sábado, 10 de enero de 2015

Festejos taurinos en el Arrabal del Puente en 1748

Empezó 1748 con una controversia entre los capitulares municipales con trasunto taurino. Se ceñía a una aclaración de competencias, previa queja formal, derivada de la concesión de un permiso por parte del alcalde mayor, Sebastián de Olalla, para un sorpresivo festejo taurino que se celebró en el matadero del municipio -ya estaba ubicado en el Arrabal del Puente- coincidiendo con la festividad de Santa Águeda, sin que tuvieran conocimiento del mismo los entonces presidentes del mes.

Recorte de una estampa de La Lidia del año 1896
Así, en la sesión del 7 de febrero, el regidor Melchor de Miranda, que ostentaba junto al también capitular Andrés Carrillo la referida presidencia del mes, llevó a debate su queja por la novedad de que el día de Santtágueda prósimo se corrió un novillo enmaromado en el Arrabal de el Puente sin ynttervenzión suia ni de dicho señor don Andrés, afirmando que la decisión había sido adoptada por mera detterminazión del señor alcalde maior. De Olalla, según explicó a los caballeros capitulares, justificó su intervención señalando que lo hizo por aver allado que la multitud de jente que allí concurrió lo deseava. Por su parte, De Miranda consideraba que la providencia del alcalde mayor contravenía las facultades otorgadas a la Justicia, ya que las suertes que protagonizó el novillo perjudicaban al abasto de carnicerías, destino inicial de la res que ya se hallaba en las dependencias del matadero.
El quejoso regidor recordó que solo Justicia y Regimiento, el ayuntamiento o los presidentes de mes podían tomar una decisión que en absoluto era competencia del alcalde mayor. Este, en su defensa, arguyó que reconocía a los cappitulares, como lo tenían de esperiencia, las facultades correspondientes a sus ttíttulos y oficios, asi en matteria de avasttos, calidades de carnes, posturas, manejo de caudales públicos para los fines de su destino... Y, por otra parte, señalaba que su decisión no fue tomada privattivamentte ni por sí solo, sino es con anuncia, veneplácitto i concurrencia de dicho señor don Andrés Carrillo y del señor don Vernardo Ameztti.
Los hechos sucedieron por la tarde, todavía mantenida la algarabía de la popular fiesta de Santa Águeda que celebraban los feligreses del Arrabal del Puente. En el corral del matadero se encontraba atado a un álamo un ttoro o novillo de tturma de quattro años que, según supieron el alcalde mayor y el capitular Carrillo, se había introducido en la referida instalación municipal para el surtido de carnes. Señala Sebastián de Olalla que no vino a propósito para el consumo semejanttes carnes, a no ser en ocasión de festtejo de el pueblo.
Se propaló la noticia de que había un toro enmaromado en el matadero. Al poco tiempo se congregaron numerosos vecinos, expectantes por la supuesta diversión que se avecinaba. Al alcalde mayor le pareció comvenientte i justto el complacerles y azer le sortteasen y capeasen denttro del mattadero, como por sí lo an ejecuttado en varias ocasiones los cavalleros presidentes de mes y se ejecutta en todo el reino. El toro, por entonces, ya había saltado al corral y, atendiendo a las súplicas del público, De Olalla accedió a que se atase la res al álamo que allí existía, con lo que empezó el espectáculo.
Las explicaciones del alcalde mayor fueron entendidas por el consistorio que, no obstante y para atajar semejantes situaciones, resolvió que no se corra ni permitta correr ttoro alguno enmaromado no prezediendo el consenttimientto de la justicia y presidenttes de mes, recordando y advirtiendo a las partes de las consecuencias de no respetar los acuerdos inmemoriales sobre las funciones y delimitaciones de competencias establecidas para los miembros del Ayuntamiento.
Fue la antesala taurina previa al Carnaval, aunque estuvo salpicada por la polémica y el evidente enfrentamiento por las competencias de los capitulares. En el consistorio del 21 de febrero –el antruejo comenzaría el 25- se toma el acuerdo de que en cada uno de los tres días de las próximas carnestolendas, para diversión y regozijo de el pueblo, haia funzión y corrida de nobillos. Previamente, había informado el capitular Bernardo Ameztti que había disponibilidad de reses por parte de la obligación de carnicerías por tener ganado sufizientte para ello. Se encomendó al regidor Manuel Granizo que iniciara las gestiones que derivasen en el cierre de la plaza, la colocación de palenques y todo lo que acarrea la organización de los festejos taurinos.
Que los vecinos del Arrabal del Puente contaban con un indisimulado apego a las fiestas taurinas, siempre que pudiesen o les dejasen –caso del día de Santa Águeda-, queda también de manifiesto con la solicitud que iniciado junio de este mismo año elevó al ayuntamiento Manuel Méndez, vicario de la iglesia de Santa Marina, y que se resolvió en la sesión del 10 de junio. Un devoto había regalado un toro para la festividad de Nuestra Señora de la Agonía que se había colocado en dicha yglesia [sic] y que se deseaba correr con su capea el 15 de junio en el corral del matadero, pidiendo también que se le cediesen del almacén municipal las cadenas y avujas que necesitaban. Se autorizó el festejo taurino con la condición de que los presidentes de mes estuvieran atentos a que no se desvaratten las paredes de el corral y haziéndolo las agan componer de quentta de el que aze la función, i que la madera sea con rezivo para que la devuelvan a el taller.

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