El 2 de junio[1] de 1907 se organiza una
novillada en la plaza provisional del Hospicio, una especie de capea con remate a espada, a beneficio del asilo de
ancianos. En esta ocasión el cronista responde al apodo de Fatigas y se luce,
se explaya más bien, a gusto con la crónica, en donde el peor parado será el
presidente, Lorenzo Roldán[2], el
alcalde accidental por los achaques del titular, Clemente de Velasco: “¿V. S.
se cree que presidir una corrida es lo mismo que una sesión del Ayuntamiento en
que todo marcha como las propias rosas? No señor. ¿Sabe V. S. los avisos que se
han de dar y el tiempo que ha de mediar de uno a otro para decretar el
desahucio? ¿Ha oído hablar V. S. de un reloj de arena y otras formalidades?
Pues hay que enterarse, porque las fiestas taurinas están reglamentadas y la
mala dirección puede ser causa de un conflicto”, le espeta, con golpes
directos, el crítico al presidente del festejo.
Pero las críticas no solo fueron
para el presidente. De entrada, como saludo, Fatigas expone lo que se avecina:
Más hueco que un miriñaque
se dispone el revistero
a criticar al torero
que no luzca bien su empaque.
Y empieza el artículo describiendo la situación:
“La entrada menos que mediana, la tarde superior y las mantiyas blancas con sus preciosas dueñas se quedaron en casa”.
Lorenzo Roldán |
“A las cuatro en punto, hora
señalada para dar principio la corrida, se presenta don Lorenzo Roldán en el
palco presidencial, y oigo decir a mi lado: ‘¡Dios quiera que hoy lo haga bien!’.
Le saluda el público, él corresponde; hace la señal (y no la de la cruz). Se
abre la puerta y sale el amigo Paco montado en un caballo más negro que la
conciencia de un usurero. Paquiyo,
como sabe lo que lleva debajo, hace primores, equitación fina y filigranas de chipén. Y yo pregunto, ¿quién es Paco? Y
me comentan: -Pues Paco el malagueño, paisano de tu director.
-“No, porque mi director es de Cai.
-“Lo mismo da, porque los andaluces
todos se llaman paisanos.
“Al fin un vecino me dijo que se
llamaba Francisco de la Reina, y que su padre fue coronel, etc., etc.
“De modo que ya sabemos quién es
Paco el caballista, en el buen sentido de la palabra.
“Previas las formalidades
reglamentarias, sale a la arena el primer cornúpeto, que a mi juicio tendría
dos [años] y tres [yerbas], y los aficionados lucieron sus facultades en lances,
carreras y demás peripecias que lleva consigo tal diversión.
“Manda cambiar de suerte el señor
presidente y aquí fue Troya.
“Sale nuestro amigo Alfredo
Vasconcellos, que vestía un bonito traje corto, de pana color nutria, con sus
alamares y toda la pesca, con un par de lujo, con unas posturas y un aquel que
me río yo del Chicorro[3]. Hizo
unas cuantas salidas en falso, porque el novillo hacía mucho por él y no quería
tantos favores, ocultándose, porque como nuestro amigo es tan modesto, no le
gustan las exhibiciones y mucho menos los choques; en fin, que al cabo de por
aquí y por ahí, le coloca medio par, algo caído, sin que fuera suya la culpa el
que no prendiera el otro medio y sí el que no tuvo toro para clavarlo, pero él
lo soltó. Muchas palmas y un poquito de música.
Carlos Albarrán, El Buñolero |
“Jesús Romero, que es también
nuestro amigote y vestía como en el café, puso otro medio después de unas
cuantas salidas de regla. Ambos diestros repitieron con medio, que es lo que
hoy se usa, y por mandato de don Lorenzo pasamos a la suerte de herir.”
