Era habitual que las crónicas sociales del Carnaval mirobrigense llenasen páginas. La celebración de los bailes en los distintos locales públicos o privados, caso del Casino Mirobrigense, era un filón para los redactores de los semanarios locales o provinciales. Me imaginó a los periodistas con su libreta anotando un nombre tras otro para no cometer el delito de olvidarse de alguien. Era una práctica que hasta hace relativamente pocos años se mantenía, eso sí, señalando exclusivamente a las personas que interesaba destacar por una u otra circunstancia. Veamos, por ejemplo, la retahíla de nombres que conformaron la crónica social del Carnaval de 1925, un antruejo complicado en la organización del capítulo taurino por las trabas que pusieron los ganaderos. De ello, escribiré en otro momento. Ahora, quiero ceñirme a lo enunciado, a la crónica social, que ocupó bastante más espacio que la crónica taurina, una determinación que obligó a la redacción de El Eco del Águeda a pedir disculpas públicas: "La falta de espacio nos impide detallar las corridas de Carnaval". Y se quedó tan pancho.
Si El Eco del Águeda no tenía espacio para
relatar los festejos taurinos, en cambio sí lo encontró para indigestar la
crónica carnavalesca con un sinfín de nombres de las jóvenes que acudieron a
los salones de baile del Teatro Nuevo, Bomberos, El Paraíso, La Panera, la
Sociedad de Artesanos, El Porvenir, El Moderno y el Casino Mirobrigense. “Todos
daban la impresión de una alegría desbordante y de una desmesurada animación.
Este año, más que otros, la afluencia en ellos de forasteros ha sido enorme.
Por donde quiera los rostros desconocidos al obsequiar a nuestras bellas
farinatas ponían un comentario de galantería y gentileza a nuestras fiestas”,
refería el redactor de El Eco del Águeda.
Pero, claro, sería el Casino Mirobrigense “donde la elegancia y el bullicio
rebasó los límites de lo ordinario”.
Fotografía de Agustín Pazos reflejando el paso de uno de los encierros por El Registro en el Carnaval de 1925 |
El periodista no quiere entrar en
detalles. Evita dar una relación pormenorizada de cada uno de los bailes en los
distintos días. Pero no puede menos que abordar lo que ocurrió en el Casino en
el baile del Lunes de Carnaval: “No se podía dar un paso; la orquesta apenas se
dejaba oír entre el griterío de las máscaras y el bullicio de las parejas.
Todas las señoritas rivalizaban en elegancia y en los rostros de todos se
advertía esa satisfacción y alegría que proporciona los encantos de una noche
deliciosa”. Y entra en detalle: “Allí vimos con magníficos mantones de Manila, a
Blanquita H. Mirueña, Amalia Rodríguez, Chichi Pinedo, Blanca Naranjo,
Bienvenida Hernández y Teresa Díez; de sultanas, como para originar un nuevo
conflicto entre zegríes y abencerrajes, Amalia Estévez y Mercedes Gamito; de
doncellas, tan bonitas que daban ganas de ser amo de casa grande, Asunción y
Candelaria Sánchez Vasconcellos; Asunción Sánchez, Elisa Ballestero, Mercedes e
Isabel Lorenzo; de damas del siglo XVIII, que hubieran inspirado a Vives una
nueva doña Francisquita, Elvira Gascón y Carmen Terán; de ‘cometas’ que se
remontaban hasta los cielos, Franquita Hernández y Julia Pacheco; de murciana,
como para dar celos a todas las flores de la huerta, Blanquita Aguilera; de egipcias
dignas de haber vivido en la corte de Tutankamen, Milagros Sánchez-Villares y
Consuelo Orive; de ‘holandesa’, más bella que la reina Guillermina, Fe Dorado;
muy linda de ‘pierrete’ Trini Lemus; admirable con su elegante traje japonés Moraima
López; de abanico como para desear la eternidad del verano, Araceli Hernández;
encantadora en su doble sentido, con precioso traje de hada Luisita Martos; de
jardineras dignas de serlo del parque de María Luisa, Teresita Puig, Flora
Ballesteros, Teresa Valls, Pilar Aquino, Asunción Orive, Agueda Andrés y Teresa
Rodríguez; muy bonitas de gitanas Gloria Sánchez y Antonia Rubio; preciosa de arlequín,
Paz Dorado; de mariposa que parecía posarse en una rosa de Alejandría, Juanita
García. Lucían también magníficos trajes de época y mantones de Manila las
distinguidas señoras doña María Bernaldo de Quirós, de Sánchez-Arjona, doña
Julia Pointe-Vianne de Suárez y doña Marina S. Aguilera, de Haase”.
