción del público, por el orden
y en los sitios acordados, extensivos a que se observe la devida moderación,
que no haya el menor insulto y se mantenga sin alteración la tranquilidad
pública, sobre que velará incesantemente el Ayuntamiento con sus alcaldes a la
caveza.
Esas recomendaciones, sin embargo,
no se cumplieron en la forma deseada, produciéndose algún altercado que llevó
incluso a la celebración de una sesión extraordinaria el mismo Martes de
Carnaval. Andrés Sánchez Manzano, segundo procurador síndico, relató unos
hechos en los que mostró su queja por lo sucedido en la Plaza Mayor en la tarde
del lunes con una diversión de máscaras
que acabaron con el arresto domiciliario de Juan Francisco Bermejo, quien no
guardó el orden previsto, por las agresiones físicas y verbales que dirigió a
uno de los disfrazados.
Pelea de gallos |
Empezaba la mascarada y, como se
había prevenido para cada actividad, había un delegado de la autoridad local.
El grupo de máscaras contaba con una
criatura o niño de corta edad vestido en este traje, hecho que llamó la atención
del encargado del orden, pidiendo a uno de los enmascarados que lo cogiese en
brazos. Accedió sin convencimiento alguno, comenzando a dar vueltas con el
crío, bailando con el resto de la comparsa en círculo. Imboluntariamente, los brazos ya algún tanto cansados, a un pequeño
movimiento del niño se le soltó perpendicularmente de las manos, quedando el
niño en el suelo, sin haver recivido lesión alguna. Sin otro motivo se dirige
el padre de dicha criatura, insulta al máscara, le da de bofetadas en el acto
mismo de estar el máscara levantando al niño; le provoca con palabras
ofensivas, diciéndole que saliese fuera del círculo que se las vería con él. El
máscara, aunque recivió los golpes y los insultos, como ignoraba por qué, ni
quién era el que se los prodigaba, la sorpresa que le causó, lo hizo se
mantuviese pasivo. En este mismo momento el que habla –el citado procurador
síndico-, viendo que otras máscaras
salían a la defensa del atropellado, a fin de evitar mayores consecuencias y
graves resultados que preveía, rogó a los máscaras siguieran en su diversión,
quienes obedecieron, dirigiéndose en segunda al D. Juan Francisco Bermejo,
reemprendiéndole en los términos más comedidos su exceso y previniéndole se
sirviese retirarse a su casa, puesto que los ánimos de los máscaras estaban
excitados ya contra él por el rompimiento cometido, a que no solamente desobedeció,
a pesar de haverle manifestado el carácter que representava en el acto, sino
que se prodigó con insultos y palabras mal sonantes que también le fueron estas
reprendidas por el que habla.
Sánchez Manzano había puesto todo
esto en conocimiento del primer alcalde, Aniceto Marra, quien determinó las
medidas iniciales antes de que tomase partido el resto del regimiento tras
escuchar la narración de los hechos del procurador síndico. El consistorio,
oída la versión y las actuaciones seguidas, resolvió llamar a una próxima
sesión a Bermejo para que fuera recombenido
como corresponde, amonestándole el mejor comportamiento en ocasión semejante
sin faltar a la autoridad, pues de lo contrario se obrará en otro sentido a
lograr el devido obedecimiento, que le será más desagradable.
Después
de estos sucesos carnavalescos, a los que se dio una importancia que en otra
época provocaría menos o ninguna desazón en la Corporación mirobrigense, llegaría
el momento de rendir cuentas sobre los bailes organizados en el teatro que
gestionaba el Ayuntamiento y en la Casa-Hospicio y que venían a sustituir, en
parte, a las suprimidas corridas de Carnaval. No solo se celebraron bailes de
máscaras en las tres noches de carnestolendas, sino que hubo en total siete
sesiones distribuidas durante el mes de febrero que arrojaron unos ingresos de
5.090 reales en concepto de entradas y palcos. El capítulo de gastos se nutrió
con el alumbrado, música económica
–flautín, clarinete, violón y guitarra- y
un criado para servicio en el teatro, ascendiendo a un total de 1.179,13
reales. El beneficio, pues, de estas actividades se concretó en 3.910,21 reales[3].
Como había decidido el regimiento, se expuso al público toda la relación contable
firmada por los regidores comisionados.
[1] Por real orden de 24 de agosto, inserta en el Boletín nº 72 del 21 de
septiembre del año 1836, la Reina Regente María Cristina -puesto que su
hija Isabel II tenía solo tres años- convocó elecciones con el fin de organizar
los nuevos ayuntamientos constitucionales. El gobernador político remitiría
posteriormente las instrucciones para aclarar la convocatoria de elecciones en
1837 y elegir a la nueva corporación, que estaría nutrida, en el caso de Ciudad
Rodrigo con dos alcaldes, ocho regidores y dos procuradores síndicos.
[2] AHMCR. Cajas 301 y ss. Copia de
libro registro catastro del marqués de la Ensenada. Libro de bienes
seglares I, fol. 15r: “Yttem otro valle nombrado de Valdevivales; haze seis
fanegas para pasto de buena calidad. Linda por levante con la oja del Gorronal,
poniente con otra valdía y por el mediodía con Las Heras, todo de dicho lugar
de La Rad”.
[3] AHMCR. Caja 300.5. Festejos
de... Funciones de máscaras del mes de febrero de 1841.
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