Un año movido en
muchos aspectos. Sanidad, incendios, preparativos de las elecciones de distrito
e incluso un pequeño temblor de tierra que se dejó sentir el 12 de enero fueron
elementos que marcaron el inicio de 1890.
En el capítulo sanitario, eran
constantes las noticias que se ofrecían en la prensa provincial sobre la
evolución de una infección de dengue, popularmente conocida como trancazo, y
que tuvo especial virulencia en Ciudad Rodrigo, de forma especial entre los
alumnos del seminario, pero que también afectó a numerosos adultos.
Uno toro durante el desarrollo del festejo taurino en el coso de la Plaza Mayor en la última década del siglo XX |
La tragedia se presentó este año en
Ciudad Rodrigo en forma de incendio, destruyendo una de las referencias en el
desarrollo del Carnaval: el café y salón de baile La Panera, ubicado en el
Arrabal de San Francisco. El fuego se desató sobre la una de la madrugada del
16 de enero y arrasó todo el inmueble pese a los esfuerzos para intentar
sofocarlo.[1]
Estos negativos antecedentes, no
influyeron para que los mirobrigenses siguieran con sus tradiciones, con su
ciclo festivo iniciado con San Sebastián y continuado con las celebraciones de
San Blas y Santa Águeda, las tres referencias festivas de Ciudad Rodrigo en los
prolegómenos del antruejo. Entre la romería a La Caridad y las águedas, El Fomento daba cuenta de la procedencia
de las reses que se correrían durante el Carnaval de este año. Fueron
contratadas a los ganaderos, labradores o industriales locales, que de todo
había, Francisco Martín González, Antonio Hernández y Francisco Sevillano.
El Consistorio, a la vista de que ya
se contaba con el ganado, acomete con tiempo la adjudicación del cierro de la
plaza. El asunto se debate en la sesión del 8 de febrero –el Carnaval se
desarrollaría entre el 16 y 18 de ese mes-, y se toma el acuerdo de que sea el
propio Ayuntamiento, con sus medios, quien ejecute ese cometido, “en virtud de
las muchas recomposiciones que necesita [el maderamen de la plaza] y que son
difíciles de apreciar”.
Casi con simultaneidad, se solicita
a la autoridad competente el permiso para la celebración de las tradicionales
corridas de Carnaval, algo que también hicieron los consistorios de
Fuenteguinaldo y Vigitudino, según apunta en un breve el diario salmantino El nuevo progreso, en su número de 13 de
febrero.
El semanario local La voz de la frontera[2] no desaprovecha la oportunidad que se
le brinda, siendo Domingo de Carnaval, para colar un puyazo sobre la situación
política del país, con el bipartidismo impuesto por el acuerdo del ‘turnismo’
en el poder de los dos partidos políticos mayoritarios, conservador y liberal. Estaba
entonces en el gobierno el incombustible fusionista y liberal, otrora
progresista, Práxedes Mateo Sagasta, que se turnaba en la jefatura del gobierno
con el conservador Antonio Cánovas del Castillo, acuerdo fraguado en el denominado
Pacto del Pardo.
Al respecto, afirmaba La voz de la
frontera en su sección Cabos sueltos
que “nos aseguran que el Martes de Carnaval recorrerá las calles de esta
ciudad, precedida de su correspondiente música, una brillante y numerosa
comparsa de máscaras, si el tiempo lo permite y la autoridad no lo estorba.
Ignoramos si saldrá cierta la noticia, pero he aquí de todos modos los detalles
que hasta nosotros han llegado”.
Y no es parco el redactor en adornar
con sorna la crítica exacerbada que dirige al presidente del gobierno,
enseñándose con su pedigrí político: “La comparsa irá presidida por un viejo
verde, con barba y tupé; sobre su pecho se verá un letrero que dirá ‘sufragio
universal’. A la espalda llevará otro letrero donde se leerá ‘derechos individuales
inaguantables’. Debajo del brazo izquierdo llevará enrollada la bandera
republicana; sobre su frente se ve, aunque muy borrosamente, otro letrero donde
aún puede leerse ‘abajo los Borbones’; y en la mano derecha llevará otra bandera
con un gran letrero que dice ‘viva la monarquía de D. Alfonso XIII’. Bien
sabemos quién es este máscara, pero no queremos publicarlo por no privar al
país del bromazo que le espera”.
No queda ahí la descripción, el
vislumbre que hace el redactor del semanario local de la supuesta mascarada:
“Después forma en la comparsa un máscara disfrazado de teniente general, y
aunque no es senador ni diputado, lleva colgada al cuello una cartera. Nos
figuramos, por lo que nos han dicho, que unos lo van a tomar por ministro y
oros lo van a confundir con Canige el
cartero. ¡Bueno va a ser el bromazo!”
