El invierno no
es favorable para la organización de los festejos taurinos. Incluso, si nos
atenemos a lo que ocurriría más adelante, en los primeros meses de 1909, el
coso del Hospicio se desmontó –el Ayuntamiento necesita el maderamen para
cerrar el cuadrilongo carnavalesco-. No obstante, volvió a levantarse en los
meses siguientes si nos atenemos a la solicitud que resuelve el gobernador
civil para la celebración de un festejo taurino el día de San Isidro Labrador,
una petición que realiza el alcalde en nombre de la “clase agrícola”. Y lo hizo
casi simultáneamente a otra solicitud cursada a mediados de marzo por
empresarios locales cara a la celebración de la Feria de Mayo en donde vuelven
a solicitar al Ayuntamiento el cierre de la plaza con las maderas utilizadas
para las corridas de Carnaval, atendiendo, dicen ellos, a la “conveniencia de
fomentar esta clase de festejos”. Se accede, una vez más, a lo solicitado, pero
“siempre que respondan dichos contratistas de las faltas y desperfectos que en aquel
[el cierre de la plaza] pueda haber”, dejando entrever que el celo en el cuidado
y mantenimiento del maderamen se había alejado de lo previsto.
Evitando responsabilidades, el gobernador civil acucia al alcalde para
que cumpla con la legislación vigente a la hora de certificar el estado y
seguridad de la plaza de toros antes de que el coso provisional acoja los
festejos previstos para la feria. El Ayuntamiento había enviado un informe
pericial, pero no estaba firmado por la persona o personas que tenían esa
responsabilidad, por lo que el Gobierno Civil devuelve el informe realizado por
“perito práctico de esa localidad” –Justo Lorenzo-, pero sin el rango
requerido, ya que “el referido informe debe ser aprobado por un arquitecto o
maestro de obras titulado, pues así lo vienen haciendo otras localidades de
menos importancia que esa”.
Pulguita Chico |
En el fondo, se trataba de una copia del mismo informe que se había hecho
Justo Lorenzo para cumplir el expediente de la Feria de Mayo de 1908. Por eso, cuando el 7 de
mayo el alcalde decide nombrar como perito al citado maestro artesano para que
realice el informe sobre las condiciones y características de la plaza de
toros, Justo Lorenzo, a sabiendas de la trascendencia de sus actos, no tiene
más remedio que contestar en estos términos: “Enterado de la presente
comunicación y decreto, siento manifestar a V. I. que no puedo practicar el
reconocimiento e informe que [por] la misma se interesa por ser este
exclusivamente de la competencia de los señores arquitectos o maestros de
obras”.
Es de suponer que el armazón de la plaza, lo que son los tendidos, se
mantuviera, ya que la madera es aportada por los artesanos constituidos en
empresarios; y que las barreras, el cierre del coso, es lo que se monta y se
desmonta en virtud de las necesidades, primordialmente la organización de los
actos carnavalescos en la
Plaza Mayor. Por eso, unos días después, con o sin el informe
preceptivo, el Gobierno Civil autoriza el 15 de mayo la celebración de dos
festejos taurinos para la inminente Feria de Mayo.
Previamente, en días de carnestolendas, los empresarios del coso taurino cazan a Juan Domínguez, Pulguita Chico, llegado el primer día
para disfrutar del Carnaval, quien firmaría contrato para torear en la Feria de Mayo[1] “en
nuestro circo taurino”. Además, dice La Iberia
en su número de 27 de febrero, que “sabemos que los aficionados de esta ciudad
gestionan de la empresa para que sea Montes II el otro espada, el que por la
buena acogida que le dispensó el público el año anterior y por complacer a sus
numerosos amigos, está dispuesto a venir aun perjudicando sus intereses”.
Aunque corre el rumor de que Pulguita Chico o su apoderado estaban
poniendo pegas para que fuera Montes II quien cerrara el cartel para las
corridas de la Feria
de Mayo, al final todo queda en un mero comentario sin mayor trascendencia.
