En el mes de agosto de 1910, el conocido novillero valenciano Pelegrín Pertusa, El Pintao, que residía en Ciudad Rodrigo, deja entrever que se va a convertir en empresario para
organizar un nuevo festejo taurino. Ya es anunciado en el número 382 de La Iberia :
“El inteligente y simpático novillero Pelegrín Pertusa (Pintao) está organizando una novillada para la próxima feria de
este mes, para lo cual está llevando a cabo los trabajos preliminares, como son
el conocer la voluntad, traducida en
moneda del comercio e industria de la ciudad, ganado y cuadrilla. De lo primero
anda la cosa algo atrasada y respecto a lo último cuenta con la colaboración
del célebre espada Juan Púa[1], Puita, que tomará parte en la corrida
con su correspondiente cuadrilla. El otro espada será el amigo Pelegrín, el que
ha reunido, para que le acompañen, unos muchachos de primera”.
Sin embargo, las cosas se complicaron a tenor de la forma en que saluda
la noticia la redacción del citado semanario: “¡¡Por fin tenemos toros!!”. Y,
en efecto, Pelegrín había podido salvar finalmente todos los escollos que se le
habían presentado para organizar la novillada: “Mucho ha tenido que mover las
alpargatas esta semana el simpático y trabajador novillero de las tres P. P. P.
Lorenzo Roldán de Palacio, alcalde |
“El primer inconveniente que se le presentó a Pelegrín fue el arriendo de
la plaza. Anduvo Pertusa de la ceca a la meca, y a fuerza de zancajetear y mover la sin hueso, venció
el primer obstáculo. Pero no contaba el amigo Pintao con lo más morrocotudo.
“Al presentarse en nuestra Alcaldía [Lorenzo Roldán de Palacio]P., que es persona de mucha calma, perdió los estribos y del
calenturón que le dio temimos que le volvieran a dar las viruelas.
solicitando permiso para la corrida, quedó el pobre corrido, pues le exigieron presentara una persona de reconocida solvencia, con casa abierta, servidumbre y no sabemos cuántos requilorios más había de reunir el individuo que presentara la solicitud interesando la licencia para celebrar el espectáculo. P. P. y
“¡Toíto se pone en contra é los probes!, decía el de las P. P. P. ¡Ahí tenemos a Mosquera[2] que
se burla del público de Madrid y porque abiyela
loven naide le ise poraí te pudras!
“Se echa a la calle y después de recorrer un Vía Crucis se le ofrece para
solicitar el permiso el industrial señor Cambronero.
“Lleno el requisito que exigía la autoridad local, emprende las
diligencias de buscar ganado y, según noticias, lo ha encontrado de primera;
pero no estando ultimado el contrato, no podemos dar el nombre del ganadero.
“El día 22 tendremos una novillada en la que tomará parte el inteligente
y jacarandoso banderillero Julián Sainz, Posadero,
que tanta simpatía goza en este público. Con que a la plaza el día 22, porque
además de las tres P. P. P. tendremos las tres B. B. B.”
El ánimo que intentó insuflar el redactor de La Iberia
no caló en el público, que apenas respondió a la llamada, con lo que el
batacazo del novillero Pertusa fue de época. Recordemos la crónica del festejo
siguiendo a la letra, primero, a Fatigas:
“Espadas: Pelegrín Pertusa, Pintao,
y Juan Puga Martín, Puguita.
“Le pido a San Cucufato
y a santa Tecla bendita
(que veneran en la
ermita
de la villa de Barbate)
despejen mi boardilla
para poder relatar
un caso muy singular
de un espada
sin chachilla.
En el nombre del padre y aun del hijo
que no probéis el agua
os exijo
y chupar el tapón de alguna bota
aunque la halléis vieja, vacía y
rota.
Jum… Jum… Jum…
atiéndame todo el orbe,
el que me quiera escuchar;
para el escritor su pluma
sin poder continuar,
repásense las historias
del arte de torear,
y en todas las que hay escritas,
ni en las que se
escribirán,
encontrarán quien se pueda
con el Puguita igualar:
ni el
rigor de las desdichas
ni Job en el muladar".
“Y termino los renglones cortos, porque se pierde un espacio que puede
ocuparse con trabajos de más enjundia.”
