Para cerrar el capítulo abierto ayer con la primera entrega de este post, inserto la segunda parte del dictamen elaborado por el equipo de Elías Tormo, de la Real Academia de la Historia, que sirvió de base para la declaración de Ciudad Rodrigo como "monumento histórico-artístico", en virtud del decreto del general Franco datado el 29 de marzo de 1944 que fue insertado en la Gazeta de Madrid el 9 de abril de ese mismo año.
Aparte ella y
todo lo eclesiástico, es en el caserío de la «ciudad» la nota general más
interesante la edificación nobiliaria; principalmente, y casi a la exclusiva,
la de edificios del siglo XVI, repartidos (para el historiador del arte) en
tres grupos, que son como tres momentos de aquella noble centuria de nuestra
Historia: unos, con notas del goticismo; otros, con las del gayo renacimiento
que en Castilla lleva el remoquete de «plateresco»; otros, de la sencillez
grandiosa, verdaderamente monumental, del pleno triunfo del arte severo de
Felipe II.
Vista aérea de Ciudad Rodrigo en torno a los años setenta |
Es claramente
fácil decir en selección cuáles son las mansiones más dignas de todo entusiasmo:
independientemente entre sí las señalan, casi las mismas, el señor Gómez-Moreno
en su siempre malhadadamente inédito Catálogo Monumental de la provincia de
Salamanca (escrito en 1903), y el excelente historiador canónigo don Mateo
Hernández Vegas, recientemente fallecido, en su libro histórico Ciudad Rodrigo:
la Catedral y la Ciudad, 1935. Gómez-Moreno cataloga la Casa de los Castros, la
de los Águilas (ahora del Marqués de los Altares, antes del de Espeja), la de
la Colada, la n° 16 del Campo del Trigo, la n° 3 de las Cuatro Calles, y la
Casa del Ayuntamiento (antes, ésta, de las obras recientes). Don Mateo H. Vegas
(cap. IV del t. II) cataloga la otra de los Águilas (que es la n° 16 del Campo
del Trigo), la de los Castros, la de Moctezumas (la de enfrente de la de los
Castros), la «del Príncipe» (la que Gómez-Moreno llama de los Águilas y
modernamente del Marqués de Espeja), la de los Cuetos (Plaza Mayor, al centro
del lado Norte), y por detalles bien curiosos, añade, la casa «del Cañón» y la
casa «de los cuernos», no subsistentes sino en las notas típicas y al caso
«parleras».
Tres de las
más bellas de las citadas, con ser bien distintas, las atribuye al arquitecto
Güemes el señor Gómez-Moreno, es decir, al del claustro (mitad) de la Catedral
y en él, el mismo escultóricamente retratado.
Ahora, cuando
ya las fotografías «Mas» son de una generosísima fundación de carácter público,
fundacional persona jurídica perpetua y garantida por el Estado, podemos, en un
dictamen académico, decir que el recién nacido «Instituto Amatller de Arte
Hispánico», de Barcelona (de 1942), posee, y para el estudio público, entre sus
ya 164.000 clichés de arte español, y sobre 191 de ellos de la sola Catedral de
Ciudad-Rodrigo, 46 más de los restantes monumentos, palacios, mansiones (y
detalles de ellos) de la ciudad, sin contar los clichés de pinturas y de
hierros, todos los que la ponencia académica ha podido estudiar con
posterioridad a su última visita a Ciudad-Rodrigo: ocho, de la citada casa de
los Águilas; cuatro, de la Montarco (la del «Vítor» Barrientos); cuatro, de la
Casa de los Mirandas, que ha sido recientemente de don Clemente Velasco, y otra
de las dos mansiones con el magnífico portal en esquina, tan típicas, etc.