“El primer espada, cuyo nombre no he
podido averiguar[4], y si me dicen que es jugador
de dominó le bautizo con el (a) de El
seis doble, coge los trastes,
brinda por el V. S., por la compañía, por el arte y por la gente barbiana. Con mucha calma se va derecho al utrero, dando
principio a los responsos con un medio pase en redondo, otro de la misma clase,
tres muy bajitos, a fin de humillar al bicho, dos ceñidos, cuadra y marcando un
volapié con todas las del arte, se tira dando en hueso y como el estoque es de
acero de candiles, se dobla y El seis
doble no dominó. El animalejo está muy desconfiado y poco
obediente, pues le marcan la salida por un lado y se marcha por otro, por lo
que el maestro tuvo dos coladas, una con rotura
de un costal -porque no llevaba taleguiya y sí pantalón ancho-, siguen
unos cuantos pases, se tira, pincha en el mismo sitio que la anterior, dobla la herramienta y un medio lío. El seis doble se carga de moscas, da dos
pases y arremete con una media, y no tostada, que hace echar al cornúpeta, al
que remata el puntillero al segundo golpe. Palmas y cigarros.
“Suena el cornetín y Julián Moraleja
y su hermano Ceto, que desempeñan las
labores del célebre Buñolero[5],
franquean la salida al segundo, que se presenta muy boyante, haciendo correr a
los de percales…
Con la misma gracia e
ironía, tan puntilloso, Fatigas continúa describiendo esta especie de capea que
acaba con la muerte en el ruedo de los novillos. En resumen:
La presidencia
muy mal
en el segundo novillo,
pues confundió el candeal
con lo que era tomillo.
Aplausos para los diestros,
por tenerlos merecidos,
al cumplir sus cometidos,
sobre todo los maestros.
[1] El
corresponsal de El Lábaro recoge la
crónica del festejo en el diario del 4 de junio: “Ayer tarde se celebró en la
plaza de toros de esta ciudad, bajo la presidencia del Sr. Roldán, un festival
taurino a beneficio del asilo de ancianos. Se lidiaron seis becerros de la
ganadería de D. José Manuel Bernal, vecino de está ciudad, siendo muertos a
estoque dos de ellos, que resultaron bravos hasta el último tercio. La
cuadrilla la componían aficionados de esta ciudad, actuando de primer espada el
Sr. Serrano; segundo espada, Cesáreo Hernández; banderilleros: Alfredo
Vasconcellos, Jesús García y los hermanos Araujo. Incidentes cómicos abundaron;
el que más gracia hizo fue el de uno de los banderilleros que se acostó después
de comer y no despertó hasta que terminó la corrida. Serrano, en su primer
becerro estuvo superior con la capa y la muleta y regular con el estoque; fue
cogido y volteado sin más consecuencias que la rotura de la faja. Cesáreo
Hernández cosechó muchos aplausos con la capa, pero a la hora de matar estuvo
desgraciado, tanto que el presidente mandó que salieran los mansos y antes de
salir, los hermanos Araujo dieron muerte al becerro con la puntilla.
Vasconcellos fue el héroe de la tarde, por lo que hizo reír al público, pues
tuvo más serenidad para dejarse afeitar la barba y bigote que para poner
banderillas en las orejas; el primer par lo brindó a la banda de música, la que
correspondió tocándole el Machaquita,
se dirige al toro, lo cita y el novillo dio media vuelta y el joven se cayó de
miedo. No se acercó al novillo más que una vez cuando tenía 27 pinchazos, que
se arrodilló delante de él y le arrojó arena al hocico causando la hilaridad
del público. Los demás lidiadores cumplieron. La entrada superior, lo mismo en
sol que en sombra. Probablemente el domingo organizarán otra novillada con
otros lidiadores a beneficio de los bomberos”.
[2]
Lorenzo Roldán de Palacios sería alcalde de Ciudad Rodrigo entre el 1 de enero
de 1910 y el 31 de diciembre de 1911.
[3] José
Lara Jiménez, Chicorro. Algeciras, 1839-Jerez
de la Frontera ,
1911. Torero español que tomó la alternativa en Barcelona (1868) de manos del
Gordito. Dominó todas las suertes y fue el primero en recibir una oreja
(Madrid, 1876), costumbre que no se fijaría hasta 1910.
[4] Un
tal Sr. Serrano, según apunta el corresponsal de El Lábaro en la crónica del festejo.
[5]
Carlos Albarrán, El Buñolero.
Torilero de la plaza de Madrid desde 1843 hasta 1903.
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