Después de esta advertencia en verso, Fatigas relata lo que sucedió: “Cuando
entramos la plaza los de LA, ya se habían efectuado los preliminares; así es
que la seda estaba sobre la barrera y los diestros tenían su percal al brazo y
cada uno en el puesto que le correspondía, excepto el Puguita, que estaba aculao próximo a un burladero a la
izquierda del que habla.
“Teníamos interés en conocer al debutante. Gran sorpresa nos causó al
fijarnos en la jeró tan afeitada y
reconocer a un individuo que acompañaba al de las tres P. P. P. en el recorrido
del vía crucis; solo le faltaba el bigote, que in illo tempore ostentaba en el belfo superior, que para imitar
bien a Morral[3] hizo
desaparecer.
“Suena la trompeta y sale del escondite un escarabajo, de pitones algo anchos y con bellotas, de muy poca romana
y que resultó muy perdío. El Pintao
le diña unos cuantos pases con mucha
calma –como quien se ensaya con una silla-, siendo lo suficiente para que la alimaña se pusiera en pésimas
condiciones.
Arraste con mulillas en la plaza del Hospicio |
“Pedimos a los vendedores de k.k.huet,
meneen uagujas para enebrar limonada.
n poco más las alpargatas, pues los de la tertulia se desesperan por no
tener
“Posadero y Maño le adornan con tres y medio pares, sobresaliendo el primero,
y pasa a jurisdicción de Pintao, que viste chocolate y oro. Da una porción de
pases en los que hubo una colada con desarme, dejando una ida por echarse fuera
antes de tiempo. Intenta un descabello y se forma un lío con los pitones,
estoque y muleta, saliendo tocado en la calesera. Ya ha recibido dos recaditos
de la Presidencia. Larga una tendida y sale a relucir el pañuelo verde. Se
presentan los cabestros y se llevan a Fierabrás,
que al volverse en la puerta cae muerto por toítas
sus cuatro puntas. El arrastre se hizo por la plaza, puesto que la cabeza del
morucho estaba en arenas jurisdiccionales.
Las malas condiciones del cuarteronero
le hizo pasar un mal rato a Pertusa. Le acompañamos en su justo dolor.
“Durante la lidia del primero había oído don Juan Puga y Martín, profesor
veterinario, algunas cosas muy
buenas, el mote del señor Luis el del puesto de huevos, el nombre de ese mueble
que se lleva a la mano en los viajes y sirve para guardar la ropa y otras
lindezas, a todo lo cual se mostraba impávido el del labio recién afeitado.
“Pero llegó el colmo cuando salió al redondel el segundo estornino. Vista su quietud recibe una ovación general de pitos y epítetos de
lo más escogido. Le dan un recadito
del que manda para que cumpla su deber, al que contesta que siendo tanto el serote que tiene en toíta su persona, se ve imposibilitao
de empezar la lidia.
“Le hacen subir a presencia de la autoridad y preguntado la causa de su
mutismo dijo:
Con este percá
sufro
unos mareos
y unos cosquilleos
que ni oigo ni veo
y empiezo a tembrá.
Siento umedecía
la parte trasera
y suplico a usía
dir a la perrera.
¡Vengan los galenos!,
dice
el presidente.
¡Pues estamos buenos
con este… valiente!
Llega el médico
León
con su risita zumbona,
fijándose en la persona
a que hacemos alusión.
Declara el hombre de ciencia
que
padece jindamitis
aguda, y que en
conciencia
también sufre timpanitis.
El primer padecimiento
no lo puede combatir
(que es del crítico momento),
pudiendo solo decir,
según dicta la razón,
que es cuestión de corazón.
Dispone para el segundo
de trementina fricciones
y el público tremebundo
le receta irrigaciones
y unos cuantos sinapismos
encima de los riñones.
“La autoridad dispone sea conducido a la perrera el célebre don Juan Puga, ordenando que antes de entrar en
la prisión se le den unas friegas con un cepillo de esparto.
“Continúa la corrida, que no tuvo nada de particular, excepto el último
novillo que era completamente ciego. Protesta el público y es sustituido por
otro algo más mayor y de mejores condiciones que sus hermanos.