No se ha
publicado aparte plano de la ciudad, sabiéndose de algunas vistas tomadas de
avión para estudio de lo militar. El señor Cort, catedrático de la Escuela de
Arquitectura de Madrid y académico de número de la Real de Bellas Artes de San
Fernando, con sus alumnos, elaboró uno circunstanciadísimo, cuyos estudios se
expusieron después en el Seminario de la misma Ciudad Rodrigo. Prestado al
difunto arquitecto y académico señor Anasagasti, se ha perdido en la guerra con
todo lo de la mansión que habitaba, situada en la tan maltratada calle de Rosales,
de Madrid. Hay, pues, que recurrir siempre al planito de Coello, uno de los
nueve que rodean y enmarcan su gran mapa de pared de la provincia de Salamanca;
por fortuna, no ha sufrido cambios la ciudad alta, en sus calles y plazas, en
los setenta y seis años transcurridos.
No es del caso
de este dictamen la catalogación más general y extensa, ni la definición de
cada estilo y época, reduciéndonos a decir que el señor Gómez-Moreno creyó
poder atribuir a un solo arquitecto, el de las dos alas menos antiguas del
claustro de la Catedral, Pedro de Güemes, tres de las más nobles mansiones, la
Casa de los Castros (la de más bello exterior), la del Marqués de Espeja (antes
de los Águilas) y la Casa de la Colada, la del ornato total en cadena pétrea.
Pero sí es del caso decir que la casi totalidad de las mansiones de mérito y
prestancia secular corresponden al siglo XVI, y aun al XVII, habiéndose de ver
allí un como instante secular, en que las rivalidades antes guerreras de los
bandos nobiliarios medievales se traducen ante nuestra paz, que podríamos
llamar la «paz austríaca» (interior: Carlos V, tras las Comunidades, y Felipe
II) en emulación de ostentación ciudadana.
Plaza de Herrasti y Catedral antes de las reformas |
Pero
recuérdese, para dar valor a una ciudad repleta de grandes escudos heráldicos
del Renacimiento (como por todo el caserío principal), que, ciudad fronteriza y
ciudad fuerte, Ciudad Rodrigo, en aquellos siglos medios no tenía guarnición:
no pagaba soldados el monarca. Había de estar prevenida y a la escucha, y
dispuesta a la rápida defensa la nobleza de la comarca, con sus personales
mesnaderos precisamente.
Ejército
permanente no tenía España, sino por fuera de la Península. Era el mismo el
caso de tantas otras ciudades, pero Ciudad Rodrigo era fronteriza, era clave de
uno de los más fáciles pasos, y confiada a sus nobles, hacendados en la comarca
(con sus castillejos) y habitantes en la ciudad. Los muros eran del rey: los
pechos y los corazones, los de los nobles y de sus gobernados pecheros.
Con la «paz
austríaca» que decimos, y acentuada y en máxima garantía los sesenta años
(1580-1640) de la unión con Portugal, la nobleza «civitatense» atendió a
emulaciones de arte y ostentación ciudadana, y también a acrecentar su
importancia con la captura de dignidades y de rentas eclesiásticas. Desgraciadamente
sus capillas y sus sepulcros en los templos del alrededor se perdieron:
subsisten en cambio los palacios gracias a ser Ciudad Rodrigo ciudad de
edificaciones en sillares, que no en ladrillos, y gracias, también, al no
acrecentamiento moderno del número de los habitantes de la ciudad, la población
a cuya vida económica causaron daños irreparables la desvinculación de
mayorazgos, la emigración de familias, la desamortización eclesiástica, la expulsión
de regulares y los demás avances del 1800: los del régimen «liberal» extranjerizo.
El público se arremolina junto a la fuente en la Plaza Mayor durante unas maniobras de los bomberos |
Por tales
explicaciones, y recordando ser ciudad de sillares en sus edificaciones, cabe
un total éxito conservador: del encanto y el hechizo de la ciudad histórica y
plenamente artística por casi todas sus calles y rincones. Al menos todo en
ella con carácter, con nota noble de vetustez y de arte y sin que haya todavía
nada que desentone. Todo perduradero, si el Estado, como se pide, declarara la
intangibilidad de todo el alto poblado y de sus aproches, como lo viene pidiendo
la celosa Comisión Provincial de Monumentos de Salamanca y lo afanan los nobles
espíritus de los «civitatenses».
Este es el
voto y el dictamen de la Real Academia de la Historia.
ELÍAS TORMO.
