Es una pena. Por
mucho que he investigado, no he podido encontrar completo el texto, los ripios
mejor dicho, que ensalzan en virtudes al farinato. En ese mismo semanario, el
de finales del siglo XVIII que se editaba en Salamanca, nuestro protagonista, a
modo de colofón, intentando convencer a quienes todavía dudaran de las
excelencias del embutido salmantino, inserta una serie de estrofas, a cual
mejor, sobre remedios que se vinculan con el consumo del farinato.
Se publica en el número del 15 de
septiembre de 1798; faltan unas páginas, al menos de los originales
digitalizados, pero son suficientes, creo, para comprobar el grado de
convencimiento propagandístico que en ese momento –recuerdo finales del siglo
XVIII- se hacía de nuestro peculiar embutido. El título es de por sí sugerente:
Capítulo primero y único, que trata de
las dolencias que sana el farinato y su virtud para preservarse cualquiera.
Y tal vez haya que tener en cuenta sus propuestas. Una pena, aunque intentaré
completar la secuencia, que no se conserve o no se haya digitalizado en su
integridad.
Por ejemplo, es un bálsamo contra la
hipocondría o la tristeza:
La hipocondría o tristeza
es difícil de curar,
porque quien la ha de sanar
está en continua pereza.
Sin embargo, mi rudeza
te da un remedio barato,
y es que dediques un rato
de cada día al festejo
de beber de un buen pellejo
y comer bien farinato.
Pero también contra la
esterilidad...
Si padeces el trabajo
que tienen muchos casados
de vivir siempre enfadados
llorando con grande cuajo,
no afanes, usa el atajo;
que el elefante y el gato
enseñan tu ser ingrato.
Y para estéril no ser,
procura siempre comer
en su tiempo el farinato.
Y lo que se conocía como retención de vías, aunque estos ripios
están inconclusos:
Si las vías perezosas
no ejercitan sus funciones
y te dan retortijones
que te atormentan dos cosas;
de alacranes y de rosas
no uses, que un desbarato
te causarán y mal rato;
Creo que no es demasiado difícil
imaginarse esos tres últimos versos...
Continuará...
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