La mofa hacia la candidatura y el
estamento político establecido continúa: “Detrás de esos irá otro disfrazado de
castellano, por más que parece andaluz, ostentando en su escudo un castillo, un
libro ‘encarnado’ y otro ‘amarillo’, pero con páginas muy negras. Y no queremos
decir más de él porque, como perro viejo, es ya muy conocido del país. Lleva
también su cartera”.
La invectiva sigue describiendo los
supuestos componentes de la comparsa y, casi como remate, afirma: “Ya se nos
olvidaba decir algo de otro máscara que va montado sobre una máquina que sirve
para hacer chorizos, según unos, y para hacer elecciones, según otros [...]. A
su lado marcha otro, disfrazado de toro, con unos cuernos muy bien puestos, a
cuya vista huye el país, temiéndolo más que a un verdadero toro de Veragua...”
Encierro del ganado para los festejos del Carnaval en el entorno del Áebol Gordo |
Respecto a lo que aconteció
realmente durante el Carnaval de 1890, las noticias son vagas y escuetas: “Los
carnavales de Ciudad Rodrigo, según nos dicen personas que de allí han venido,
fueron animados como todos los años. En los que acaban de tener lugar, a más de
toros, máscaras, bailes y demás accesorios que acostumbran los miróbrigos por Carnaval, han tenido
funciones de teatro. A dicha ciudad, cuyos antruejos tienen fama en 20 leguas a
la redonda, concurren muchos forasteros, con especialidad de los de sus pueblos
inmediatos, lo cual contribuye bastante al mayor esplendor de las fiestas”, se
afirma en El nuevo progreso en el
número del 20 de febrero, un diario que unos días más tarde, el 25, apunta que
“las corridas de novillos estuvieron animadas y abundaron en peripecias; el
ganado, que era superior, dio bastante juego. Los bailes estuvieron muy
animados. No ha habido que lamentar accidentes desagradables”, obviando el
percance que sufrió el vecino mirobrigense Ildefonso Rodríguez, alcanzado por
una de las reses, “que resultó con algunas contusiones graves”, aclara El Fomento en su edición del 20 de
febrero.
Por otro lado, y como solía ocurrir
con cierta frecuencia, dos novillos se lesionaron y el Ayuntamiento tuvo que
afrontar la correspondiente indemnización.
[1] El
diario provincial El nuevo progreso,
en su edición del 19 de enero, relata el suceso a través de la crónica del
corresponsal en Ciudad Rodrigo: “A la una de la madrugada de hoy, y a las voces
de alarma y pitos de los serenos avisando que había incendio, pusieron en
movimiento a la mayor parte del vecindario de este Arrabal de San Francisco. En
el acto, y siendo yo uno de los primeros que llegó al sitio donde ocurrió el
siniestro, me encontré con que este tenía proporciones aterradoras; el local
incendiado se conoce en esta por el nombre de La Panera, propiedad de los
señores Romo Mesa, que dedican y explotan su planta baja a salón de bailes y la
alta de café público. Al tratar de indagar el origen del siniestro, no se ha
podido averiguar cuál fuera, creyendo sus dueños fuera producido por un brasero
que habían dejado en el despacho situado a la entrada del local. A pesar de la
noche crudísima que hacía, concurrieron en los primeros momentos todas las
autoridades, Guardia Civil y fuerza de la guarnición, siendo inútiles los
esfuerzos de todos, a pesar de contar con buenos elementos, tanto en bombas,
abundancia de aguas y auxilio de todo el vecindario. Se trató de localizar el
incendio desalojando antes las casas inmediatas que ofrecían peligro inminente,
habiendo conseguido dominarle a las tres de la madrugada, no habiendo que
lamentar desgracia personal alguna, calculándose su pérdida en 8 ó 9.000
pesetas. El local estaba asegurado, pero no el mobiliario ni los géneros para
surtir el establecimiento”.
[2] PEREIRA SÁNCHEZ, Jesús, “Prensa
mirobrigense”, coleccionable de Tierra
Charra. Al respecto de La voz de la
frontera afirma que e trata de un “semanario defensor de los intereses del país. Empezó
su segunda época el 2 de enero de 1881. Se publicaba los domingos y lo imprimía
Ángel Cuadrado. Su redacción era la misma que la de El Dominguero, y la
componían el canónigo don Joaquín Vera y Amat, Doña Petra García (don
Juan Arias), don Matías Macías Jiménez, Diego Lizón de Onís, (Delicado)
y Pedro de Jorvalán. Vivió en esta segunda época solo un año y fue continuación de El Dominguero, en
la defensa del trazado del ferrocarril de S. F. P. Tanto La voz de la frontera
como El Dominguero, son periódicos perfectamente escritos, y entre
sus trabajos merecen citarse las «Cartas sobre la Ciudad de Roma», de Petra
García. En 1884 volvió a salir La voz de la frontera, dirigida
por don Francisco Forns e impresa en casa de la viuda e hijos de Cuadrado. Vivió
en esta tercera época seis años”.
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