Aprobado por la Academia en sesión de 22 de octubre de 1943.
NOTAS
Las mansiones señoriales de
Ciudad Rodrigo. Refiriéndose a ellas el anterior dictamen, como nota más
interesante o precisa, daremos aquí la nomenclatura y las llamadas a las fotografías
«Mas» del Instituto Amatller de Arte Hispánico.
Casa de los Castros, hoy de los
Condes de Montarco (la del «Vítor» Barrientos pintado): en la plaza «del Conde»
(nombre nunca cambiado), n° 4. Fots. «Mas», nº 52.846, 52.850, 52.851, 52.847,
52.849.
Casa «del Pico» (nombre vulgar, y
definidor), de los Águilas, hoy de una Bernaldo de Quirós, hermana del Marqués
de los Altares, la de la puerta en esquina («el pico») y un escudo. Plaza del
Poeta Cristóbal de Castillejo (antes Campo del Trigo, n° 16), n° 14, pero dando
vista también a la calle de don Dámaso Ledesma (antes de San Juan) y a la calle
de los Colegios. Fots. «Mas», nº 52.834, 52.835, 52.837, 52.838; más
fotografía de hierros (no anotada).
Casa (Palacio, mejor) de los
Águilas (nunca del Príncipe de Eboli), luego Marqueses de Espeja, luego de los
Altares (hoy de hijo segundo don Rafael Bernaldo de Quirós), calle de don Juan
Arias, n° 2, y con fachadas a otras calles, y con capilla pública. Fots. «Mas»,
n° 52.852, 52.853, 52.855, 52.856, 52.857. 52.858, 52.859, 52.863; más fotografías
no anotadas de obras de arte.
Casa de los Mirandas,
recientemente de don Clemente Velasco, hoy de una hija; Plaza del Salvador o de
Cervantes (al Sur de la Catedral), n° 9. Fots. «Mas», n°* 52.841, 52.842,
52.843, 52.845.
Casa «de la Colada» o «de la
cadena», por la pétrea que de ornato recorre el exterior, que fué y es del
Ejército, calle hoy de José Antonio Primo de Rivera (antes «Colada»), sin
número. Fot. «Mas», números 52.826, 52.827. 52.828.
Casa que ha sido «Parador del
Arco», calle «Colada», n° 10. Fot. «Mas», n° 52.840.
Casa de los Cuetos, hoy de don
Eduardo Abarca, en la Plaza Mayor, «del Caudillo», n° 24, Fot. «Mas», n°
52.839.
Casa «de los Silvas», también de
puerta en esquina (tres escudos), pero del Renacimiento, en ángulo en las
calles del Sepulcro y de Medina, o «Cuatro Calles», n° 5. Fot. «Mas», n°
52.838.
Casa arruinada, subsiste el
dintel en la puerta, llamada de «los Cuernos», calle del Generalísimo, antes
llamada Rúa nueva o Rúa del Sol, sin número. Fot. «Mas», n° 52.832.
Las Tres Columnas junto a la iglesia de San Juan |
Casa del Cañón; próxima a ella la
de los Gómez de Silva y frente de la de «los Cuernos». Fots. «Mas», nº 52.836, 52.840, 52.844.
Casa de la Ciudad. Fots. «Mas»,
nº 52.823, 52.824, 52.825.
Aparte los palacios y mansiones
nobiliarias pueden verse otras de las notas sueltas, en las calles de la
ciudad, en las fotografías fotograbadas en los dos tomos del libro de Hernández
Vegas, Ciudad Rodrigo: la Catedral y la Ciudad. (El centenar de las fotografías
del libro van anónimas y se ven en reducción en cada fotograbado. Las más de
ellas son de Agustín Pazos.)
San Pedro, ábside, I, 40.
«Capilla» de Cerralbo, II, 217.
Descalzas del Corazón de Jesús, II, 239.
Portada de! Instituto, que fué Parque de Artillería, II,
271.
Casa de los Gómez de Silva, II, 48.
No mencionamos nada del alcázar, de los muros ni de las puertas del
recinto; tampoco de los arrabales y de la alejada «Caridad».
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