“El Pintao y Posadero hicieron fili,
toreando el segundo de frente, por detrás y otras cositas buenas. Parearon los
maestros porque a Posadero así se le puede llamar, muy requetebién y en la
suerte suprema estuvo Julián Sainz a la altura del Machaco[4]. Unos pases más y se
arranca con todas las de la ley, agarrando una corta, tan en su sitio, que el
toro se najó al otro barrio sin
puntilla. El público entusiasmado coge en hombros a Posadero, que fue
obsequiado con una delirante ovación, con las dos orejas y creo que con el
rabo.
“Resumen: La tarde con mucho aire. La entrada, rematadamente mal. La presidencia,
ocupada por don Adrián Vasconcellos, acertadísima. Los diestros, muy trabajadores,
distinguiéndose Posadero, que lo hizo con conocimiento de lo que trae entre manos.
Maño debe procurar arrimarse más en la suerte de banderillas y a Casquero no le
digo nada porque cumple y sabe salir por pies. Al Pintao tampoco le digo nada,
porque cuando encuentra ocasión la aprovecha. Solo le he de llamar la atención
sobre los medios pases, que también se denominan de tirón o de latiguillo, que solo
deben emplearse para sacar los toros de las tablas y aun en ese caso deben
usarse con mucha vista y habilidad.
Un festejo taurino en la plaza del Hospicio |
“El ganado, de lo malo lo peor; y conste que el novillo ciego no se
inutilizó en los corrales de la plaza, pues vino defectuoso de la dehesa,
teniéndolo que encerrar a brazo”.
El Mozo de Estoques, pseudónimo utilizado por el cronista de Avante, también dedica un amplio espacio
en su número 21 al desarrollo de la novillada celebrada el 22 de agosto, aunque
en otros términos, con otra percepción e incluyendo pormenores previos al
desarrollo de la lidia: “Cuatro novillos de muerte y dos de capea de la
ganadería de D. Jesús Montejo, y como matadores Pelegrín Pertusa (a) Pintao y Juan Puga (a) Puguita, acompañados de sus
correspondientes cuadrillas.
“La del alba sería cuando el ganadero consiguió ver encerrado el ganado,
después de varios espantos, que resultó bravo.
“¿No habría medio, Sr. Alcalde, de impedir que un centenar de graciosos de mala sangre se entretengan,
siempre que hay toros o novillos, en hacer fracasar los encierros? ¿Es que no cae eso bajo las ordenanzas municipales?
“Fue una suerte el que presidiera D. Adrián Vasconcellos, pues solo
contando con las simpatías que cuenta pudo resolver sin dificultad el cúmulo de
conflictos que se le presentaron al hombre. ¡Vaya un estrenito, camará!”
Y, entrando en detalles, continúa el crítico de Avante: “La lidia del primer novillo fue sosa y pesada, porque el
Pintao le tomó canguis y pinchó más
que un higo chumbo y a la fin le
sacaron los mansos que se llevaron al de Montejo, escuchando el matador un tantito de guayabeo.
“Sale el segundo y aquí te quiero ver escopeta. En el público estaba el
saladísimo Pino, émulo del Lamparilla madrileño, y a quien no se le oculta nada
que huela a noticia sensacional, si que también tomadura de pelo. ¡Qué repórter se pierde el periodismo! Bueno,
pues va el hombre y dice al ver a Puguita: ‘Eso
no es un torero; eso es un
veterinario cesante al que le acabo yo, barbero matriculado y con casa abierta,
de quitar la prenda que más estimaba, que era su flamante bigote; y el que lo
dude puede ver los cuatro pelos que todavía llevo en la mano. Vean, señores, el
auténtico bigote del fenómeno que nos presenta la empresa como mataor.’
“A esto el Puga, que se sentía un sí es no es indispuesto y con alguna
manifestación visible en donde la espalda pierde su nombre, es llamado a la
presidencia y… allí confiesa que a él no le ha hecho nada ofensivo el novillo
y… que lo mate Rita, por lo cual y para acallar el pitorreo del respetable, el presidente le envía a la perrera,
siendo ovacionado. Muy bien la presidencia. Pintao se encarga de despachar al
novillo y se deshace de él con varios pinchazos, así como del tercero que salió
después.
“El público pidió que matara el cuarto el valiente banderillero Posadero
y la presidencia accede gustosa previo permiso del Pintao.