“Con elegantes trajes de sociedad: Florita Serrano, Asunción y Elodia
Requena, Isabelita Gascón, Carlota Aparicio, Anita Pando, M. del Corral,
Mercedes Valls, Manolita y Concha Muñiz. Froilana Díez, Amalia y Lola Lemus,
Cruz Ardiz, Angelita Díez, Manuela Sánchez, Leonor Trinchet, Luisa Terán,
Mariquina y Teresa Álvarez, Esperanza Briega”.
“Luisita y Mercedes Francia, Antonia y Carmen Requena, señoritas Domínguez
Borreguero, Sofía y Nieves Sánchez Terán, Pura Jerez, Carlota Muñiz, Teresita
Iglesias, señoritas de Sánchez Moriche, Carmen Ballesteros, Juanita y Carmen Montero,
Carmen Sánchez, señorita de Alaejos, Manolita Ulloa, María Martos, Feliciana Úbeda,
María Luisa Roldán, María Blanco, Pilar Ronco, Concha Luis, Lucia Soler, Pilar
Cerca, Emilia Dorado, Paz Bayón, Nieves e Isabel Hernández, Clotilde Corsino,
Lucita Pazos, Magdalena Castillo, Margarita Domínguez, Alejandrina Bravo, María
y Amalia García, señoritas de Naranjo, Angelita Méndez, Maruja Hernández, Consuelo
Sánchez, Carmen y Marcelina Guitián, Clara y Joaquina Jerez, Angelita González
Polanco, María González Amador, Carmen Bellido, Conchita G. Camisón, Pura
Jerez, Angelita Risueño, Teresa Apola, Pepita González, Pura Alaejos, Nieves
Encinas, Carolina Hernández, Teresita Palomero, Leonor y Pepita Luis,
Visitación e Isabel Castañón”.
Y ahí acaba el redactor de El Eco
del Águeda con la nómina femenina y sus atuendos. Pero, además de bailes,
el Carnaval también ofrecía representaciones teatrales: “La actuación de la compañía
de Luisita Rodrigo ha constituido un continuo éxito. Todas las obras
representadas fueron objeto de una interpretación irreprochable. Luisita
Rodrigo, creadora de tantas y tan difíciles papeles, supo conquistar de nuestro
público la simpatía y el aplauso. En Pipiola,
La mala ley y La otra honra, que fueron las obras representadas en Carnaval, las
ovaciones que el público tributó a Luisita Rodrigo y sus huestes fueron
clamorosas, siendo levantado el telón repetidas veces. La temporada teatral de
este año será recordada con agrado durante mucho tiempo. Felicitamos al empresario
señor Romero por el éxito de su gestión y esperamos que en lo sucesivo
continuará organizando programas con el mismo acierto”.