El 14 de marzo, los empresarios de la plaza de toros, acompañados por
varios aficionados –entre ellos un “perito en estos asuntos”, Jesús Montejo- y
un redactor de La Iberia cogen de
madrugada el “rápido” en la estación con el fin de acudir a las fincas y ver
los ejemplares que se habrían de lidiar en los festejos de mayo. En Villar de
los Álamos debían sumarse a la comisión los diestros Pulguita y Montes II, pero
no aparecieron, “noticia que nos disgustó un poco, porque la presencia de los
espadas hubiera simplificado la operación y se podía acordar hasta el orden en
que se podían correr los toros”, se relata en la crónica de la visita.
Manuel Sánchez Tabernero, marqués de Llen |
A la estación de Villar de los Álamos “había mandado S. E. el señor
marqués de Llen[2] un coche y dos caballos
con un montaraz de cuerpo entero, con botines, cinta y gorrilla”. La comisión
se encamina a Negrillos, finca en la que pastan los toros. “Al apearnos al pie
de la escalinata que da acceso a lo que, mejor que chalet, puede llamarse
suntuoso palacio, nos recibieron descubiertos tres señores, con tanta cortesía
y amabilidad que superaron con mucho las buenas referencias que teníamos del
dueño de la casa”. Asisten a misa y el marqués les ofrece un aperitivo, pero
“comprendiendo el marqués que nuestros deseos eran ver el ganao, mandó que lo convoyaran a aquellas inmediaciones, como así
lo hizon. ¡Qué vaqueros, con sus
típicos trajes, demostrando perfecto conocimiento de lo que hacían, y la
interior satisfacción de pertenecer a la Casa de Llen!”
Para apreciar mejor el ganado, son apartados los cuatro toros elegidos
para una de las corridas de la feria. “Son cuatreños, cruce de Veragua y
Muruve, de bonita lámina, cornicortos, negros, meanos y en buenas carnes,
pudiendo asegurar que para la época en que se han de lidiar, el que menos pesará
22 arrobas. En fin, una corrida como no se ha presentado otra en nuestra plaza,
y de dar juego, como es de esperar, será de las que causan época”, afirmaba ilusionado
el redactor de La Iberia en el número
publicado el 20 de marzo.
Para animar la reunión, tras ver el ganado, el marqués invitó a la
comisión a un ribazo, en el que había construido un abrevadero, para rematar la
contratación de la corrida. “Se tomaron unas lampariyas de coñac Martell[3] y
otras de Jerez. Se habló del precio; quedó jecho
el trato. Hubo sombreros por alto, brindis y todo lo que se requiere en estos
casos”. Pero con moderación, pese a la copla que insertaron en las páginas del
citado semanario: “En el nombre del padre y aun del hijo / que no probéis agua
os exijo; pero chupad el brocal de una bota, / aunque la halléis vieja, vacía y
rota”.
El alboroque debió ser generoso: “Se nos sirvió una exquisita comida en
la que no faltó el menor detalle. El café y los ricos habanos fueron servidos
en un magnífico cierro que tiene entrada por la sala del billar, en cuya mesa
se jugaron varias partidas de carambolas”.
Una de las dos corridas ya estaba contratada, pero quedaba cerrar el
trato con Juan Sánchez y Sánchez, de Carreros, para completar los festejos. La
comisión se dirige a la finca Fuenterroble, en donde les espera el ganadero. Ya
es tarde. Cenan y se quedan a dormir en espera de que claree el nuevo día y
puedan ver el ganado. La ausencia del dueño impidió que el trato se cerrase,
aunque los hijos de Juan Sánchez –Hiscio y Fernando- hicieron los
honores y sellaron el compromiso para que sus toros se corrieran el 27 de mayo,
por lo que los del marqués de Llen se lidiarían al día siguiente.
[1] En el
número 13 de El Enano, de 9 de mayo
de 1909, se anuncian los festejos taurinos de la feria de este año: “En los
días 27 y 28 [de mayo] actuará Regaterín en Ciudad Rodrigo, primera de ferias,
con toros de Carreros; y la segunda se verificará con toros del marqués de
Llen, por los espadas Montes II y Pulguita.
[2]
Manuel Sánchez-Tabernero y Vicente, primer marqués de Llen. Este título
nobiliario fue concedido el 5 de mayo de 1906.
[3] Fundada
en 1715 por Jean Martell, la empresa fue la principal productora de coñac
durante la revolución francesa,
cobrando fama internacional en el siglo XIX. Sus productos son muy apreciados
en la actualidad.
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