“Sale un novillo más grande que los anteriores y más bravo, y allá va el
Posadero, el cual atornilla los pies al suelo, y con varios naturales muy
ceñidos y algunos ayudados, señala un pinchazo en todo lo alto, muy bueno, y
con dos pases más entra derecho para media en las mismas agujas saliendo
rebotado por un lado mientras el toro cae sin puntilla. Ovación, oreja y salida
en hombro de la plaza”.
Y, como resumen, El Mozo de Estoques señala: “El ganado, superior;
Pintao, con mucha desgracia; Puguita, con mucho miedo; Posadero, colosal;
Vasconcellos, acertadísimo”.[5]
[1] Debe
referirse a Juan Puga, Puguita, uno
de los que intervendrían en la novillada.
[2]
Indalecio Mosquera fue un popular empresario gallego que regentó la plaza de
toros de Madrid, ubicada en la carretera de Aragón, y la de Valencia, entre
otras. Era conocido como “El hombre de las gafas de oro” y, según Hemingway,
“fundó la plaza de Madrid sin importarle nada las corridas y sí la talla de los
toros”, en Muerte en la tarde, Ed.
Planeta, 1993; pág. 121.
[3] Debe
tratarse del magnicida Mateo Morral, que se afeitó el peculiar bigote que
ostentaba para desfigurarse. Atentó contra Alfonso XIII.
[4]
Rafael González Madrid, más conocido por Machaquito. Véase nota 86.
[5] El
corresponsal de El Adelanto también
da cuenta del desarrollo del festejo en la edición del 26 de agosto: “El día 22
se celebró una novillada con ganado de don Jesús Montejo en la que tomaron
parte Pelegrín Pertusa (a) Pintao y
Juan Puga (a) Puguita. Pelegrín tenía
por lo visto el santo de espaldas, porque hizo bien poco, aunque tenía buenas
intenciones. El primer toro se fue al corral, después de cruel martirio. Sale
el segundo y Puguita, que había estado toda la tarde en el burladero, se tiró
al callejón, lo cual nos extrañó. Ante la ovación del público, subió a la
presidencia, y preguntado por el concejal de tanda, dijo que él era un honrado
veterinario y que nunca había cogido un estoque ni un capote, y que aquí había
venido a ayudar al Pintao. –Pero, ¿a qué le ayudar usted? – Pues… a sellar el
billetaje, por todo lo cual el presidente le mandó a desnudarse a la perrera.
Pintao se las entiende con el de autos (el toro) y con el siguiente, sin
agradar. Y salió el cuarto, que fue retirado a causa de aparecer ciego, por un
golpe sufrido en los corrales y sustituido por otro más grande. El público pide
que lo mate el valiente banderillero Julián Sainz (a) Posadero. El muchacho, previo permiso, se va al toro, y después de
una faena lucidísima en la que hay pases rozando los costillares y metiendo la
cadera en el testuz, da un pinchazo en hueso en todo lo alto y media entrando
muy derecho y saliendo rebotado. El toro cae redondo y el redondel se llena de capitalistas que se llevan
provisionalmente al Posadero. El ganado, si no hubiera sido tan mal tratado en
el encierro, bueno: de todas maneras dio juego. En la presidencia el concejal
don Adrián Vasconcellos, con la mar de acierto.”
Asimismo, en el periódico El País del 27 de agosto, el corresponsal destacado en Ciudad Rodrigo
da cuenta del desarrollo del festejo en estos términos: “Novillos en Ciudad
Rodrigo. De la corrida celebrada el día 24 nos dice nuestro corresponsal. El
ganado, en general, manso, excepción hecha del cuarto, que cumplió como
regular, sin hacer de notable nada absolutamente. De los diestros, El Pintao,
trabajando mucho con el capote y muy oportuno en quites; banderilleando puso un
par cambiado superior, después de una bonita y elegante faena, otro de frente,
magnífico, y otros dos buenos. Matando, en el primero estuvo algo desgraciado
por las condiciones del bicho, que estaba completamente huido, y en los otros
dos estuvo bien y muy valiente. El segundo matador no pudo ejercer porque se
sintió enfermo, teniendo que salir de la plaza. El Posadero muy bien como peón
y banderillero, matando el último con voluntad y acierto. Las cuadrillas
cumplieron. La entrada floja”.
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