El último día
del antruejo de 1903 siguió con la tónica de percances que se habían registrado durante los festejos del Lunes de Carnaval. Se corrieron novillos
del vecino mirobrigense Juan Aparicio López, ganado “bravo y de poder” que
causó “varias desgracias”, señala el corresponsal de El Adelanto. “Un magnífico toro negro, hermoso ejemplar de raza,
cogió a un aficionado conocido por Maine[1] y le
produjo una gravísima herida, atravesándole el muslo izquierdo con sección de
órganos importantísimos. El desgraciado trató de poner un par de banderillas y
al salir de la suerte no tuvo donde refugiarse por estar las barreras ocupadas
por espectadores, siendo recogido por la res que le dio la tremenda cornada, de
la que se halla agonizante en el hospital. La primera cura fue hecha,
cuidadosamente, por los doctores Mirat, Briega, Norberto y Hernández Japes. Su
estado es desesperado”, concluye el corresponsal[2].
Fotografía publicada en El Adelanto |
Pero no se cerró ahí el capítulo de
percances, ya que otro aficionado –Bernardo Peló Mínguez- “resultó con un
profundo puntazo en el muslo derecho”, mientras que el popular Cuchareta
–Aniceto Ajo- “salió con la cabeza rota”. Además, señala El Adelanto, “hubo varios revolcones”, insistiendo en la calidad
del ganado, que “fue muy bueno”. Destaca también el corresponsal que uno de los
toros mató a otro de una cornada en el desarrollo del encierro y, ya como
resumen, señala que esta última jornada del Carnaval de 1903 contó con buen
tiempo, lo que hizo que el antruejo estuviese “muy animado: “En los teatros y
bailes, hubo anoche –Martes de Carnaval- llenos enormes”.
El avance del parte de lesiones
publicado en la prensa provincial es posteriormente ratificado por la carta que
envía Luis Díez Taravilla, alcalde de Ciudad Rodrigo, al gobernador civil de
Salamanca, Joaquín Velasco y Rodríguez de Vera, en la que señala que “tengo el
honor de poner en el superior conocimiento de V. S. que en la corrida de
novillos celebrada ayer (Martes de Carnaval), con el previo permiso de usía,
fueron alcanzados por dos de aquellos los diestros Francisco Martínez y
Bernardo Piló [sic], sufriendo heridas que hicieron necesaria la asistencia
facultativa y a consecuencia de las cuales ingresaron en el Hospital de la
Pasión; y Agustín Merino –trabajador a las órdenes del ganadero Juan Aparicio
López, propietario del ganado corrido en esta última jornada del antruejo- que
en el encierro de la mañana del mismo día fue herido de una pedrada, instruyéndose
de estos hechos, por el Juzgado, las oportunas diligencias sumariales[3]”.
Luis Díez Taravilla, alcalde de Ciudad Rodrigo |
Precisamente, los graves incidentes
que se desarrollaron durante el encierro del Martes de Carnaval y de los que
tímidamente da cuenta el alcalde al gobernador –el herido por la pedrada-
motivaron la instrucción de un expediente informativo en los que varios ediles
dan cuenta de lo acaecido buscando responsabilidades. Así el primer teniente de
alcalde, Ángel Montero Egido, explica que “en la mañana del día 24, al llegar el
ganado a la parte de acá del paseo llamado de Santo Domingo, observé que tres o
cuatro individuos con piedras y palos se metieron en medio del ganado con
objeto de desbandarlo, lo que consiguieron en parte”. Los “criados” o
“dependientes” del ganadero, Juan Aparicio López, recriminaron a los referidos
felones su acción, siendo “acometidos por los mismos individuos, secundados por
algunos más que se les agregaron, cargándoles piedras”, lo que hizo que algunos
huyeran.
El primer teniente de alcalde fue incapaz
de señalar a los autores de esta tropelía, pero una de las personas que
intervino en el rifirrafe, Julián Herrero, a la sazón fontanero municipal, según
apuntaba el concejal, estaba en condiciones de “ilustrar” al alcalde al respecto,
según se apunta en el expediente instruido.
Más exhaustivo fue el informe
firmado por el segundo teniente de alcalde, Juan Hernández Aparicio, señalando
que “al verificarse el encierro y en el momento que llegaba el ganado frente al
paseo de Santo Domingo, hallábase el que suscribe, acompañado del concejal D.
Manuel Alaejos y del fontanero municipal, Julián Herrero, con el objeto de
mantener el orden y facilitar la entrada del ganado, cuando por delante de este
pasaron tres hombres llamados Julián Sierra, Ángel Carreño y un tal Bernardo
(a) Crisanto, a los cuales llamé la atención para que se separaran, no haciendo
ninguno de ellos caso de mis advertencias; y en este momento se dirigieron
dichos sujetos hacia el ganado, penetrando por entre los caballos de los
encerradores, por lo cual y en vista de la actitud de repetidos tres hombres,
dispuestos al parecer a producir la dispersión del ganado, los de a caballo se
vieron obligados a apretarlo, lo cual visto por el que suscribe hizo que con la
precipitación consiguiente me dirigiera hacia el alar desde donde presencié el
paso del ganado; y después de encerrado este, vi un grupo de gente en actitud
de alarma y me dirigí a él en el acto. En dicho grupo andaban a palos y
pedradas y traté de establecer el orden y quité a Luis Sierra un palo con el
que intentaba agredir a los demás; y D. Manuel Mayor arrebató otro palo que
tenía Ángel Carreño, haciendo lo propio el fontanero con otro a quien no
conocí, viendo en aquel momento a un dependiente de D. Juan Aparicio que salía
por entre la multitud ensangrentado y herido en la cabeza, al cual interrogué
que quién había sido el agresor, contestándome que le había dado un palo el
Julián Sierra y una pedrada el Crisanto, el cual le produjo la herida que
derramaba la sangre; y acto continuo ordené que, acompañado de un agente de la
autoridad, fuese al hospital para que le practicaran la primera cura”[4].
En vista de estas
informaciones, el alcalde Díez Taravilla firmó una providencia para que los
testigos citados declararan al efecto. Así lo hizo Manuel Alaejos Martín,
labrador y a la sazón también concejal, quien ratificó la exposición de su
compañero Juan Hernández Aparicio, y lo propio hizo el fontanero municipal. Sin
embargo, el expediente no tuvo resolución, al menos no figura tal en la documentación
conservada. De hecho, la declaración del fontanero Julián Herrero está
incompleta.
[1] Se
trata del madrileño Francisco Martínez Rodríguez.
[2]
Finalmente se recuperaría de sus lesiones, ya que el 25 de mayo de 1903, según
se inserta en el Noticiero salmantino.
Diario imparcial de la tarde, el Juzgado de Instrucción de Peñaranda de
Bracamonte le citaba como procesado por un delito de estafa, junto a otros
compañeros de viaje: “Se cita a los procesados Bernardo Peló Mínguez, Federico
Manjón Vivas y Francisco Martínez Rodríguez, jornaleros los dos primeros y
estudiante el último, vecinos de Madrid y cuyo actual paradero se ignora, para
que en el término de diez días comparezcan ante dicho Juzgado, a fin de
recibirles indagatoria en la causa que contra los mismo se instruye por estafa
a la compañía de ferrocarril de Medina del Campo a Salamanca”.
[3] De Noticiero salmantino. Diario imparcial de la
tarde. Núm. Del 26 de febrero.
[4]
AHMCR. Ibídem. Todo el entrecomillado se refiere al ya citado expediente.
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