Baile de Carnaval con disfraces de toreros |
Otra de las constantes en prensa periódica de esos años se centra en
detallar la asistencia de personas vinculadas con Ciudad Rodrigo y que tienen
fijada su residencia fuera de la localidad. “Son tan numerosos los forasteros
que han llegado en estos días, que se hace casi imposible recordarlos”, refiere
el redactor de El Eco del Águeda. Pero,
no obstante, no puede menos de explicarse: “Hemos saludado a don Jesús Piñedo y
familia, de Salamanca; de Béjar, a nuestro querido compañero de redacción don
Amable García Sánchez; de Villavieja, a don Dionisio Rodríguez; de Lumbrales, a
las bellas señoritas Amelia Estévez y Mercedes Gamito, acompañadas de su primo
el joven ganadero don Rogelio Miguel del Corral; de Madrid, don Eladio Abarca;
de Fuentes de Oñoro, a don Gonzalo González y hermana Pepita. De Salamanca, don
Anastasio Bravo; de Cáceres, don José Fuentes, médico de aquella capital,
acompañado de su esposa; de Salamanca don Pedro L. Brusi, la señorita Cruz
Ardiz y sus hermanos; de Lugo, don Horacio García Lorenzo; de Pontevedra, el
oficial de Correos, don Ángel García Tavárez; de Zamora, la señorita Soledad
Sánchez; de Ávila, el capitán de intendencia, don Pedro Gascón Briega; de
Fuenteguinaldo, el médico don Francisco Luis Carreño y señora; el ganadero, don
Joaquín Sánchez Valencia y el farmacéutico don Gonzalo Dorado; de Madrid, el
alumno de arquitectura don Daniel Pacheco, los estudiantes de medicina don Luis
Sevillano, don José Blanco y don Miguel Peraqui; de Gallegos, el diputado provincial
José Manuel Rodríguez García y familia, el ganadero don Gregorio Pacheco y el
propietario don Ángel Rodríguez y familia. De Cáceres, el propietario don
Santiago Fuentes Serrano; de Morasverdes, el médico don Andrés Lorenzo Brusi y
familia; de Madrid, el oficial de Telégrafos don Pío Pereira; de Tuy, el
banquero don Agustín Blanco Arias y señora; de Fuentes de Oñoro, la preciosa
señorita Araceli Hernández; de Vigo, don Juan Sevillano; de Salamanca, los
estudiantes de medicina, don Jesús y don Avelino Gascón y don Francisco
Domínguez Unceta, el comerciante don Luis Valls; de Madrid, el electricista don
Eloy Briega, el estudiante de farmacia don Nicolás García; de Sevilla, el
fabricante de jabón don José Gálvez; de París, el ingeniero don José Pérez de
Goyánez y Enríquez; de Ciudad Real, el capitán don Manuel Moreno; de Córdoba,
el perito electricista don Agustín Hurtado; de San Sebastián, don José
Cambronero; de Peñaranda, don Ramón Valls y señora; de Zamora, el comerciante
don Feliciano Iglesias y señora; de Salamanca, el profesor de la Normal, don
Nicolás Escanilla, señora y sus hermanos Agapito y Carlos y el ganadero don
Francisco Sánchez y señora; de Madrid, el suboficial don Eduardo Corsino; de Zaragoza,
don Marcelo Valls y su hijo. De Bilbao, el médico don Ensebio Camazón y señora;
de Santander, el abogado don Vicente Rodríguez; de Fuenteliante, los ganaderos
don Eduardo García, don Francisco Rodríguez y señora; de Fuenteguinaldo, la
familia de don Eduardo Aparicio; de Segovia, los alféreces de artillería, don
Emilio Briso y don José Méndez Pérez; de Madrid, el capitán señor Gascón Briega
y los estudiantes de arquitectura, señores Rodríguez Percha, González Amaro y
Fonseca. De la Encina, el médico don José Álvarez y familia; de Espeja, el
médico don Francisco Ledesma y señora: de Fuentes de Oñoro, los jóvenes
industriales señores Pérez Muñiz, y el médico don Ramón Domínguez, de Madrid,
el profesor del instituto de San Isidro don Fernando Belmonte; de Salamanca,
don Fernando González y señora; de Zamora don Salvador S. Terán; de Salamanca,
la bella señorita María Hernández; de Béjar, el profesor don Agustín Ramos y
señora; de Cantarranas, el profesor don Hilario Serrano; de Cáceres, el señor
Rubio y familia. De Medina del Campo, el industrial don Hilario García Losada;
de Salamanca, el administrador de la Casa Valencia, don José Martos Roldán, y
el empleado del ferrocarril señor Rubio, el inspector de Correos don
Constantino Francia, el inspector provincial de primera enseñanza, y el
comerciante don Estanislao Hernández; de Segovia, el alférez de caballería don
Joaquín Vidriales...”
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